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Arnaud Sussmann, de Francia: las huellas de la música

Comenzó a tocar violín a los 5 años y desde entonces su historia artística está plagada de elogios y reconocimientos.

Juan Carlos Piedrahíta B./ Enviado especial, Cartagena
12 de enero de 2011 - 11:02 p. m.

Una mujer ha sido la responsable de la ampliación de sus criterios musicales. Arnaud Sussmann llegó a la interpretación clásica del violín casi al mismo tiempo que comenzó la primaria, pero su cotidianidad ya estaba marcada por todos aquellos grandes genios que se han dedicado a componer lo que él mismo denomina su banda sonora. Sus padres lo iniciaron en el gusto por Mozart, Bach y Beethoven, pero ha sido su novia la encargada de mostrarle el encanto de la otra música, la que no tiene allegros, adagios ni prestos. Con ella se ha aproximado a las piezas de los montajes musicales más importantes del mundo y además de disfrutarlos, ha encontrado el camino para sacarle partido y crecer como solista.

Pasará mucho tiempo antes de que este violinista francés incluya en su repertorio piezas pertenecientes a lo que se conoce como música popular. Lo que por ahora merece ser interpretado en los recitales que ofrece por Europa y los Estados Unidos es ese inmenso catálogo de piezas que han demostrado su genialidad durante años de permanencia. “La música clásica fue creada por un montón de tipos brillantes, mientras que en la música popular no ha sucedido eso, con excepción de Los Beatles”, dice en medio de risas Sussmann, quien tiene estudios especializados en el Juilliard School y cuyo gran maestro ha sido el violinista de origen israelí Itzhak Perlman.

Aunque adora su profesión y más aún siente una profunda conexión con su instrumento, piensa que se trata de un invento complejo que hace desarrollar algunos músculos que los demás seres humanos ni siquiera saben que existen. Para él, la relación con el violín es hermosa, pero también puede llegar a convertirse en una tortura. El instrumento es el medio por el cual un músico logra expresar las voces de lo que en algún momento quiso decir un compositor. De ahí la importancia de consolidar cada día el nexo entre uno y otro.

“Los músicos somos como los deportistas, cada escenario tiene sus lesiones. El violín es casi una extensión del cuerpo, pero requiere de movimientos completamente anormales, incluso trata de desafiar la ley de la gravedad. Yo siempre que tengo algún conflicto con el instrumento pienso quién habrá sido el loco que diseñó un artefacto tan incómodo que además obliga a su ejecutante a realizar movimientos casi que contranatura”, manifiesta Arnaud Sussmann, quien además de ser solista reconocido también ha ganado prestigio como músico de cámara y recientemente colaboró como líder del ensamble Suedama, en una grabación de los conciertos de piano de Mozart.

El violinista siempre ha portado su instrumento al lado izquierdo y si se le exige pasarlo para la derecha, le tocaría aprender casi que desde el comienzo porque el cuerpo tiene memoria y ya está condicionado a ejecutar movimientos de manera rutinaria. Las rajaduras de los dedos de su mano izquierda, así como los morados en el cuello, confirman que la relación entre Sussmann y su cómplice musical es tan dolorosa como fructífera.

Al joven francés le esperan días de trabajo arduo con agenda de presentaciones como solista acompañado por las orquestas más importantes del mundo y también como músico de cámara, pero sin duda sacará tiempo para aprender de los montajes de piezas musicales para teatro y eso lo hará bajo la guía experta de su novia, la encargada de mostrarle la otra orilla de la música.

Por Juan Carlos Piedrahíta B./ Enviado especial, Cartagena

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