La complicidad que existe entre Liliana Porter y Ana Tiscornia hace factible creer que se puede hacer una obra de arte a cuatro manos, de hecho, que sea posible y que sea realidad.
Todo llegó por casualidad. Las dos se encontraban ensayando el nuevo juguete en casa, una cámara fotográfica que Tiscornia obturaba sobre sus trabajos y, al revelar la imagen, una figurita propia de la obra de Porter había caído por azar en uno de los planos. Al ver la fotografía, las dos quedaron sorprendidas por el resultado afortunado e involuntario, y ese fue el comienzo de un mutuo entendimiento, de una plástica compartida. Desde entonces ya llevan tres exposiciones en colaboración y esta cuarta, que se presenta en la Galería Casas Riegner, es la primera que presentan en Latinoamérica.
A partir del momento en que se embarcaron en la realización de trabajos en dueto, decidieron imponerse un desafío: no pensar desde cero una obra nueva, como si la hiciera una tercera persona, sino articular la obra de las dos para que se viera la individualidad de cada quien, pero generando al mismo tiempo una nueva situación. “Lo interesante cuando vimos esa foto es que las identidades de las dos estaban separadas y muy claras, y lo que se creaba era una narrativa nueva, pero que no tenía nada que ver con la de cada una. Eso nos pareció divertido”.
Y sí que se divierten. La obra conjunta no está exenta de humor ni de ironía. El elenco de personajes que suele utilizar Porter en sus obras, en esos gestos plásticos de narrativas poéticas y existenciales, se adentra ahora en los planos catastróficos de Tiscornia, quizá para complicar más la situación, como Porter lo confiesa sonriendo, o quizá para darle un aire de Disney World a esos parajes caóticos con la presencia de los Mickey Mouse de plástico que nadan en acrílico.
El pasado artístico de Tiscornia está en la arquitectura. Planos dibujados, cortados, pegados, sobrepuestos en collages, en pinturas, en esculturas, “una obra que está muy basada en la realidad”, confiesa, “esa realidad política y social en la que vivimos, de guerras, de destrucción, de tsunami”. Tiscornia trabaja alrededor de esa metáfora del bombardeo, del caos, que se contrapone con la idea del proyecto de arquitectura que implica ilusión, esperanza. “No es sólo la cosa concreta, va más allá, las ideas detrás de la obra también están en el proyecto utópico y modernista”, sentencia Tiscornia.
Por otra parte, Porter, quien se ha caracterizado por emplear pequeñas figuritas humanas en medio de espacios blancos en los que ni el tiempo ni la geografía existen, se cuestiona y reflexiona sobre el límite entre lo real y lo ilusorio. El viajero, ese hombrecillo con maleta que sigue el recorrido de un hilo, de una línea dibujada, de un chorro de acrílico y que siempre vislumbra una casa, es un tema recurrente en sus pequeñas instalaciones. “La casa es el símbolo del lugar donde todo está bien, donde uno está protegido, y el viajero es alguien que se va y vuelve a la casa después de pasar por un camino lleno de fisicalidades. Me gusta mucho la idea, es una cosa poética”, confiesa Porter.
Tiscornia crea volúmenes en cartón, situaciones arquitectónicas y algo surrealistas, y Porter los habita con su elenco de personajes o con sus objetos miniatura y curiosos, cargados con la huella del tiempo, que consigue en los mercados de pulgas. En los grabados de esos planos medios apocalípticos, Porter entra con sus chorros de acrílico y sus figurillas para darles otra narrativa y más dramatismo. Y es en el azar, en esa incertidumbre de no saber el resultado, que surge lo inesperado y la sorpresa que es la obra conjunta de estas dos artistas.
Galería Casas Riegner.
Calle 70A #7-41. Tel. 249 9194.