El Magazín Cultural

En la casa de los tabús

‘Deshora’ , la primera película de la directora argentina , participa en la competencia oficial del Festival de Cine de Cartagena y explora los terrenos de la sexualidad y el deseo.

Liliana López Sorzano
25 de febrero de 2013 - 11:00 p. m.
Joaquín, interpretado por   el  colombiano Alejandro Buitrago (izq.) es la persona que pondrá a prueba los límites de la intimidad de una pareja.  / Berlinale
Joaquín, interpretado por el colombiano Alejandro Buitrago (izq.) es la persona que pondrá a prueba los límites de la intimidad de una pareja. / Berlinale

En medio de una plantación de tabaco, en pleno campo en la provincia de Salta, en el noroeste argentino, viven Ernesto y Helena. Su tranquila cotidianidad se ve alterada por la visita de su sobrino Joaquín, quien acaba de salir de un centro de rehabilitación. La tensión sexual se siente desde el comienzo en este triángulo donde los límites de la intimidad se ven desdibujados.

Deshora, una producción argentina, colombiana y noruega que estuvo en la sección Panorama del Festival de Cine de Berlín y que ahora compite en el de Cartagena, es la primera película de Bárbara Sarasola Day, quien después de seis años de proceso entrega una interesante propuesta que sigue los tiempos lentos del campo y las pulsiones aceleradas del deseo. Una película íntima, de planos cerrados, que se enfoca en la actuación y en el gesto. Desde antes de su llegada a Cartagena entrevistamos a la directora.

La intimidad, el deseo y la sexualidad son temas que se exploran en la película. Con temas como esos es fácil caer en el exhibicionismo ¿cómo describe el tratamiento que se le dio en la película?

La película aborda esos temas casi preguntando. La intimidad es una idea que me genera cierta fascinación por que redefinimos sus fronteras todo el tiempo. Depende de cada situación o ante quién estamos que en parte decidimos que vamos a mostrar de nosotros y qué ocultaremos. En eso que no mostramos, que guardamos para nosotros como un secreto, es donde habitan sentimientos que no podemos nombrar y menos aún confesar, es la casa de nuestros tabúes. Una parte del deseo vive ahí. La película se acerca a ese movimiento, a esos límites de la intimidad. La sexualidad es muy compleja y amplia. El sexo es una de las maneras que encontramos para expresarnos y, como todo modo de expresión, siempre se genera un excedente que habla mucho más de lo que nosotros quisiéramos. Ese excedente, esa forma de expresión es la que me interesó. Desde esa perspectiva, no considero que la película sea exhibicionista.

¿Por qué escoger esos temas para hacer la primera película? ¿Qué carga anterior tenían para haber devenido en ‘Deshora’?

Los temas como la intimidad, el deseo, el tabú, el lugar de la mujer en ciertos contextos, la forma en la que los hombres se relacionan, son parte de mis inquietudes en general. Por otro lado, para mí,  el cuerpo tiene contundencia no sólo como nuestra herramienta de vida sino también en relación a nuestra racionalidad. Nuestro físico se nos anticipa, tiene una forma de memoria diferente. Trabajar a ese nivel me era importante. 

¿Por qué el título de la película?

“Deshora” es una palabra que se usa poco en el castellano y es de muy difícil traducción. Es algo inoportuno, a destiempo. Más allá de su significado ligado a lo temporal es un estado, se trata de algo extrañado, que no está en donde quizás debería. Una “deshora” es como un limbo. 

Se demoró unos seis años en hacer la película. ¿Qué pasó en ese proceso, qué cambió?

 Fueron seis años de búsqueda y preparación. Cuento este tiempo desde las noches de insomnio en pijamas escribiendo las primeras escenas hasta que pudimos filmar. El proyecto fue cambiando a medida que yo iba cambiando también. Existe una necesidad, sobre todo cuando pasa cierto tiempo, de actualizar las inquietudes. Hay que estar enamorado de lo que se hace, sentir una fascinación, es la única manera por que hacer una película demanda tal nivel de compromiso y energía que de otro modo debe ser muy cuesta arriba. 

¿Por qué se decidieron por el actor colombiano Alejandro Buitrago? ¿Qué le trajo al proyecto su participación?

Hicimos muchísimo casting. Jhonny Hendrix, el productor colombiano,  me sugirió a Alejandro, me dijo que hablara con él a ver qué me parecía. Tuvimos una primera conversación y nos entendimos inmediatamente. 

Alejandro es un ser muy especial, talentoso y tiene una sensibilidad muy desarrollada. Además es muy comprometido con las cosas que decide hacer, creativo y cuenta con una virtud muy necesaria a la hora de trabajar: la humildad. Para mí fue una experiencia muy enriquecedora la forma en la que trabajamos con Alejandro. Con él encontramos una manera de entendernos con claridad  y trabajó a la par y de una forma muy interesante con Luis Ziembrowski y con María Ucedo. 

Aparte de la consecución del dinero, ¿cuál fue el gran reto de hacer la película?

Hacer una película tan sostenida por la actuación, por el gesto, por la mirada y contando situaciones intensas y de gran intimidad. 

¿Qué tipo de cine defiende? ¿‘Deshora’ es el tipo de películas que le gusta ver como espectadora?

Me interesa y apoyo el cine en el cual se siente que hay un narrador, me gusta eso más personal que tiene la idea del autor. Por otro lado, prefiero aquellas películas en las que los directores o directoras no me suelta la mano pero tampoco me explican todo y deciden cómo debo interpretarlas. Es una cuestión de respeto, me gusta que me dejen tomar algunas decisiones sobre lo que veo. Al mismo tiempo, creo que es una virtud de cualquier película poder abordar lo muy particular que logra ser universal, comprensible e identificable para todos. 

‘Deshora’ es una película que me hubiese gustado ver como espectadora y pensé en eso todo el tiempo mientras la hacía. Yo quiero hacer películas porque tengo la necesidad de compartir con otros las preguntas, las inquietudes, lo que me llama la atención. 

¿Cómo ha reaccionado la comunidad gay con la película?

La verdad muy bien, he recibido buenos comentarios. La película no es de temática gay en un primer término, se acerca en un punto pero aborda algo más universal en todo caso que es el machismo instalado en nuestras culturas, la incapacidad de algunas personas de ser flexibles ante nuevos sentimientos y los tabús. 

Por Liliana López Sorzano

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