El Magazín Cultural

Cali: ¿La meca del cine colombiano?

Dicen que Cali es la meca del cine colombiano. Informan sobre cómo cada año se fortalecen sus salas de proyección, se jactan de que en este campo hay con quién trabajar y recursos suficientes, que se le augura un futuro próspero, y contará con un cluster en la industria cinematográfica. Palabras, palabras, palabras. En Cali el cine no tiene garantías, no tiene espacios ni formación de públicos, ni siquiera tiene quién lo exhiba.

Clara Inés González*
04 de noviembre de 2018 - 07:53 p. m.
Imagen de una de las escenas de la película María, de Máximo Calvo, de 1922.  / Cortesía
Imagen de una de las escenas de la película María, de Máximo Calvo, de 1922. / Cortesía

Una meca es el centro de desarrollo más importante para una actividad, y en el caso del cine, Cali lo fue en 1922, cuando con María (Calvo, Máximo) produjo el primer largometraje de ficción realizado en Colombia; en 1926,  cuando presentó Garras de Oro (Cali Film Company),primer film colombiano con fotogramas pintados a mano; en 1955, con La Gran Obsesión (Ribón, Guillermo), primera producción filmada a color en Suramérica.

Y durante la década de los años 70, cuando nació el Grupo de Cali, mientras el cine colombiano sufría un abrupto declive por la carencia de producciones nacionales y apoyo gubernamental. Fue entonces cuando Luis Ospina, Carlos Mayolo, Andrés Caicedo, Hernando Guerrero, Ramiro Arbeláez, y Eduardo ‘la rata’ Carvajal se dedicaron a filmar historias basadas en su ciudad, desconocida por la pantalla grande y la televisión.

En ese momento las críticas y reseñas al cine se leían en Ojo al cine, una revista local editada por Caicedo. Las tertulias se realizaban en el Cine Club de Cali, o a las afueras de los emblemáticos teatros con sus programaciones permanentes de "matinée, social, vespertina y noche". El Autocine Limonar, el Teatro México, el Calima, el Belalcázar, entre otros, hacían parte de la arquitectura de una ciudad cada vez más educada para el cine.

“Cali es heredera de una tradición cinéfila”,dice el periodista cultural de El País, Yefferson Ospina. “Esto se replica en la Escuela de Comunicación Social de Univalle. Pero no es resultado de una política pública. Es la terquedad de una gente que trabaja en el cine. Vendemos el mito de Caliwood. Un mito que le funciona a los burócratas, ¿hasta cuándo va a durar esa terquedad?”.

Caliwood es una leyenda. La mayoría de teatros de antaño no son más que edificaciones a punto de caerse, bodegas, arquitecturas nostálgicas. Y las que han sobrevivido hacen parte de una historia diferente, como el Teatro Mariscal Sucre, que proyecta cine porno para unos cuantos; o el Teatro Calima que, tras su reapertura en 2017, ofrece shows musicales y obras teatrales.

“Nuestro énfasis sigue siendo el de aumentar y fortalecer el número de salas de proyección, reforzar el trabajo de las pantallas móviles para llegar a más sectores populares de la ciudad, incluidos los corregimientos, y aumentar las proyecciones dirigidas al público infantil, juvenil y familiar”, según Luz Adriana Betancourt Lorza, secretaria de Cultura y Turismo de Cali en el 2016. 

Según un reciente informe del Anuario Estadístico de Cine Colombiano, los caleños cada año tienen menos acceso al cine. En 2016 hubo disponibilidad de una sala de cine por cada 28.089 habitantes, casi el doble de espectadores que llenan la Plaza de Toros Cañaveralejo; y una silla por cada 56 personas. Ese mismo año cerró la Sala Proartes, y con ella 73 sillas desaparecieron.

Al igual que Pereira, la capital del Valle solo dispone de una sala alterna con 300 sillas para que sus habitantes accedan a un cine diferente; mientras que Bogotá cuenta con ocho salas alternas, es decir, tiene 2.912 sillas; y Medellín, con tres, ofrece 562. Y aunque Cine Colombia incluye en su catálogo películas independientes como solución a esta carencia, sólo las programa en las salas más costosas (Unicali y Chipichape), en horarios poco accesibles, y con proyecciones limitadas.

Cali no cuenta con una sala pública con capacidad de exhibición —en diferentes salas— para 500 personas, como la nueva Cinemateca Distrital de Bogotá. Y si la tuviera, su estrategia de sensibilización a públicos y creadores, difícilmente le permitiría llenarla, como sucede con la Cinemateca del Museo La Tertulia.

“La mayoría de nuestro público es académico o formado artísticamente”, dice Luisa González, miembro del comité programador de este espacio del Museo, inaugurado el 6 de mayo de 1975 con la presentación de la película Ludwing, el rey loco de Baviera, de Visconti.

La cinemateca es subterránea y en un principio no fue pensada como sala de cine, sino como auditorio musical. Su inclinación es poco convencional, y por esta singularidad tiene una pantalla especial con perforación para que el proyector cace perfectamente. Ahora exhiben películas con proyector digital, antes lo hacían con unos aptos para películas de 35 mm.

“La mayor falencia de estos espacios es la falta de inversión. En La Tertulia apenas se está evidenciando ese cambio: la necesidad de un programador, espacios, y equipos técnicos. En Univalle, por ejemplo, hay una persona puesta ahí por la burocracia, pero no propone nada para la programación. Además estas instituciones no logran ser reconocidas dentro de sus propios círculos, ¿de esa manera cómo se pretende que exista respaldo público?”.

“Otro aporte que la Secretaría de Cultura y Turismo quiere hacer a la cultura cinematográfica caleña es la inauguración del Cine Foro Andrés Caicedo”, decía la secretaria Betancourt Lorza en el 2016. 

En el marco del 6to FICCali, se fundó el Cine Foro Andrés Caicedo, el cual prometía ser la apuesta de la administración municipal por un espacio permanente para la cinefilia caleña. Hoy el funcionamiento de este espacio es precario e insuficiente.

El Cine Foro se ubica en el segundo piso de la torre comercial de la Plazoleta Jairo Varela. Dentro hay un portón doble, discreto y sin señal alguna que indica que ahí se pretende dar homenaje al escritor, crítico, y cinéfilo, Andrés Caicedo.Su único letrero está puesto al espaldar de la plazoleta donde circulan carros a no menos de 40 km/h.

En su interior se encuentra una fotografía enmarcada de Caicedo entrando a una función de su amado Cine Club en el Teatro San Fernando, cómoda a un costado de la pantalla (¿de cine?) retráctil. El aire acondicionado es inquietantemente frío y produce un ronroneo intermitente durante toda la función, las sillas abatibles están sobre una pendiente que resulta insuficiente para que el espectador de adelante no estorbe al de atrás, y las paredes blancas rebotan la luz de la pantalla.

El espacio solo proyecta una vez a la semana: los sábados a las 4 de la tarde. Funciones a las que, según el coordinador de este espacio, Rodrigo Vidal, van aproximadamente 50 personas. Mientras que los datos de la Tertulia (con 14 proyecciones a la semana) registran un promedio de 40 personas por función, es decir, aproximadamente 560 por semana. El Cine Foro tiene, aparentemente, una mayor capacidad de convocatoria, tal vez por su gratuidad.

“El Cine Foro es compartido con eventos de la Alcaldía y entes municipales”, confiesa Rodrigo Vidal, y cuenta que la proyección de la semana pasada fue trasladada a la Videoteca Municipal porque el auditorio se usó para una reunión muy importante.

Es una exageración hablar de Cali como meca del cine colombiano cuando las películas que produce, merecedoras de premios en el Festival de Cannes (La tierra y la sombra, 2015), el Festival Latinoamericano de La Habana (La sirga, 2012), el Festival de Cine de Locarno (Siembra, 2016), entre muchas más, difícilmente son conocidas por los caleños. Sí, Cali es la segunda ciudad que más asiste a cine del país, según el AECC de 2016, pero ¿sabe de qué hablamos cuando hablamos de cine?, ¿o es sólo entretenimiento fugaz?

Cali no cuenta con una comisión fílmica, como Bogotá o Medellín, para apoyar la producción de cine en su suelo; por ende no ofrece descuentos en los hoteles y comida, o posibilidades de solicitud de permisos sencillos a productores extranjeros y locales.

“Para crear su propia comisión, Cali debería crear su propio fondo para el desarrollo del cine, en este caso debería invertir entre 6.000 y 7.000 millones de pesos, y así incentivar a los jóvenes a la realización; generar becas a los estudiantes universitarios, ya que son ellos, y algunas productoras independientes, quienes están trabajando este tema. Además, es fundamental que este fondo se dedique también a la investigación de mercado, es decir, a encontrar una manera de que la gente vea el cine nacional. Abrir este proyecto es responsabilidad de la Secretaría de Cultura, y/o la Secretaría de Comercio”, dice Argemiro Cortés, director de contenidos de Comunicación del Ministerio de Cultura.

Y la Alcaldía lo sabe desde hace años. En la inauguración del Festival de Cine de Cali de 2015, el entonces alcalde, Rodrigo Guerrero Velasco, de camisa blanca manga larga, vuelo de manos y voz orgullosa, dijo frente al público:

—La creación de la Comisión Fílmica de Cali y el Valle es sin lugar a dudas una herramienta para lograr tales propósitos, porque busca generar las condiciones propicias para que más películas y documentales internacionales y nacionales se realicen en nuestra ciudad, dando oportunidad al talento de nuestros hombres y mujeres.

Con la esperanza de culminar ese objetivo despertaron los creadores audiovisuales caleños al día siguiente, y al día siguiente, y al día siguiente.

* Investigación: Santiago Álvarez, Camilo Martínez, Lina Vélez, Nicolás Solarte, Julián Gómez.

Por Clara Inés González*

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