El Magazín Cultural

Carlos Castaño: "las condiciones de protección de Chiribiquete son un gran reto"

El antropólogo colombiano, quien estuvo participando en el Hay Festival de Cartagena 2019, conversó con El Espectador sobre su experiencia como director de parques nacionales hace más de 20 años y de su misión como expedicionario del parque nacional de Chiribiquete.

REDACCIÓN CULTURA
05 de febrero de 2019 - 10:14 p. m.
El Parque Nacional de Chiribiquete se caracteriza por tener 38 mesetas en roca, o “tepuyes”. / AFP
El Parque Nacional de Chiribiquete se caracteriza por tener 38 mesetas en roca, o “tepuyes”. / AFP

Carlos Castaño Uribe, quien estuvo por más de dos años explorando la Serranía del Chiribiquete, logró convertir este lugar en un Parque Nacional Natural que, posteriormente, sería declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por su arte rupestre y su biodiversidad.

¿Cómo se empezaron a dar los descubrimientos? ¿Cuáles fueron sus primeras impresiones y qué determinó esa experiencia para su vida y obra?

Lo primero que hay que indicar es que han pasado muchos años desde que a finales de 1986 tuve la oportunidad de hacer este avistamiento de esta serranía enclavada en la Amazonía colombiana que para mí era totalmente desconocida. Durante más de dos años seguidos pude realizar una gran cantidad de sobrevuelos en razón de que este es un lugar absolutamente inaccesible y lo era más en ese momento, pero durante esos 17 viajes que realicé para definir los límites de lo que sería después el Parque Nacional más grande de Colombia pude constatar el estado prístino e intacto de toda esta serranía y sus áreas periféricas. Es impresionante ver, entender y sentir cómo un paisaje puede sobrecogerlo a uno de una manera tan significativa. Parecía un paraíso oculto que uno podría esperar cualquier cosa para responder de él las preguntas del origen de la vida misma en consideración a la antigüedad de sus rocas, de sus suelos, de la misma selva que estaba allí presente. Su importancia empieza a verse reflejada desde que pudimos declarar en 1989 como Parque Nacional y la verdad es que, a pesar de todos mis esfuerzos, solo hasta finales de 1990 pudimos poner los pies en tierra con el uso de helicópteros, gracias a la cooperación española que nos ayudó al inicio de estas expediciones que se dieron a comienzos, precisamente de los 90. Allí pudimos encontrar los primeros sitios de arte rupestre y con ello se dio inicio a una investigación arqueológica y etnográfica que aún no termina pero que nos ha abierto los horizontes más grandes. Mi sensación más allá de un criterio científico es, especialmente, la relacionada con el criterio y el sentimiento personal. Chiribiquete no solo logró cambiar mi vida, sino que he vivido en función de eso desde entonces procurando lo mejor para este espacio que quise cuidar siempre.

A partir de su experiencia como director de Parques Nacionales, ¿cómo cree usted que se ha manejado el cuidado de las reservas y parques en la actualidad? ¿Cree que este gobierno ha desprotegido y subestimado el tema del medio ambiente? 

Yo diría que las condiciones de protección y cuidado del Parque Nacional Chiribiquete ha sido siempre un gran reto. Ya bien por su extremo aislamiento en un comienzo como también por el peligro que ha representado para los funcionarios por el factor de la seguridad. En las coberturas selváticas, en los valores de la biodiversidad. Esta situación actual es muy problemática. Los niveles de deforestación están acercándose a los perímetros del Parque Nacional tanto por el Guaviare como por el Caquetá. Son muy alarmantes y desalentadores todos estos indicadores que estamos observando en este proceso de deforestación y de transformación del territorio. No vemos en este momento condiciones adecuadas para pensar que se está haciendo un gran esfuerzo por parte de las instituciones. La coyuntura de cambio de gobierno, la dificultad de recursos financieros, las grandes prioridades y los grandes retos que hay en este momento impide que Chiribiquete, su protección y la conservación de este patrimonio cultural y natural esté en este momento entre las grandes prioridades de Colombia. Esto es muy lamentable. Consideramos que de no cambiar muy rápidamente la tendencia de no poder hacer algo de forma muy asertiva van a existir serios problemas para este parque y este patrimonio en este cortísimo plazo. Debemos rodear en este momento al servicio de parques nacionales, a las comunidades indígenas que están allí presentes para que se den unos pasos mucho más certeros, más adecuados que permitan resolver los problemas de carácter financiero, de priorización, y los requerimientos de coordinación interinstitucional. De lo contrario, este patrimonio, lamentablemente, se nos irá de las manos como tantos otros del país. Pero en este caso en particular, sería uno de los casos más lamentables en la historia de Colombia.

¿Cuál sería la razón -si la hay- por la que hemos desligado la historia, la cultura y la ciencia? ¿Por qué ha habido tanto desinterés por descubrir nuestro patrimonio cultural? 

Nuestro desinteres por valorar y perpetuar nuestro patrimonio cultural y por ende la historia detrás de él son de carácter histórico. Existen serias limitaciones en nuestro país por valorar nuestra identidad y nuestro pasado desde siglos atrás. Nuestras raíces fueron desestimadas y diluidas. El concepto de identidad se desdibujó pretendiendo ocultar y desconocer nuestras raíces y los atributos. Los nuevos dogmas, intereses y valores nos llevaron a buscar, el “blanqueo” étnico, cultural y social. En un país como Colombia, que es de regiones, la idea de un modelo de desarrollo que siempre fue exportado, sin lugar a dudas, fracasó. Fracasó más el propio modelo que debimos construir. Colombia no ha podido establecer una visión propia que potencialice su oferta, sus recursos. ¿Cómo es posible que un país que con una ocasión inminentemente forestal y biodiversa, llena de recurso hidríco, esté deforestando hoy, acabando con la biodiversidad y acabando con el agua como lo estamos haciendo? Y ni qué decir del enorme desprecio por todos nuestros valores culturales porque no hay otra forma para explicar cómo nuestras etnias, lenguas, aborígenes y conocimientos ancestrales estén desapareciendo sin el mayor reparo. En Colombia en los últimos 10 años han desaparecido cuatro lenguas. Y en este momento más de la mitad de las lenguas están en vías de extinción porque no llegan a más de 500 parlantes cada una de ellas. Ese es un panorama muy sombrío porque sin nuestro arraigo a tierra, a las raíces profundas, a valorar nuestro gran legado, es muy difícil que podamos ver adecuadamente nuestro futuro.

Puede leer: Chiribiquete, en la paz como en la guerra

¿Qué expediciones le gustaría realizar y aún no ha podido? 

En Chiribiquete está todo por descubrir. No me cabe duda que la investigación de este parque nacional ha implicado retos insospechados. Cada descubrimiento realizado aquí ha abierto a la vez infinidad de puertas y horizontes que me han llevado a entender la complejidad y la fascinación que encierra cada nuevo paso para el conocimiento científico. Es evidente que se han abierto infinidad de requerimientos nuevos. Todo ello me ha obligado a replantear la ortodoxia, los paradigmas, las metodologías que me fueron enseñadas a lo largo de mi vida profesional y, he tenido que entender que no hay otra forma de avanzar sino compatibilizando ese pensamiento analítico que le imprimen a nuestra formación universitaria y que esto es imposible entenderlo sin profundizar el conocimiento indígena de tipo analógico. Es evidente que este es un aspecto fundamental y que existen hoy enormes cantidades de retos para seguir avanzando en el conocimiento y la profundidad de lo que Chiribiquete encierra. Por último, el reto de investigación más importante, a mí juicio, es poder posicionar a Chiribiquete en un contexto de marco espacial y temporal apropiado dentro del neotrópico, porque la investigación nos saca de los límites de esta serranía, nos lleva a unos planos de entendimiento y correlación de los grupos humanos desde épocas muy pretéritas y nos abre una serie de retos importantes para poder entender y valorar lo que significó Chiribiquete en el contexto del pensamiento y del desarrollo aborigen en buena parte de América.

¿Qué es lo que más admira del arte rupestre?

Admiro ante todo la dimensión filosófica que encierra. Es evidente que las representaciones pictóricas de Chiribiquete dan una oportunidad única para interpretar mejor un legado de símbolos y códigos que después de 30 años apenas empiezo a entender. Sin lugar a dudas, en la medida en que sigamos avanzando con el conocimiento de esta manifestación que no fue hecha de ninguna manera para humanos sino para seres espirituales nos permitirá entender mejor los arreglos cosmogónicos, la visión cosmogónica de pueblos pretéritos que lograron un nivel altísimo de conceptualización a través de entender la búsqueda de armonía entre todos y cada uno de los elementos constitutivos de ese entorno material, físico y espiritual que procuraron proteger.

¿No resulta paradójico que Chiribiquete haya quedado expuesta a la destrucción por la ausencia de las FARC? ¿Por qué el Estado colombiano ha sido tan negligente con el cuidado de territorios que no solo representan un pulmón para el mundo sino también un resguardo de la cultura y nuestras raíces? 

Ahí tenemos una gran contradicción. El 50% de nuestro territorio que ha estado sometido, especialmente, a problemas de altísima violencia, está relacionado con las coberturas boscosas, selváticas, mas profundas de nuestra nacionalidad. Es por ello que la ausencia aparente de estos grupos ha dinamizado el factor y los índices de deforestaciones que hoy se están viviendo en muchas partes del país, pero en particular en los departamentos del Guaviare y el Caquetá donde los indicadores dan escalofríos realmente de lo que está ocurriendo y que, de seguir así, estarán a las puertas del parque nacional de Chiribiquete de forma muy rápida e inmediata.

Lo que no hemos podido lograr por la razón y la sensatez es el cuidado de nuestro patrimonio natural y cultural, lo hemos hecho por el miedo y la restricción que implicó todo el problema de violencia e inseguridad de buena parte de nuestro territorio. Colombia fue desde el inicio una tierra que se pensó como una dispensa interminable de recursos naturales, que incluso debía ser tomado así fuera por vía ilegal porque no le pertenecía a nadie. El concepto de baldío quedó totalmente desdibujado y maltrecho frente a un criterio de usurpación de muchos personajes que empezaron a patrocinar la devastación de los bosques con fines y propósitos de intereses particulares, sin considerar que estos bienes de patrimonio nacional no son de libre acceso y para cualquier tipo de uso. El concepto de sostenibilidad, de uso equilibrado del territorio, es evidente que aún no se tiene. ¿De qué otra forma comprenderíamos lo que significa la contradicción entre uso potencial, uso óptimo, uso inadecuado del territorio? Para la muestra un botón: toda la dimensión de aprovechamiento minero, todo el aprovechamiento ganadero no ha sido suficientemente internalizado en el contexto de un ordenamiento, de los usos que deben dársele al territorio. Hemos preferido atender las demandas particulares, facilistas y sobre todo, las demandas que implican expropiar el bien común de los colombianos. Eso es inadecuado e insostenible.

Puede leer: Mircea Cartarescu: "La prosa es el arte de la lentitud"

¿Cómo promover el cuidado y el conocimiento de este tipo de territorios? ¿Además de la academia y el turismo, qué otros espacios y alternativas podemos ofrecer para adquirir conciencia sobre el reconocimiento y valor de nuestros parques? 

Las áreas del sistema de parques nacionales son espacios de bien común, es decir, de interés nacional, incluso, algunos como el parque nacional Chiribiquete de interés mundial. No obstante, el uso público debe estar necesariamente reglamentado. De allí que existan los planes de manejo y esto hace que, con base en las características y en cada uno de los requerimientos especiales de cada una de las áreas de conservación, se establezcan medidas propias. Chiribiquete no puede ser destinado a uso público como podría ser el interés de muchos. Los valores que están allí presentes tanto en la dimensión natural como cultural son excepcionales. Son valores que han sido reconocidos recientemente por su carácter excepcional y esto, por supuesto, entraña un gran sacrificio de cuidado y un manejo muy delicado de todos los elementos que están allí. En la actualidad con el apoyo del grupo Sura, estamos concluyendo la elaboración de un libro que recoge la información más completa de esta zona de patrimonio cultural y con esto esperamos que se empiece a mostrar la necesidad de una protección y un control especial. Chiribiquete no es un sitio común, no es un sitio que permita ser usado o administrado con los mismos criterios y herramientas que otros parques nacionales del país.

¿Qué experiencias ha tenido con comunidades indígenas? ¿Qué le han enseñado sobre la relación del ser humano y la naturaleza?

Para un antropólogo, un arqueólogo, el entendimiento con las comunidades indígenas es esencial, es fundamental, es la columna vertebral de una disciplina que pretende poder contextualizar nuestra razón de ser en un país tan diverso, tan complejo como el nuestro. He tenido la oportunidad de convivir durante muchas décadas con diferentes grupos indígenas desde el primer día que empecé mi tesis de grado en la universidad en la Sierra Nevada de Santa Marta. Desde ese momento tuve la oportunidad de entender, de comprender la dimensión filosófica que encierra el comportamiento y la visión de las leyes de origen de muchos de estos grupos que tienen mucho que enseñarnos sin lugar a dudas. El profundo conocimiento ecológico de las cosmogonías amazónicas donde, por ejemplo, está enclavado Chiribiquete, me ha permitido entender el modelo de adaptación de un gran conjunto de mitos, de lenguas, de expresiones de su visión. Esa forma exquisita en que los chamanes interpretan la realidad sirve de intermediarios entre hombres, animales, plantas sagradas, es apenas una de las tantas dimensiones a través de las cuales ellos establecen su relación con el medio natural a través de la cultura. La cosmovisión amazónica en este caso permite entender, ya bien a través de sus comunidades indígenas presentes, como también a través de toda la manifestación pictórica que está reflejada en estos grandes murales, que hay allí una expresión muy especial de reglas, normas, de un manejo adecuado de un sistema productivo, de un manejo de las energías vitales que, por supuesto, hace que todos estos aspectos repercutan en la vida social, cultural y espiritual de estos pueblos.

Por REDACCIÓN CULTURA

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar