El Magazín Cultural

Adrián Villamizar: un canto que evoca la amistad a través de la nostalgia

“El vallenato no es el de antes". Infinidad de veces he escuchado esta frase que, para quienes amamos la música vallenata, parece decirnos que hoy ya no se escuchan los paseos del viejo Emiliano contándole a Carmen Díaz, ni tampoco aquellos versos que Leandro Díaz le cantaba a Matilde Lina o Juancho Polo Valencia a Alicia Adorada.

Víctor Ahumada
25 de octubre de 2018 - 04:17 p. m.
Adrán Villamizar, para quien la amistad, evocada a través de la nostalgia, es la fuente principal de sus composiciones. / Cortesía
Adrán Villamizar, para quien la amistad, evocada a través de la nostalgia, es la fuente principal de sus composiciones. / Cortesía

Evidentemente, de aquellos juglares queda muy poco, de aquella hermosa simplicidad melódica —extraída de una caja, guacharaca y acordeón—, se ha pasado a un ruido estridente en el que no se nota el compás, ni la importancia, de ninguno de estos instrumentos. En esto, aquellos que repiten la frase citada, tienen razón.

Por otro lado, aquellos que afirman eso, también dicen que ya no hay compositores, y que como cantara el hermano del pollo vallenato, Luis Enrique Martínez, Chema Martínez: ahora son muchos los que viven componiendo, únicamente, por cantar y pasar rato.  Pero esto no es tan cierto. Compositores hay, este humilde escrito es un homenaje a uno de ellos.

El compositor del que hablo se llama Adrián Pablo Villamizar Zapata, nacido en Argentina, pero criado acá en Colombia, especialmente entre lugares como Valledupar, el sur de La Guajira y San Juan del Cesar.

Es en estos lugares en donde ha bebido de la fuente en la que antes bebieron compositores como Freddy Molina, Gustavo Gutiérrez, Octavio Daza o Santander Durán Escalona. Todos, herederos de la tradición de los mayores como Escalona, Leandro Díaz, Carlos Huertas, Alejo Durán o El viejo Emiliano. Todos, tanto primera como segunda generación, inspirados por su contacto con la naturaleza, las mujeres, los hechos de la región o el sagrado pacto de la amistad. Y es, precisamente, la amistad, evocada a través de la nostalgia, la fuente principal en las composiciones de Villamizar.

La nostalgia como fuente de composición

Esta filiación hacia la nostalgia siempre ha estado presente en muchos creadores. Villamizar no es ajeno a ello y suele manifestarse en sus canciones. Debido al papel de la nostalgia en sus canciones, muchas han sido las veces en las que le han preguntado por qué siendo el amor y la mujer temas habituales en los cantos vallenatos, no suele escribir sobre ellos. Él simplemente responde: “sufro más de nostalgia, perdí la infancia y puedo cantar más de eso eternamente”.

El inmenso poeta Rainer María Rilke dijo alguna vez que la verdadera patria del hombre es la infancia. Si ajustamos esta frase a la vida de Adrián —nacido en Argentina— nos damos cuenta de que él trata de recuperar, a través de sus canciones, esa patria perdida. Un ejemplo de ello se nota en su canción La ruta del reencuentro:

Cautivo de bellos recuerdos hoy he vuelto al pueblo de mis alegrías/ soñaba con volver un día y abrazar a todos con mis sentimientos/ y quiero gritar porque el tiempo no borró un momento la memoria mía/ y evocaré con picardía aquellas fechorías cuando yo era pequeño…

Al mirar el inicio de la canción, de entrada, notamos esas ganas de retorno que se ven evocadas a través de bellos recuerdos que permanecen, cautivos o anclados, en la memoria del compositor para que de esta manera él pueda evocarlos, agregarle melodía, y plasmarlos en el pentagrama musical.

En esta canción, como en otras tantas, también se nos presenta el sentimiento de la amistad cuando en uno de los versos nos dice:

Aunque olvide los nombres/ las caras nunca olvido/  yo sé dónde se esconde/ el rostro de un amigo..

Bien se sabe que la amistad siempre ha sido fuente de inspiración para muchos compositores vallenatos. En la tradición vallenata es inevitable que se le cante al amigo como una forma de manifestar cariño. Canciones como Jaime Molina, No voy a Patillal, Los tres amigos, Tiempos idos, La nostalgia de Poncho, entre otras, son prueba de ello. Villamizar busca exaltar y rescatar este sentimiento —que en las composiciones de hoy parece lejano y que es tan propio del canto vallenato— en sus canciones.

Preservando la tradición

Adrián Villamizar Zapata no sólo es compositor, también fue responsable de que el 1º. de diciembre de 2015 la Unesco declarara el vallenato como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Junto a otro grupo de colegas y académicos, se dio a la tarea de liderar el plan de salvaguarda de la música vallenata, un logro que hoy celebra todo aquél que es amante del vallenato tradicional, pues esta música hace parte de nuestra identidad cultural.

Volviendo a la idea inicial, con la cual empecé este artículo, es innegable que ya el vallenato no es aquella música hecha por campesinos que era escuchada por una minoría. La difusión que tiene hoy dicha música ha alcanzado una dimensión insospechada que ha hecho que muchas personas a nivel mundial se interesen por ella. Esto es, sin duda, algo importante para que se mantenga viva, pero también se debe tener en cuenta que muchos desconocen toda la tradición que hay detrás. Por tal motivo, es importante aquella premisa que le he escuchado un par de veces al maestro Adolfo Pacheco cuando afirma que “no todo lo que se toca en acordeón es vallenato”. En ese mismo sentido, no todas las letras que se componen hoy son vallenatas. Por ese motivo, saber que aún hay compositores y personas  como Adrián Villamizar, que trabajan por rescatar toda una tradición, es reconfortante para la música vallenata y su preservación.

 

 

Por Víctor Ahumada

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