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Calcas y “beats”: conexiones de un proyecto transgresor

Kaputt Club, un espacio para la música electrónica en Bogotá, lanzó durante la cuarentena un vinilo con una apuesta alternativa y colectiva.

Andrés Osorio Guillott
24 de septiembre de 2020 - 03:00 a. m.
Los artistas que participaron en el proyecto Kapput.way fueron escogidos teniendo en cuenta su participación en los eventos del club, así como su trayectoria y afinidad con el estilo y la cultura que promueve el lugar.
Los artistas que participaron en el proyecto Kapput.way fueron escogidos teniendo en cuenta su participación en los eventos del club, así como su trayectoria y afinidad con el estilo y la cultura que promueve el lugar.
Foto: Cortesía

El proyecto Guetto, del cual hace parte Kaputt Club, fue uno de los primeros en suspender sus actividades, a principios de marzo de este año, por la llegada de la pandemia a Colombia. En el comunicado expresaron: “Entendemos también esta coyuntura como una oportunidad única para revisar nuestro consumo desaforado y comprender cómo una desaceleración económica puede dar pistas sobre cómo existir como sociedad en la era de la debacle ambiental”. Si bien su apuesta con el lanzamiento de Kaputt.wav se había pensado antes del aislamiento, fue durante ese tiempo cuando los productores y organizadores del lugar trabajaron para no alejar a su público de sus propuestas musicales y culturales, así también quisieron ofrecerles un disco que reafirmara la identidad del lugar, que protegiera la memoria de la experiencia sonora y mantuviera viva esa intención de los asistentes por apoyar estos espacios alternativos con su música y un arte urbano que trasciende la osadía de tomarse las calles y convierte una pared, una señal de tránsito o una vía en tábulas rasas donde es posible dejar un mensaje que propende por un despertar de consciencia y una acción colectiva que involucre todo tipo de voces, colores e ideas.

“El sello musical Kaputt.wav estaba en los planes desde que empezó el proyecto del club. Entendimos prontamente que queríamos plasmar el sonido que Kaputt estaba proponiendo y a través de un sello discográfico podíamos hacerlo de manera concreta. La idea era llevar la experiencia sonora del club fuera del room, queríamos que ese contenido pudiera encontrarse en medios físicos y digitales y así ser escuchados por un número mayor de personas en cualquier parte del mundo, siendo la plataforma perfecta para dar a conocer e impulsar a los artistas, DJ, productores y músicos que hacen parte de las noches de Kaputt Club”, cuenta Felipe Rodríguez, director del proyecto Kaputt.wav.

El género musical es la variable. La constante es el baile. Lejos de representar lo banal y superficial de la vida, el acto de la danza y la armonía de cada sonido tienen un sentido espiritual que se añora según lo que cada uno considera como un paroxismo para su alma y un impulso para su voz y su cuerpo. Si bien el contacto con la música calma ese silencio estrepitoso que puede ocasionar mucho ruido en nuestro interior, es la nostalgia de la reunión y del jolgorio lo que solía extrañarse en el tiempo de la cuarentena en toda la ciudad.

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“La música pinchada en vivo es una experiencia que difícilmente se puede virtualizar. Bailar al mismo ritmo con cientos de personas alrededor es una experiencia espiritual muy poderosa que data de los orígenes mismos de nuestra especie. Abruptamente nos vimos privados de estos rituales por la pandemia y la música termina siendo un elemento conector. Estamos frente a la incertidumbre de cómo esta coyuntura transformará estos rituales, pero con la certeza de que volverán con más fuerza, sentido y profundidad”, cuenta Rodríguez.

Kaputt.wav., el proyecto que lanzó este club bogotano, no es solamente un disco que innova en sus mezclas sonoras, sino que refleja la apuesta de sus creadores por acciones colectivas y transgresoras. Las calcas que acompañan al vinilo y la intervención de artistas urbanos con murales y grafitis dentro del lugar nos ofrecen un retorno a la idea sobre la libertad de expresión en espacios públicos, sobre los mensajes que se apropian de las calles, que son de todos y que tampoco nos pertenecen. El arte urbano y sus mensajes, que no siempre se anclan al panfleto, y que tampoco deben ser considerados sinónimo de vandalismo por su presencia en paredes que terminan hablando por todos, colman el paisaje citadino de símbolos que llaman a otra forma de relacionarnos, de narrar nuestra realidad y asumir el espacio público como un escenario para visibilizar aquello que incomoda y que no se cuenta en las versiones oficiales. Sus expresiones surgen entonces como resultado de la anomia, concepto que desde las ciencias sociales refiere a “la incapacidad de una estructura social de proveer a ciertos individuos lo necesario para lograr las metas de la sociedad”.

“Las calcas empezaron a aparecer en ciertos lugares del proyecto Guetto, uno de los spots preferidos por los pegadores de calcas fue el DJ Booth de Kaputt. Noche tras noche aparecían más y más calcas, volviendo a ese booth una pieza de arte colaborativo. Usar los diseños de artistas del sticker colombianos para la carátula de nuestro primer disco es un homenaje a ese arte urbano, pero es un tributo también al booth de Kaputt desde donde la música envolvió al público noche a noche. Trabajamos con una convocatoria realizada en colaboración con Uno Estudio seleccionando a veinte artistas que entregaron sus diseños a este proyecto, haciendo que cada uno de los 300 discos sea una pieza única de colección. La carátula de cada disco es diferente y el resultado es espectacular. La música y el arte están inevitablemente entrelazados en todo lo que hacemos y esa es la razón por la cual coexisten en este disco también”, señala el director del proyecto.

¿Por qué la temática del arte urbano?

Kaputt es una de las piezas que conforman el proyecto Guetto. Este ensamble musical y de nightlife fue concebido como una colección de minorías tanto musicales como plásticas y culturales. El arte urbano tiene en sus mecánicas elementos de mucho interés para nosotros y lo entendemos como un vehículo de transmisión de ideas muy poderoso. Nuestras instalaciones están fuertemente intervenidas por artistas callejeros y muralistas y han sido “atacadas” cada noche por visitantes con pegatinas y calcas, generando unas consecuencias estéticas increíbles. Esta creación colectiva y permanente nos resulta fascinante y ha sido siempre un medio para comunicarnos con nuestros visitantes y seguidores.

¿Cómo fue trabajar en este proyecto y cómo vieron el impacto del aislamiento y la pandemia en la industria musical?

La industria de la música en vivo y el entretenimiento han sido brutalmente afectados por la pandemia. El disco ya estaba muy avanzado antes de que comenzara el aislamiento; sin embargo la parte final del proceso se hizo durante esta emergencia y todo el tema del lanzamiento estuvo enmarcado en la pandemia. Sin duda fue un momento extraño para lanzar un disco de música electrónica con tracks para las pistas de baile, pero resultó bellamente irónico y muy pertinente, y ha tenido un recibimiento muy especial tanto del público como de la critica musical.

Además de manifestarse en lugares públicos, ¿por qué otras razones el arte urbano puede resultar transgresor?

Es transgresor porque hay un trasfondo político muy claro sobre la apropiación del espacio y cómo el artista lo reclama en un acto que, aunque ilegal, considera legítimo para comunicar sus ideas y resultados estéticos. En un mundo en donde los anunciantes son la voz más fuerte en el paisaje visual de la ciudad (vallas, vitrinas, avisos), es transgresor y necesario atreverse a intervenir y plasmar otra mirada en los espacios públicos de las ciudades.

Uno de los conceptos del disco es el “beatwalk”. ¿Qué otros elementos se pueden mencionar para enseñarle al público sobre la creación de este tipo de producciones?

El beatwalk es una convocatoria que estuvimos haciendo para armar el tercer videoclip de nuestro disco inaugural. Nos interesan mucho las colaboraciones masivas. Hemos hecho varias convocatorias para crear (con cientos de aportes de nuestros seguidores) piezas únicas de expresión colectiva. Lo hemos hecho con escritos, sonidos, imágenes y ahora lo queremos hacer con videos. Hemos llamado beatwalk al acto de caminar al ritmo del beat de la música, una acción sencilla pero que requiere conexión y presencia. Queremos que mucha gente grabe sus pies caminando al ritmo de un mismo track. Pegaremos los videos que recibamos de nuestros seguidores, creando una marcha masiva al unísono en medio de este aislamiento tan duro, esa marcha será el tercer videoclip del disco.

Justamente ese elemento del “beatwalk” hace pensar que tiene una relación directa con esa idea de ilustrar las calles bogotanas, esas mismas donde el arte “invade” los espacios. ¿Qué mensaje quieren dejar con este tipo de conexiones, si es que lo hay?

En realidad queremos cocrear con nuestros seguidores. Un poco la reflexión es que durante el año fantástico que estuvimos operando mucha gente conoció nuestra propuesta, nuestra voz y nuestras ideas. Ahora, y a raíz de esta coyuntura, queremos ser nosotros los que conozcamos las voces y los colores de nuestros seguidores. Un poco ese es el camino que hemos encontrado para mantener el contacto. Seguimos hablando por nuestras redes, pero sobre todo estamos oyendo y tratando de crear espacios para que la gente se exprese. Las colaboraciones masivas en línea son un concepto que nos interesa muchísimo a la luz de esta pandemia, que amenaza el sentido de comunidad, pertenencia y cercanía que ofrecen la noche, el baile y la música.

Por Andrés Osorio Guillott

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