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La caída de la Casa de la Moneda: Popayán

La Casa de la Moneda es el ícono que representa la grandeza de Popayán en el siglo XVIII. Allí se acopiaba todo el metal que salía de las grandes minas, se pesaba, se fundía, se recaudaba el impuesto que correspondía al rey, se comercializaba y luego se despachaba a España. Desde entonces, Popayán se convirtió en el centro económico de una región que ocupaba más o menos la mitad de la Colombia actual.

Edinson Arley Bolaños / juank8905@hotmail.com
06 de noviembre de 2011 - 10:00 p. m.

Su cercanía a las minas de oro le dio el privilegio de ser el centro económico y administrativo de la corona para financiar la situación de guerra de España con las demás monarquías europeas. Sin embargo, ese mismo poder afanaría la codicia humana, llevándola a la pobreza y la división de sus comarcas.

Fue una ciudad ocupada 22 veces, tanto por ejércitos patriotas como realistas, cuenta la historiadora María Cecilia Velásquez. Todo el abastecimiento para las batallas salía de las grandes haciendas. “Los vestidos y uniformes. Gran cantidad de reses se mataban para los ejércitos”, dice Velásquez sentada junto a miles de libros en el centro de investigaciones de la Universidad del Cauca.

Eran los tiempos de la independencia, en los que se tomaban los bienes en forma de empréstitos, en los que el propietario no podía negarse a dar lo que le pedían. Popayán soportó el flagelo de las guerras del siglo XIX. Por allí pasaban los bandos enfrentados, sacando provecho de las propiedades privadas. La gente aguantó mucho tiempo porque tenía capital, “pero nada aguanta indefinidamente un azote tal, como la capacidad de exacción para alimentar un ejército”, comenta Velásquez.

En una carta del Libertador a Santander, precisamente enfatiza sobre este hecho: “Esta provincia de Popayán ha hecho sacrificios inmensos y ya no puede hacer más. Esta misma ciudad se ha prestado a todo y así va el ejército, equipado sin que le falte nada, sino el dinero. El Cauca está arruinado, sus propietarios han quedado reducidos a nada de ricos que eran”, dice un fragmento de la misiva que reposa en uno de los libros de historia de la ciudad.

Con la independencia del dominio español vino la apertura al comercio y tomaron importancia los puertos. Así, el lugar de Popayán lo fue ocupando Cali, que se independizó del Gran Cauca valiéndose de su cercanía con el puerto de Buenaventura.

Las catástrofes y la fe

El terremoto que marcó la ciudad fue el de 1983, pero pestes como la de la langosta (1728) ya habían debilitado su economía. De ahí que los lugareños se refugiaran en el catolicismo y la fe importada de España. “El azote por inviernos, sequías y terremotos generó en el imaginario colectivo la necesidad de orar”, insiste la historiadora Velásquez. Es evidente. Basta con mirar la gran cantidad de iglesias y conventos que circundan el centro histórico de la legendaria ciudad.

Otro factor que ayudó a propagar la religión fue el papel de dominicos y franciscanos como educadores de algunas familias. Fue tal su impacto, que los descendientes de los conquistadores conservaron las expresiones de culto, ejemplo de lo cual son las procesiones de Semana Santa más importantes de Latinoamérica.

La herencia de los conquistadores

Calles, plazas y alrededores de la ciudad son el rastro de las grandes batallas que libraron hijos de Popayán. En el bajo y alto Palacé, la hacienda Calibío y el sitio La Ladera, próceres como Obando, López y Nariño ofrendaron su sangre como hijos de la ciudad.

La historia está guardada en grandes museos, como el Guillermo Valencia, lugares en los que parece detenido el tiempo. Porque sus construcciones son las mismas de hace varios siglos y porque la crisis económica sigue siendo tan fuerte como cuando Popayán dejó de ser gran ciudad.

Hoy la capital caucana es geográficamente estratégica, pero políticamente no. Lo que no le quitaron las tragedias naturales y las crisis económicas, se lo llevaron las guerras del siglo XIX.

Por Edinson Arley Bolaños / juank8905@hotmail.com

 

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