El Magazín Cultural

Brochazos cotidianos

Vicky Neumann presenta en la Galería El Museo la exposición “Las muy largas horas de Clementina Palacios”, inspirada en la cotidianidad de esta mujer chocoana que llegó en 1995 a la casa de la artista barranquillera.

Andrés Osorio Guillott
28 de mayo de 2019 - 02:00 a. m.
Vicky Neumann estudió Artes plásticas en la Escuela de Bellas Artes de Barranquilla. / Óscar Pérez
Vicky Neumann estudió Artes plásticas en la Escuela de Bellas Artes de Barranquilla. / Óscar Pérez

La magia de Clementina Palacios llegó a la morada de Vicky Neumann hace 24 años. A medida que pasaron los días, la artista barranquillera fue comprendiendo la magia que resguardan las manos de las mujeres chocoanas y el temple que cubre una piel resiliente.

Neumann no abandona su acento caribeño, habla sin adornos y con la misma precisión con la que aborda sus trazos sobre el lienzo. Recuerda con gracia el modo en que Clementina Palacios trabaja. Acepta que sus pinturas pueden tener algo de apocalíptico, pero reconoce también que lo esencial de esta exposición es un homenaje a aquella mujer que llegó en 1995 buscando trabajo a su hogar y que, al igual que ella, hay cientos de personas que abandonan sus tierras en busca de un presente menos doloroso y, por ende, de un futuro más reconfortante.

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Palacios curó los huesos rotos de su mano con el anamú, el cordoncillo y demás “hierbas de azotea” o plantas medicinales que se convierten en artilugios para sanar aquellos cuerpos machacados que sobreviven en situaciones infrahumanas y que buscan su salvación en medio de la destrucción, el aislamiento y el abandono.

Aquellas manos hechiceras que logran poderes curativos con una mezcla perfecta, que se ingenian sabores idílicos en leña o en fogón, que tejen enormes telares o fragmentos de voces quebrantadas son homenajeadas en Las muy largas horas de Clementina Palacios, una obra que encuentra su nombre entre el libro Las muy ricas horas del duque de Berry, libro del siglo XV encargado por el duque francés Juan I de Berry, y entre las interminables horas laborales y oficiosas de personas como Clementina, provenientes de un territorio en el que los individuos trabajan de sol a sol sin concebir el descanso como una opción.

“En la parte política no me voy a meter. Eso es muy complejo. Prefiero a la Clementina que yo quiero guiar y que conozco. Traté de sacar de ella toda esa parte. Tenía material para mucho más, pero dije que ese no era mi campo. En realidad lo que yo rescato es ese ser humano tan maravilloso” afirma Vicky Neumann, autora de la exposición.

Sus pinturas se mantienen al margen de ese análisis político que, indudablemente, intenta colarse entre las historias de los habitantes del Chocó, una región que el Estado colombiano olvidó entre la maleza y los cielos grises que cubren las casas hechas con madera y los ríos contaminados por la minería ilegal.

Cada lienzo es una historia, es una imagen, un recuerdo. Cada una de las pinturas que realizó Neumann evoca una realidad cruda que se fue configurando en lo que podría ser un edén. El rostro de Clementina Palacios, sus manos, su entorno, se ven complementados por brochazos de colores intensos, de tonalidades que no tienen un misterio pero sí un aparente estado apocalíptico o caótico del territorio chocoano. La mirada firme, las manos que bordan los testimonios de las voces que fueron silenciadas y objetos que representan una cotidianidad y una costumbre se entremezclan con la selva, con un universo que tiene mucho color y que se resiste a un paisaje desértico que simboliza la mano destructora del ser humano.

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Neumann representa el valor de un arte que se aleja de simbologías indescifrables. La belleza está en lo palpable, en aquello que impacta sin tener que ser estrambótico. Su estilo artístico y su relato se hacen trascendentes por apelar a lo humano, a una realidad que se puede comprender con un brochazo de un color intenso: “Yo no mistifico el arte. A mí me encanta que haya algo real, un volumen, algo que usted sienta que se puede tocar dentro de tanto expresionismo. Eso da una especie de seguridad, un alivio. No todo es desastre. Es un poco esa sensación. Yo no quiero significar gran cosa. Casi todo es plástico”, mencionó la artista.

“La señora Vicky me puso por las nubes”, le dijo Clementina cuando vio la serie de cuadros que relatan sus hábitos y su identidad. Con humildad y humor aceptó este homenaje que es para toda una población, pues la base de la exposición es la vida de esta mujer chocoana que ha trabajado por horas que duran más de sesenta minutos, pero la reconstrucción de paisajes y selvas semidestruidas nace de visiones específicas que causaron asombro y temor en la artista en aquellos días en que habitó en las casas que no tienen ventanas sino bolsas de plástico, en las calles destapadas y en las selvas húmedas que a diario escuchan el estruendo de máquinas que arrasan con la diversidad y que convierten el panorama color verde en vacíos incoloros.

Por Andrés Osorio Guillott

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