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Amor binario

‘Ella’, la más reciente película del director estadounidense Spike Jonze, cuenta la historia de un hombre que se enamora del sistema operativo de su computador y teléfono. ¿Qué hay detrás de esta dolorosa balada de amor futurista?

Juan Pablo Castiblanco Ricaurte
29 de marzo de 2014 - 10:11 p. m.
El director de la película ‘Ella’, Spike Jonze.
El director de la película ‘Ella’, Spike Jonze.
Foto: Sam Zhu

Antes de su lanzamiento, había pronóstico reservado sobre Ella, la cuarta película del director estadounidense Spike Jonze. Luego de trabajar en dos ocasiones con el maestro del guión, Charlie Kaufman —¿Quieres ser John Malkovich? (1999) y El ladrón de orquídeas (2002)—, y de adaptar un cuento infantil de Maurice Sendak en Donde viven los monstruos (2009), Jonze se iba a lanzar a su primer proyecto escrito y dirigido completamente por él mismo. Ya había hecho el ejercicio en algunos documentales, cortometrajes, videoclips —es célebre el trabajo que ha hecho para artistas como Arcade Fire, Björk, Beastie Boys o Kanye West— e incluso series de televisión como la popular comedia reality Jackass. Y lo logró. Ella consiguió una nominación como mejor película en la más reciente edición de los Premios Óscar y allí mismo se llevó el premio al mejor guión original. Jonze seguía demostrando que es dueño de un sello fantástico, que detona la ficción hasta su punto más alto para disfrazar reflexiones sobre la fragilidad y la soledad de la condición humana.

Pero ¿de qué trata Ella exactamente? La película se desarrolla en 2025, año en el que un despechado escritor llamado Theodore Twombly, interpretado por Joaquin Phoenix, se enamora del sistema operativo de su teléfono y computador. Con el poder irreversible de las redes sociales, con la omnipresencia de smartphones y tabletas, con la posibilidad cada vez más real de estar conectados a la red 24/7, la historia parece una sentencia profética. La revista Wired publicó en enero un análisis sobre la dirección de arte de K.K. Barrett, el mismo con el que Jonze ha trabajado en sus cuatro largometrajes y que también recibió una nominación al Óscar por su trabajo, que esboza una particular visión del futuro y la tecnología. A diferencia de títulos futuristas como Matrix, Sentencia previa o Yo, robot, o incluso de los mismos taxis de hoy en día, esta evolución no será hacia una saturación de aparatos, pantallas y robots, sino a una donde la tecnología es poderosa y omnipresente, prescinde de los objetos y los reemplaza por sistemas operativos que se ajustan a las necesidades del usuario. Por eso el protagonista apenas utiliza un computador cuando está en su trabajo, juega un videojuego que no tiene una gran consola y su celular es una austera y diminuta pieza. Por eso el sistema operativo se puede convertir en la pareja ideal de un ser humano.

Sin embargo, el planteamiento sobre la relación hombre-tecnología apenas es un comienzo, un empaque antiséptico y al vacío de una historia dolorosa y punzante. Ella es una balada de amor muy moderna que habla de temas muy antiguos como el amor, el despecho y, sobre todo, el miedo a volver a sentir. Es sobre la dificultad de volver a sentir emociones en un mundo paradójico, que es hostil y violento pero a la vez aparenta ser cada vez más perfecto en su forma física. En una conferencia de prensa dada durante el Festival de Cine de Nueva York, Jonze declaró “queríamos crear un futuro en el que fuera bonito vivir, pero aun así te pudieras sentir aislado y solitario”. Por eso, en medio de toda su belleza, de la delicadeza narrativa, de la brillante actuación de Phoenix, de la preciosa banda sonora compuesta por William Butler (líder de la agrupación canadiense Arcade Fire), hay un trágico mensaje. El amor duele, causa heridas y por eso el hombre busca terrenos más seguros en los escenarios ideales y virtuales que brinda la tecnología. Pero, si ésta nos traiciona también, ¿qué nos queda?

 

 

Juancastiblanco12@gmail.com

@KidCasti

Por Juan Pablo Castiblanco Ricaurte

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