El Magazín Cultural

Claves para entender el conflicto español

El escritor español, Daniel Gascón, explica a la comunidad iberoamericana lo que, según él, es "la deriva ilegal del independentismo catalán", a la que reconoce como "el mayor desafío que ha enfrentado la democracia española contemporánea".

Vivian Murcia
26 de junio de 2018 - 08:51 p. m.
Imagen de una de las concentraciones para apoyar el referéndum en Cataluña / AFP
Imagen de una de las concentraciones para apoyar el referéndum en Cataluña / AFP

"Desmentir una falsedad exige más energía que propagarla", señala Daniel Gascón (Zaragoza, España, 1981). Para el escritor, y actual editor de la reconocida revista "Letras Libres", en su edición española, el procés catalán que se autoproclama como "vía de liberación de Cataluña del Estado opresor español", es una de las distorsiones, por no decir, la mentira, que más energía costará desmentir en la historia democrática española.

Gascón ha desarrollado su parte al tratar de desmentir la utopía del catalanismo, al que, también, le ha visto una clara tendencia xenófoba. Lo ha hecho en su libro El golpe posmoderno. 15 lecciones para el futuro de la democracia (Debate).

La mentira está, explica Gascón, en creer que es progresismo liderar una causa independentista cuando, en realidad, "se trata de una revolución de los ricos que quieren librarse de los pobres". La contradicción comienza, entonces, en el lenguaje: una revolución de los ricos es sospechosa, es la antítesis del progresismo y llamar a saltarse la Ley -a través de un pseudo-referéndum- como si fuera un proceso democrático es pisotear el Estado de Derecho.

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Desde el exterior se ha escuchado a los independentistas catalanes proclamar su derecho de hacer un referéndum como se ha hecho en otras partes ¿Por qué el caso catalán no es Quebec, Escocia ni Kosovo?

Porque la Constitución española no permite un referéndum en esos términos. De hecho, era una especie de macguffin porque no se plantea sólo un referéndum de independencia sino para la independencia. Yo creo, además, que cuando hay una partición de la población tan igualada -un 47% a favor de la independencia y un 53% a favor de la permanencia-, está demasiado empatado como para que podamos aconsejar un referéndum. Habría, siempre, una parte que perdería por poco y se sentiría humillada o despreciada. Un referéndum puede tener sentido para certificar un consenso, no para hacer más visible una división.

¿Por qué dice usted que sí es más Brexit?

En lo que se parece un poco al Brexit es en esa especie de rechazo que, en el caso del Reino Unido se manifestaba hacia Bruselas, y aquí es hacia Madrid. Se parece en esa lógica plebiscitaria y, también, en el uso torticero de las informaciones, tanto con noticias falsas como con el empleo de las redes sociales, pero, también, con cosas que no son exactamente falsas sino que son producto de la tergiversación de la información. También, en ver cómo en lugares que han tenido una tradición de sensatez y modernidad se produce un ascenso de pasiones románticas y esencialistas.

¿Hay temas, como el Brexit o el independencia catalana que no deberían someterse al voto popular?

En las democracias constitucionales no se vota todo: hay instituciones contramayoritarias y también mecanismos que permiten cambiar el ordenamiento legal. En el caso del independentismo catalán se ha hecho una oposición que es falsa y que dice que se trata de democracia contra el imperio de la Ley. Estamos hablando de una idea plebiscitaria, que es una falsa democracia, donde la voluntad de una parte se impone sobre los otros. Hablar de una decisión democrática con el referéndum catalán que, en este caso, era un pseudo-referéndum, es una trampa del lenguaje. No es una oposición entre imperio de la Ley y democracia sino entre una idea de una democracia constitucionalista, que respeta las garantías y el Estado de Derecho, como lo es la española -aun con sus defectos-, y una democracia por aclamación, que es una idea de democracia muy discutible, con un control de un poder Ejecutivo muy fuerte que tiene mucho que ver con procesos populistas.

Creo, además, que no podemos estar votando todo el tiempo. Pensemos en ¿por qué no hacer un referéndum sobre la pena de muerte?, por ejemplo. En ese sentido, es muy importante que haya reglas claras, que éstas se respeten y que esas reglas tengan mecanismos de modificación dentro de ellas mismas. En el procés hemos visto que se ha jugado con las reglas, con la Ley.

¿Es válido que haya derecho a la autodeterminación como los independentistas reclaman?

La Ley Internacional reconoce el derecho a la autodeterminación con supuestos muy concretos como pueden ser la colonización y situaciones de opresión. Es bastante claro que Cataluña, que es una de las regiones más ricas de España y donde, además, las autoridades catalanas han tenido el control sobre las fuerzas de seguridad, la educación, o los medios de comunicación, no cumplen esas condiciones de sometimiento para que se reclame una independencia por esta vía.

En el Brexit había un discurso xenófobo, ¿también hay xenofobia en el procés catalán?

Hay una parte que es curiosa: es una revolución de los ricos que quieren librarse de los pobres porque la renta es más alta allí y, también, como sabemos, es más probable que seas partidario de la secesión si tu origen etnolingüístico es catalán y si tienes una renta alta.

Creo que el separatismo ha intentado, siempre, presentarse como algo cívico e integrador, pero hemos visto y, en el caso de los discursos del actual presidente de la Generalitat, Quim Torra, es muy claro, como hay una corrientes supremacistas, donde se aceptan manifestaciones despectivas hacia otros catalanes que no son partidarios de la separación, o hacia el resto de los españoles.

Aunque el movimiento es diverso, en algunos casos, hay componentes xenófobos.

En Latinoamérica no somos nada ajenos a los golpes de Estado, pero ¿cuáles son las claves para leer el independentismo como golpe y como posmoderno?

Por una parte es un golpe en el sentido clásico porque se pasa, de una manera no prevista, de un orden legal a otro. La parte posmoderna es lo diferente. Una clave es que la violencia no es explícita sino implícita y, además, con una cosa muy curiosa que es que los secesionistas están esperando que quién ejerza la violencia sea el Estado y que eso desacredite al Estado español ante la opinión pública. Esto es lo que querían que pasara el 1 de octubre de 2017 con el pseduo-referéndum.

Luego, hay otro componente que es lo anfibio del golpe. Es decir, que si durante todos los avances triunfaban y seguían hacia adelante, los triunfos los iban a interpretar como hechos consumados que no se podían detener, pero si fracasan siempre se puede decir "esto era un gesto, era algo expresivo" y, con esa excusa, lo que están diciendo es "no nos pueden encarcelar porque esto, al final, sólo era una cuestión simbólica". Hay una especie de ambigüedad -por eso es anfibio- en que se van de España en serio, pero, a la vez, se van en broma.

Pero decir que era un hecho simbólico ha sido más una estrategia para evitar ser condenados por rebelión ¿no?

Ha sido una estrategia presente durante todo el procés. Por ejemplo, cuando se produjo la declaración de independencia ésta duró ocho segundos y fue el propio Gobierno español quien tuvo que escribir a las autoridades de la Generalitat para preguntar: ¿habéis declarado la independencia sí o no? La declaración y la suspensión, en segundos, hizo parte del juego de ambigüedades del independentismo.

¿Por qué no son presos políticos pero sí son políticos presos?

Claro, a veces se ha dicho que son presos políticos y que lo que se persiguen son ideas cuando, de hecho, hay dos millones de personas que han votado y han manifestado su opinión favorable al independentismo de manera libre sin que les suceda nada. El Tribunal Constitucional español reconoció que el independentismo es una opción legítima, ahora, lo que es ilegal es el camino que han emprendido y, por eso, van a tener que rendir cuentas ante la justicia. Están siendo procesados por sus acciones, no por sus ideas.

Se dice que dos fracasos convencieron a los catalanes de que reformar España es imposible: un recurso del Partido Popular en contra de un nuevo Estatuto de Cataluña y el pacto fiscal.

Ese es el relato que los separatistas hacen. En esa especie de resumen medio mítico que hacen dicen Cataluña es un territorio con mucha historia, con mucho autogobierno y siempre hay, según ellos, una tensión con el hegemónico castellano. Cuando se establece el Estatuto de Autonomía hay un recurso que puso el Partido Popular (PP). El Estatuto se aprobó en el Parlamento catalán, luego, en el Parlamento español y, finalmente, en un reférendum en Cataluña. Finalmente, el Tribunal Constitucional modificó 14 de los 223 artículos. Esto es un conflicto entre un Estado y una autonomía que sucede en otros sitios, no es una anomalía.

¿Usted entiende el recurso que puso el PP?

Yo entiendo el recurso, pero hubo una campaña profundamente desafortunada. El Tribunal Constitucional tomó unas decisiones que, a mucha gente que sabe más que yo de esto, no le parecen disparatadas. Cuestiones que afectaban a la fiscalidad, por ejemplo, a un poder judicial más autónomo y a algunas relacionadas con la lengua que, parece, no eran constitucionales. Yo creo que estos dos elementos pueden formar parte del problema, pero no lo explican todo.

Hay un relato que ha llegado a la prensa latinoamericana, pero que, por desconocimiento, no se explica del todo. Se trata de que los independentistas podrían tener algo de razón ya que, en una especie de victimización, son los catalanes los que más aportan al fisco español y que, por lo tanto, están sosteniendo a otros que viven a costa de su trabajo.

Es un tema técnico el que determina la aportación por comunidades al Estado español. El independentismo ha exagerado y tergiversado las cifras, tanto sobre la aportación de Cataluña como sobre las ventajas que daría una supuesta la independencia. Una clave que puede tener el lector son los trabajos de Josep Borrell que han explicado en detalle este tema.

Claro, Cataluña aporta más porque es más rica, pero quienes  pagan son los ciudadanos y no los territorios. Hay un elemento que pasan por alto los independentistas y que habría que preguntarles: ¿creen en el Estado de Bienestar o no? Hay cuestiones de financiación que se tienen que mejorar, pero que no afectan sólo a Cataluña sino a otras comunidades de España. Ahora, este debate se debe hacer razonablemente no saltándose la Ley. 

Hay muestras de repliegue identitario en Cataluña que, según usted, es otro rasgo que comparte con el Brexit, pero ¿no ha habido repliegue identitario de ambas partes? ¿No se ha exagerado la idea de ser español para descalificar el procés? Como extranjera, eso de sacar banderas españolas a los balcones, como un reclamo nacional, me pone tensa.

Yo creo que el mundo catalanista estaba muy visible y había otra parte de la sociedad, que resulta que es más o menos la mitad, que es más pobre y que está menos articulada políticamente, a la que no se le veía tanto. El procés también ha provocado una ruptura de un consenso catalanista que estaba ahí. Sí que ha habido una activación de otros símbolos en forma de reacción, pero es que si usted hace una política identitaria puede pasar que los otros también la hagan.

¿En algún momento el Gobierno del PP (ahora destituido) abrió la puerta al diálogo? Porque los independentistas se escudan en que no se les ha dado la oportunidad de hablar.

En el Estado español hay una Constitución que tiene mecanismos de modificación. Si con un porcentaje de votantes que no les habría permitido ni modificar el Estatuto de Autonomía y, así, se lo tratan de cargar (romper) y si, además, se cargan el reglamento usando a una minoría, clarísimamente, no estamos tratando sólo una cuestión sobre legalidad, es una cuestión de ilegitimidad.

 La disculpa es que, de haber diálogo, siempre "nos van a decir que no"

Pero es que hay unas reglas establecidas. La reforma es posible, lo que no es posible es saltarse la Ley. ¿Viola los derechos de más del 50% de la población porque no tiene la fuerza suficiente para hacerlo legalmente? Me parece un poco asombroso.

En un artículo de opinión publicado en el diario La Vanguardia se lee: "Torra no es supremacista es un esencialista romántico, como lo es Rajoy -ahora ex presidente de España- cuando repite 'España es la nación más antigua de Europa'". Usted dice que Torra es un supremacista.

Para mí Torra es alguien que va contra el consenso catalanista porque dice que sólo son catalanes los que él dice que lo son. Para él, ser catalanista es ser independentista, de forma que está negando una corriente muy importante del catalanismo que ha sido defensora del papel de Cataluña como modernizadora de España.

Me parece que es alguien que excluye a personas de la comunidad política, alguien que no cree en la identidad dual. Con todos los defectos, los dirigentes españoles no tienen ese tipo de declaraciones, no son comparables las palabras de Rajoy con una manifestación de desprecio hacia los otros, como las que se han vivido en Cataluña. Y, luego, hay una cosa muy llamativa: hay fuerzas de izquierda (la CUP y Esquerra) que, supuestamente, son antisupremacistas y antirracistas y que están contribuyendo a que Torra esté en el poder. A esto se suma que hay una serie de intelectuales que no tolerarían este discurso si se estuviera aplicado a cualquier otra minoría y que, de repente, cuando están hablando del tema catalán lo miden con una regla diferente.

Ahora ha sido apartado, a través de una moción de censura, el Partido Popular de la presidencia de España. ¿Habrá más posibilidades para el diálogo con el independentismo?

Creo en el diálogo, desde luego, pero hay un paso previo que se tiene que dar que es reconocer que ese no era el camino. Esa idea que decía Enzensberger de "Los héroes de la retirada", a lo mejor si los independentistas se dieran cuenta que no era a través de este camino se podría hablar dentro de la legalidad.

Ahora hay nuevo gobierno en España. ¿En qué falló en el pasado el PSOE y el PSC con respecto al independentismo? ¿En qué falló Podemos? Esos por nombrar a algunos partidos de la izquierda.

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha tenido, durante mucho tiempo, el problema de que le pilla este tipo de movimientos, que se muestran como progresistas, pero no lo son, y le causan una contradicción. La simpatía con que la izquierda ha visto a los nacionalismos periféricos en España ha creado contradicciones al PSOE y a Podemos. Creo que en el momento más difícil, en los meses de otoño (2017), el PSOE estuvo donde tuvo que estar: con el constitucionalismo y, me parece, con sentido de Estado. Y tener a Josep Borrell como ministro de Exteriores es una gran noticia. Ahora, el Partido Socialista de Cataluña (PSC) tiene una cuestión muy complicada porque lo que estamos viendo en Cataluña es que se han formado dos bloques de tamaño similar y, entonces, el PSC que intentó con Miquel Iceta trazar una especie de tercera vía que, creo que era una buena idea y una apuesta valiente, no tuvo éxito en las urnas. Pero, pienso que, quizás, esta tercera vía pueda ser uno de los caminos que surja.

Podemos creo que ha estado bien con la crítica que Xavier Domènech ha hecho a Torra. El problema es esa posición de que no te gusta el independentismo, pero lo que no quieres es una foto junto a la derecha española. A veces, me parece, no queda otro remedio. La falsa equidistancia es un problema.

 

Por Vivian Murcia

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