El Magazín Cultural
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Buenas maneras de ser salvaje

La publicación nació en Perú en 2012 y tiene ediciones en España y Costa Rica. Historia de un proyecto que reta a las predicciones.

Juan David Torres Duarte
20 de diciembre de 2014 - 03:03 a. m.
Julieta Solincêe, directora de la edición colombiana de ‘Buensalvaje’, en las instalaciones de La Madriguera del Conejo en Chapinero.  / Pamela Aristizábal -El Espectador
Julieta Solincêe, directora de la edición colombiana de ‘Buensalvaje’, en las instalaciones de La Madriguera del Conejo en Chapinero. / Pamela Aristizábal -El Espectador
Foto: PAMELA ARISTIZABAL/EL ESPECTADOR - PAMELA ARISTIZABAL

Buensalvaje, es una revista literaria que nació en Perú a finales de 2012: con 14 ejemplares en ese país, la publicación comenzó este año una etapa de expansión que la ha llevado a ser editada en Costa Rica, a donde llegó en enero, y en España y Colombia, países en donde circularon los primeros números para finales de este año.

Una revista con mirada local que igual pretende abarcar mucho más que las letras nacionales, sean del país de donde sean. Cada edición nacional de Buensalvaje cuenta con su propio equipo de producción y edición, aunque también aprovecha el contenido que se produce en los demás países, como una especie de colaboración cultural trasnacional.

El primer número de Buensalvaje en Colombia lleva como bandera una entrevista con Tomás González, autor de Primero estaba el mar y La historia de Horacio, un autor notable, no sólo por su obra sino por su buena disposición de permanecer lejos del circuito mediático. La entrevista va seguida de una especie de análisis de La luz difícil, una de sus más recientes obras. La revista hace un buen énfasis en la reseña de libros (este primer número cuenta con 16 de estas piezas en las 36 páginas de la publicación), pero también pretende ser una vitrina para nuevos trabajos en poesía y cuento, además, claro, de la entrevista, quizá el género más usado (incluso abusado) para referir al panorama literario.

“Nunca sobra una revista literaria y la idea es tratar de complementarse con otras propuestas que hay en el país”. Julieta Solincêe es la directora de la publicación en Colombia y en su visión la propuesta de Buensalvaje encaja en un lugar que no necesariamente es compartido por Arcadia (publicaciones Semana) o por El Malpensante; si ha de ser comparada con otra revista, la comparación debería establecerse con El librero, que ya no se encuentra en circulación.

El editorial del primer número está en parte dedicado a El Malpensante, y en él se lee: “Nuestra primera nota editorial no puede terminar sin agradecerle (…) por seguir existiendo, por sostenerse y quedarse”. El agradecimiento, en cierto sentido, no resulta gratis, pues bien se sabe que las empresas culturales no suelen ser fáciles y más en un lugar que, de acuerdo con un evangelio viejo y usado, no cuenta con lectores.

Buensalvaje es una publicación en principio gratuita, pues se imprimen 10 mil ejemplares que se distribuyen sin costo, pero que al mismo tiempo ofrece la posibilidad de suscribirse (por $70 mil) y que, al menos por el momento, tendrá una circulación bimestral. El modelo de negocios de la revista incluye una primera alianza con la cervecería BBC, y Solincee asegura que se encuentra en conversaciones con otros patrocinadores; la edición peruana, por ejemplo, cuenta con el apoyo de una fundación propiedad de un banco.

Buensalvaje nace en un contexto que predice la mala suerte de las publicaciones culturales. A un proyecto de esta suerte —en papel, sobre literatura, que publica cuentos y ensayos—, la mayoría le augura un tiempo de bendición y luego otro de incertidumbre. Solincee dice que por ahora no tiene ningún miedo, sino que siente más bien un impulso, un cierto modo de la exaltación. La ampliación del mundo cultural en Bogotá y Medellín, por ejemplo, le da la razón: en la primera ciudad fue abierta la librería Wilborada 1047 —de nuevo: libros en papel, cuando se supone que el libro está muriendo—, que se suma a un campo de librerías independientes como Casa Tomada y La Madriguera del Conejo, y cada tanto se sabe de una nueva editorial independiente —en papel— que nace gracias a ideas individuales.

El circuito de estas publicaciones, aunque perdió dos buenas plataformas con la muerte de las revistas Número y El librero, tiene aún un nicho considerable en El Malpensante y Arcadia —dos tipos de enfoque complementarios—, y uno menos visible en diarios de circulación nacional como El Espectador (cuya última edición del Magazín Dominical salió a las calles en el año 2000) y El Tiempo (con Lecturas dominicales). La revista Cronopio (una propuesta en la web), Arquitrave (que dirige Harold Alvarado Tenorio) y el periódico El Túnel (en manos de José Luis Garcés, en Montería) son otros ejemplos de un campo que puede reverdecer, sobre todo, gracias al bolsillo de sus propios creadores.

El problema es, más que de lectores, de financiación. Es cierto que grandes empresas invierten en proyectos culturales (porque, en ocasiones, eso provee cierto estatus), y es cierto también que cada vez hay más lectores con mejores niveles educativos y, por eso mismo, más exigentes. Los lectores nunca escasean: pero la cultura, más allá del aporte que entregue a una sociedad, es también una empresa. Y una empresa que implica valentía.

Por Juan David Torres Duarte

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