El Magazín Cultural

“A todos nos tironean las tinieblas"

Para el hijo de Ricardo Darín, esta es su primera vez en el Festival de Cannes, y lo ha hecho por todo lo alto, como coprotagonista de la excelente película “El ángel”.

Janina Pérez Arias
14 de mayo de 2018 - 03:00 a. m.
Chino Darín, uno de los actores más importantes de Argentina en los últimos tiempos, hijo del legendario Ricardo Darín.  / EFE
Chino Darín, uno de los actores más importantes de Argentina en los últimos tiempos, hijo del legendario Ricardo Darín. / EFE

La carrera artística de Chino Darín (Buenos Aires, 1989) va con pasos firmes y agigantados. Se mueve entre dos continentes, el nuestro y el viejo, igual se planta en las tablas, como en un set de televisión o de cine. Nada parece resistírsele a este hombre que lleva en su información genética la actuación.

El Festival de Cannes es pues una conquista más en la muy movida actividad artística de Chino Darín, quien es coprotagonista de El ángel (escrita y dirigida por Luis Ortega), filme que forma parte de la programación de Un Certain Regard, la segunda sección más importante de esta cita cinematográfica

Inspirada en una historia real desarrollada en el Buenos Aires de 1971, El ángel cuenta sobre Carlos Robledo Puch (Lorenzo Ferro), un jovenzuelo de familia bien con inclinaciones criminales, y que junto a Ramón (Darín) le dará rienda suelta al placer de robar y asesinar.

En la terraza del Hotel Marriot, ubicado en pleno Boulevars de la Croisette, conversamos con Chino Darín, hijo del famoso actor Ricardo Darín, aún emocionado por el recibimiento de esta excelente coproducción argentina-española presentada en el Festival de Cannes.

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¿Cómo se viven 10 minutos de ovación la noche del estreno en el Festival de Cannes?

Fue muy lindo. Estaba casi todo el equipo de la película, mis padres también. Era como una banda de todos los que hicimos la película, y de los que estábamos involucrados emocionalmente con el proyecto. Ya de por sí veníamos viviendo Cannes como una fiesta, y esa ovación fue como la frutilla del postre, y ver la película en esa pantalla y compartir ese momento, es para mí inolvidable.

¿Asusta un poco que esta historia esté inspirada en hechos reales?

Es un caso muy conocido en Argentina, y es un poco surrealista cuando uno se entera de los detalles. Como vivimos en sociedades, estamos acostumbrados a normas de convivencia, pero por todos lados hay historias tan o más siniestras que la de Carlos Robledo Puch. Y aunque esta película está basada en hechos reales, es una ficción; hay un montón de cosas que están en el filme que tal vez pertenezcan o no a la vida de Carlos, pero eso nunca lo sabremos.

De haber tenido la oportunidad, ¿hubieses querido conocer a Carlos Robledo Puch?

Quizá hubiera sido interesante, pero no sé hasta qué punto nos hubiese servido para hacer la película. No deja de ser un personaje muy intrigante, pero conocerlo tal vez nos hubiese condicionado, y no nos hubiera permitido explorar algunos lugares que sondea la película; al saber todos los detalle de su vida, hubiésemos estado encorsetados.

El hecho de que sea una ficción, que Luis (Ortega, el director) esté a cargo y que haya volcado muchas cosas personales en la historia, hace que la película tenga un vuelo propio.

¿Tus padres conocían este caso? ¿Te comentaron algo?

Sí, algo me contaron, incluso algún detalle; es que un tema muy conocido en la generación de mis padres. Es una historia magnética, interesante, cautivante, y sumergirse en ese submundo es apasionante. Hay personas que recuerda qué estaban haciendo en el momento cuando detuvieron a Robledo Puch, de sus declaraciones. Con mis padres lo hablé más en el contexto de la producción, de la construcción de esta historia, que Carlos aún estaba vivo, quizás a punto de salir de prisión.

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¿Qué piensas de la fascinación de la gente hacia el mundo oscuro?

Me parece que a todos nos tironean las tinieblas de vez en cuando. Hay algo allí que nos gusta, como el vacío, el vértigo. La otra vez alguien me dijo que el vértigo no era el miedo al vacío en sí, sino a la desconfianza que te produce de sentirte capaz de mantenerte a salvo o tentado por ese vacío. Me parece que la maldad y la oscuridad están presentes en todos nosotros; hasta el más santo y beato hace algo que no está del todo bien. Es algo que forma parte de la vida y estamos tentados y expuestos continuamente. Y es lindo sentir la libertad de trascender ciertas cosas y romper con algunas fronteras.

En todo esto, ¿dónde queda la bondad? ¿Existe o nos la inventamos?

Tenemos la necesidad de discernir entre la bondad y la maldad, y la única vara que tenemos para medirlo es poner reglas, decir que de acá para allá es bondad y lo que es bueno, y de acá para allá es maldad y lo que es malo; y tal vez los extremos se inviertan por la incidencia de los códigos culturales. Pero si vamos a lo puro, nadie sabe lo que está bien y lo que está mal.

Ahora en Cannes también estás con tus padres, ¿es la familia el cable a tierra?

Sin duda la familia es un apoyo y un ancla importante. Sin embargo creo que la tradición y la cultura nos llevan siempre a pensar que si alguien se descarrila en la vida es porque le ha faltado educación y orientación en casa. Pero después ves que hay gente que ha hecho cosas impresionantes en su vida sin tener esa contención familiar.

Detrás de ti está tu papá…

(se da la vuelta) ¡Ah, mirá, ya vino! Está en todos lados conmigo (se ríe). Cuando voy a dormir a veces le digo que me arrope, pero normalmente no está en casa (se ríe). Ha sido una coincidencia que estemos compartiendo en este festival, al que vengo por primera vez.

Has dicho en una entrevista que tu papá no ha movido ni un dedo para favorecer tu carrera, ¿puedes profundizar en esto?

Viéndolo desde la distancia, es injusto decir eso ahora, porque mi padre ha estado siempre allí. Doy fe de que no ha levantado un teléfono, no ha hecho nada activamente para que mi carrera vaya para un lado u otro, e incluso en casa no me ha dicho lo que tengo que hacer.

Tengo la sensación de que mi padre me ha dado libertad y la posibilidad de ser feliz en lo que sea que haga. Les debo un montón a mis padres, a mis abuelos, porque no dejamos de ser un producto de ellos.

 

Por Janina Pérez Arias

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