El Magazín Cultural

Causalidades (En primera persona)

Aprovecho este día para escribir un fragmento de Alejandra Pizarnik. El breve fragmento lo leí en el libro “Salvo el crepúsculo” de Julio Cortázar.

María Acosta @paunks
12 de octubre de 2019 - 07:26 p. m.
Cortesía
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Libro que tengo en mi manos por una causalidad; el estar trabajando algunos meses en la Universidad de los Andes, por los pasillos del bloque “Z” donde se encontraba “la base” de mi trabajo. Vi el libro en una esquina de dicho pasillo, donde también se ubicaban unas hamacas, lugar en el que nunca me recosté, aunque algunos días anhelé hacerlo.

Eran aproximadamente las siete de la noche, aún me quedaban dos horas para terminar mi turno de trabajo, decidí ir por agua, llené el botilito, y comenzaron mis manos a ponerse frías. Por lo general siempre estoy con las manos frías, sensación que me permite replantéame si me faltan o no calorías, quizás no, pero sí que me hace falta algo, sí que siempre me queda faltando algo. “Estoy tan automatizada en este trabajo”, pensaba.

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Por esos días estaba terminando de leer “La forma de las ruinas” de Juan Gabriel Vásquez, libro que me arrancaba las dudas y volvía y me las ponía, todo a voluntad mía. Disfrutando y entendiendo pequeños pasados de la historia colombiana. Muchas veces leí escondida de mis jefes. Les molestaba que estuviera leyendo en frente de ellos y me inventaban trabajos de armar y volver a desarmar computadores en una bodega estrecha, como por ponerme a hacer algo, mientras iniciaban las clases los profesores, para comenzar con los labores que me correspondían (luego les contaré en qué consistía mi trabajo). Y así, varios meses. Pero ese día en especial, estaba esperando alguna reacción de las causalidades que no dejan de rondar en mi vida, y que, por supuesto, disfruto si les doy la importancia y el peso que se merecen.

Lleno el botilito, me tomo el primer sorbo de agua y retorno a la base, el pasillo está solo, y no completamente…

-“¿Qué es eso?”, “¿será un libro?”, me digo. Cojo la tapa del botilito y lo cierro. Me voy acercando a ese objeto poco a poco, como si se tratara de una emboscada o como si no me lo creyera del todo.

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Me acerco y efectivamente era un libro. Lo cojo con mi mano izquierda, toco la portada con las yemas de mis dedos fríos, “no lo puedo creer, está intacto, no lo puedo creer.” Abro la primera página y para no merecerlo por tan esperado momento, inicio leyéndome lentamente: “Lo mejor: no empezar, arrimarse por donde se pueda…”

Allí estaba Julio Cortázar, respondiéndome. Y yo, al otro lado, con tan semejante ansiedad por la que rondaba esos días.

Observo a mi alrededor, no quiero que me estén espiando, algún profesor, algún alumno, no quiero que se hagan ideas de que estoy tomando algo que no es mío. Escuchar quizás un “¿jovencita qué está haciendo?”, pero ¿y si ahora es mío?, les juro que no he hecho nada malo. Me quedo parada en medio de la nada, ni un humano, ni un animal, ni nadie que me esté juzgando. Meto el libro en mi mochila, me nace una sonrisa con disimulo, me devuelvo y decido volver a llenar ese sorbo de agua que me había tomado antes, acaso para darle tiempo a la comprensión sobre lo que me acababa de suceder. 

Comienza mi mente a andar: “¿A quién le contaré esto?” Mis amigos del trabajo no me conocen muy bien, no, no puedo decirles, me dirán que es normal que estas cosas pasen. ¿Y cómo refutarles? no podré explicarles qué significa todo esto y leerles en voz alta el primer apartado del libro que me acababa de encontrar.

Nadie entendería mi emoción de esa noche que aún no terminaba de alumbrarme.

Ahora sí, el fragmento Árbol de Diana de Alejandra Pizarnik, lo escojo porque sí que Cortázar le dijo que no la quería así “¡Burra!” no te dejes caer de este mundo, no te dejes…

 

“El poema que no digo,

el que no merezco.

Miedo de ser dos

camino del espejo:

alguien en mi dormido

me come y me bebe.

Por María Acosta @paunks

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