El Magazín Cultural

Coral Bracho: La poesía como cuerpo

Agua de medusas. La escuchaba, sé que la escuchaba, pero sus palabras me pasaban por las manos, líquidas. Agua láctea, sinuosa. Y de las manos fluían a la lengua, refrescantes y a la vez espesas. Agua de bordes lúbricos. Sinestesia, dicen.

JULIANA MUÑOZ TORO
27 de abril de 2018 - 10:13 p. m.
La mexicana Coral Bracho, quien pasó de la ciencia a la psicología, y luego se dedicó a la poesía.  / Cortesía
La mexicana Coral Bracho, quien pasó de la ciencia a la psicología, y luego se dedicó a la poesía. / Cortesía

Yo también susurraría: omnipresencia. Un poema me observa a través de la ventana, por dentro, o desde afuera. Espesura vidriante. Eso, vidriante. Busqué, no está en el diccionario. Ella, la inventora de palabras. Delicuescencia. El agua, que a la vez es aire o aliento, se evanesce. Jamás de la memoria nunca. Entre contornos deleitosos.

Escuché, o probé, o palpé la poesía de la mexicana Coral Bracho hace un par de años en un taller de poesía. Meses después seguía con aquel poema, Agua de bordes lúbricos, dándome vueltas. Pero no recordaba las letras, ni el nombre Coral, solo aquel sonido, la forma en que ella leía casi cantando, sin soltar una palabra para pasar a la siguiente como si de otra manera no pudiera respirar. Me tomó tiempo volverla a encontrar.

De hecho, sucedió estos días. “La poesía de Coral Bracho es un cuerpo vivo”, dijo Piedad Bonnett, quien presentó a Bracho en la Feria del Libro de Bogotá, “su poesía abre ventanas y ella sale directamente por la puerta y tira las llaves en un agujero”. Es cierto, la forma en que ella conecta las palabras no es obvia, menos, predecible. Hay que prestar atención para saborear versos como: “esta verdad oscura, esta oscilante levedad/ como el murmullo de un sinfín de murciélagos”, “ese meollo asible de hacinada ternura, / ese delgado envés”.

Hay un deslumbramiento por la naturaleza y el universo en la obra de Bracho. Quizá porque iba a ser científica, quizá porque terminó estudiando psicología para conocer un poco más de la mente humana, de su origen. Mejor: de El Origen. “De polvo de estrellas/ estamos hechos. De la materia/ del corazón/ de alguna estrella, ya dispersa en el cosmos/ y aún viva en la memoria de su viaje de luz”.

Dije, y ojalá se den el gusto de escucharla aunque sea en YouTube, que sus lecturas son tonadas dulces, bocados armónicos. Me hizo sentido que la poeta contara en su visita a la Feria que solía cantar en un coro. Lo disfrutó mientras se mantuvo camuflada entre las demás voces -ella, tan ligera y tímida- y ahora parece que no se percatara de que su poesía resalta entre las poesías. No uso ese plural en vano. No entiendo cuando alguien dice que no le gusta “la poesía”, como si fuera solo una, como si no se pudiera también disfrutar con otros sentidos así como sucede con esta poeta: “(el amor) es el camino/de vuelta/ de los muertos, el lugar luminoso en donde suelen/ resplandecer”.

Por JULIANA MUÑOZ TORO

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