Lo primero que noto al entrar a la sala son las cajas transparentes pegadas a la pared que en su interior exhiben pequeños diamantes cincelados en grafito. Cada cápsula contiene un retrato a lápiz de un hombre o una mujer con los ojos cerrados.
Los personajes sobre el lienzo parecen estar durmiendo. La sombra se concentra en los parpados y se extiende hasta sus cejas. Cada vello en los sketches ha sido dibujado con minucia y detalle, ¿acaso las personas en los dibujos están muertas?, no lo parecen; todas son capaces de sostenerse por sí mismas. No son un cadáver al que hay que levantar como una muñeca de trapo. Concluyo que no se trata de la muerte como el alma que sale del cuerpo sino como el cuerpo que se queda sin alma. Los diamantes frente a los dibujos son la prueba molecular y física de que la persona alguna vez existió.
En el centro de la sala, la brutalidad de la muerte se expresa crudamente: fémures fracturados, una caja torácica con las costillas rotas y cráneos partidos por la mitad. Todo tallado en grafito.
La razón por la que el carbón es tan importante en esta obra es por su definición química: punto de fusión es el momento en que dos partículas interactúan para crear una nueva. Molecularmente, estamos compuestos por esqueletos de carbono. Para Andrés Layos, es a través de la muerte que nuestra materia encuentra la forma de renacer y reinventarse.
Además de las estatuas y los retratos, un reducido espacio de la sala está dedicado a 12 cuadros con 30 muestras de sangre en su interior. De no ser por la ficha técnica que dice “placas de microscopio, carbón, trementina y solución salina” resultaría difícil creer que se trata de dibujos a lápiz y no de fotografías a blanco y negro. Esta obra, titulada “Calendario” oculta los 360 días que cambiaron la vida de Layos luego de enfermarse del pulmón derecho. Desde entonces, reconoce, nunca se había detenido a reflexionar realmente sobre la fragilidad de la vida.
“Somos dibujos en el mundo” es la metáfora que utiliza para recordarnos que aun cuando nos volvamos cenizas, en vida y muerte, siempre seremos grafito, un mineral que no desaparece sin dejar rastro.
Galería La Cometa. Dirección: Carrera 10 # 94A-25 (Bogotá).