El Magazín Cultural

Acabar con todo en el 21E o dar un golpe de opinión (Tintas en la crisis)

El problema de marchar, según los límites, es la ausencia de simbolismos que representen el descontento genuino de quienes ocupan la calle. 

David Alejandro Guarín
21 de enero de 2020 - 09:25 p. m.
La banalización de los elementos de la protesta en beneficio de la forma, de lo estético, un hecho que perjudica "la memoria". / David Alejandro Guarín
La banalización de los elementos de la protesta en beneficio de la forma, de lo estético, un hecho que perjudica "la memoria". / David Alejandro Guarín

Las protestas y las luchas políticas requieren elementos que las caractericen. Rara vez estos signos se dan por consenso; por el contrario, se desarrollan en el calor de la confrontación: una imagen como la del hombre que enfrenta a los tanques de guerra en la plaza de Tiananmén (Pekin, China), el dedo índice y el corazón levantados como señal de paz en las décadas de los sesentas y setentas o Dilan Cruz como representación de la represión del Estado colombiano en las protestas de finales del 2019 enmarcadas en el paro.

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Lo importante es que esos elementos siempre están presentes cuando surge una movilización que perdura en la conciencia de la población. En el libro ‘El Botox o la globalización de lo bello’, del profesor Andrés Gaitán Tobar, se habla de la banalización de los elementos de la protesta en beneficio de la forma, de lo estético: un ejemplo de esto es la crítica de los grafitis que se realizan en el marco de las marchas. 

El libro hace parte de la 'colección sin condición' de la editorial de la Universidad Nacional de Colombia y en él se hace un análisis sobre la anulación de la memoria desde hechos históricos como el bogotazo hasta la limpieza de las calles en Francia durante los años 90 tras el paso de las manifestaciones contra el primer ministro de la época. Momentos que, aunque distantes espacial y temporalmente, buscan un mismo fin.

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El profesor Gaitán señala que hay una imposición estética desde el 'primer mundo', en la esfera de lo íntimo con el ejemplo del Botox y en lo público con un deseo de pulcritud, que en el fondo busca borrar la historia, lo que ocurrió: “una apropiación de estéticas foráneas que busca eliminar la diferencia”, escribe el profesor Gaitán. 

En últimas, el profesor Gaitán utiliza el Botox como una metáfora de la masificación de los conceptos de lo bello partiendo de lo privado donde es común utilizar ese tratamiento para negar la existencia de la vejez.

O sea, la idea no es resignificar espacios si no acabar con todo lo que representa lo feo, a la luz de los conceptos impuestos. Hay un espacio del libro que se llama 'París en huelga’. En esa parte Gaitán cuenta que a mediados de los 90 en Francia se realizaron varias protestas tras el aumento de impuestos en las finanzas de los franceses que impuso el primer ministro de la época. Luego dice: "París no ha sido precisamente una ciudad ajena a las huelgas y a las manifestaciones; por el contrario, siempre las ha tenido y estas se han convertido a través de los años en una marca casi registrada de los franceses. Participar en una manifestación en París no es gran cosa, porque a veces pueden suceder hasta 2 o 3 manifestaciones por semana, y esto se ha impuesto como rutina...Lo interesante era ver que... detrás del grupo de huelguistas, a menos de una cuadra de diferencia, venía otro grupo enorme de barrenderos, de camiones cisterna echando agua y jabón y lavando con enormes escobas rotatorias las calles por las que atravesaba la turba bulliciosa".

SI se hace una comparación, se encontraría una similitud enorme entre: "marchen pacíficamente, no dañen nada, marchen, pero no obstruyan el tráfico" y el paralelo que establece el profesor entre la belleza y la negación del otro al imponer lo estético. No se trata de una invitación del autor a quemar y acabar con la ciudad. No. Explícitamente se señala la importancia de los símbolos en la protesta como evidencia de lo que sucedió, del descontento. Negar, a través de la limpieza, un hecho significa acabar con él, borrarlo.

Tácitamente queda una pregunta para las protestas contemporáneas ¿solo se logran golpes de opinión con el bloqueo de vías? ¿la protesta está reservada para la ocupación multitudinaria de las calles? Definitivamente el libro deja un gran interrogante sobre la reinvención de la protesta con el fin de reafirmar sus símbolos y evitar que desaparezcan.

Por David Alejandro Guarín

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