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Agradecido con los dioses del cine

El actor mexicano es uno de los invitados especiales del Festival de Cine de Cartagena. La película ‘Miss Bala’, en la que está como productor, se encuentra dentro de la sección de Gemas.

Liliana López Sorzano/Enviada Especial, Cartagena
25 de febrero de 2012 - 09:00 p. m.

Fue una excusa médica falsa de un virus tropical, la que le permitió actuar en Amores perros y ausentarse de la escuela de actuación que cursaba en Londres. Fue la intervención de la malicia indígena latinoamericana que, generalmente, sabe salirse con la suya. Esa actuación catapultó a Gael García Bernal. Esa actuación, la primera vez que se veía en pantalla gigante, lo sacudió. Le cambió la vida.

Entendió la naturaleza del cine. Comprendió que ahí, en ese enfrentamiento con la vida cifrada en imágenes, suceden pequeños cataclismos que generan cambios.

Lo que sucedió después fueron pequeñas y grandes conquistas, porque no se le puede llamar diferente a haber trabajado al lado de directores como Alejandro González Iñárritu, Pedro Almodóvar, Jim Jarmush, Michel Gondry, Alfonso Cuarón, entre otros, quienes han contribuido a dejar una fuerte huella en la historia del cine.

García confiesa que tiene guayabo. Amaneció “resacoso”, una mezcla de pocos tragos y mucho cansancio acumulado. Prueba un pandebono acabado de sacar del horno y se emociona con un sabor que no se parece en nada a lo que había probado. Le explican que está hecho de harina de yuca y queso, pero él se queda más con la sensación en el paladar que con la explicación. Es la primera vez que está en Cartagena y asegura que la próxima vez le gustaría conocerla, pero con otro ángulo, de una manera más relajada y sin los fotógrafos que lo acechan. Este actor, de sonrisa generosa, de mirada franca, de palabras transparentes y con pinta de adolescente eterno, se ha jugado su suerte más allá de los retos actorales, como director y como productor. Su compañía, fundada con Diego Luna, Canana, que tiene como significado el cinturón de balas que utilizaban los revolucionarios, produjo la película Miss Bala, que se presenta dentro de la sección Gemas del Festival Internacional de Cine de Cartagena.

Es la historia de una mujer que quiere ser reina de belleza en una ciudad dominada por el narcotráfico, las armas y la violencia. Sus imágenes se meten en la realidad mexicana, herida abierta que aún palpita con sangre fresca. “Miss Bala es la manifestación de nuestros miedos, de nuestra pesadilla. Entra dentro de lo onírico, sacude el avispero y el discurso colectivo que se llega a podrir o a llenarse de polvo. La película revive el claro ejemplo de la pesadilla. Esto es lo peor que nos puede suceder. Este desamparo, esta corrupción, esta violencia”, sentencia García.

Canana es para García un rebote creativo, un lugar donde se concentra la energía, un espacio para ayudar a producir y darles visibilidad a distintos proyectos. “Este es un grupo parroquiano para intercambiar ideas, para pasarla bien, emborracharse, reír. Nace desde un punto de vista racional y de una necesidad personal. Nos juntamos para hacer cine y para generar un público cautivo. Ya han pasado seis años desde el inicio de esta nueva empresa y cuentan con 11 producciones que han salido a enfrentarse al público. García se complace en afirmar que desde este ángulo de acompañamiento, de productor, es parte del proceso creativo y se convierte en el fan número 1 de la película de turno.

A su lado siempre ha estado Diego Luna, ese amigo de infancia, socio, cómplice absoluto de su vida personal y laboral, todo un carnal, como le gusta llamarlo. “Tenemos una marca de ropa, D & G (Dolce & Gabanna)” y suelta una carcajada. “Siempre hemos jugado y trabajado juntos. Cuando nos ponemos serios y trabajamos funcionamos muy bien, pero fuera de lo laboral somos un desmadre. Es difícil aterrizar o llegar a tiempo cuando no se trata de trabajo. Tenemos una conexión filial desde hace rato” . De hecho, en la primera película en la que actuaron juntos, Y tu mamá también, se evidencia una complicidad que traspasa la pantalla. Los ensayos eran improvisados, pero toda esa energía era volcada al guión, eran dinámicas que se potencializaban en la pantalla. Su más reciente colaboración, que todavía no está por estrenarse, es La casa de mi padre”, una comedia en la que García funge como un narco. Lo han criticado, lo han cuestionado por hacer una comedia sobre una realidad tan dolorosa como la que atraviesa México con respecto a la guerra contra las drogas. Y, sin embargo, García defiende la comedia como un territorio confortable para hablar de asuntos espinosos. “Es una gran válvula de escape para hablar de cosas dolorosas, controversiales. Es la manera más sabia de contraponer el epítome político de lo humano, la comedia aligera la gravedad. Y, por supuesto, la única manera de que funcione es que sea chistosa”.

Hace poco se coló en todos los medios de que García Bernal sería el nuevo Zorro, el que se enfundaría el antifaz y capa como lo había hecho Antonio Banderas anteriormente. “El aviso me tomó por sorpresa, me ganaron todos. De hecho me lo dijeron en una alfombra roja. Veo que el Zorro le gustó a mucha gente, ya se corrió la noticia, pero no sé nada”.

Las propuestas no paran y los proyectos tampoco. Ambulante, un festival de documentales en gira por todo México, es otro de sus “hijos” compartidos. “Es algo así como una gira de rock, pero de documentales”, afirma. Llevan ya siete años de tour por todo México con la idea firme de hacer llegar el género del documental a la gente de manera gratuita. De moverlo por un país de 100 millones de habitantes, de crear nuevos espacios de exhibición, de fortalecer la producción y de que cada año crezcan esos últimos 80 mil espectadores que le apostaron a una manera distinta de relacionarse con la pantalla grande. “Me siento orgulloso de poder ser parte de esa energía que se concentra”.

Desde ahí, desde su productora independiente, desde esa trinchera de gestión, defiende la expresión personal, que es lo más importante en las buenas películas. Según García, las fórmulas ya están hechas. No hay que emular nada, sino arriesgarse y comprometerse con un punto de vista particular. Sin embargo, no cree en los falsos nacionalismos.

“No se puede forzar el convenio moral de ver cine colombiano o mexicano, no hay que forzar esa mano. Somos público global, las referencias vienen de muchos países, somos seres que vemos cine en todas partes. El chantaje nacionalista hay que liberarlo”, sentencia.

A pesar de que se siente agradecido de poder vivir de lo que más le gusta y decir gracias a los dioses del cine, tira un cable a tierra para sentirse como cualquier vecino de esquina y suelta: “Hoy me desperté con guayabo. Me levanto conmigo mismo todos los días. Me despierto con las mismas condiciones de las que todos somos cómplices y mis preocupaciones, mi andar diario burocrático es igual de complejo que para todos”. García aparta las ramas de una palmera para poder verse reflejado en el vidrio de una ventana y comprobar si su pelo está en estado decente para la foto. Aprobado. ¡Clic!

Por Liliana López Sorzano/Enviada Especial, Cartagena

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