El Magazín Cultural

Cristina Rebull: una artista para infantes y gigantes

A partir de la tolerancia entre seres humanos y el cariño por los animales, Cristina Rebull ha logrado captar la atención de niños y jóvenes en América Latina gracias a su don del arte con el teatro y la literatura.

Andrés Osorio Guillot
09 de febrero de 2018 - 09:19 p. m.
Imagen de la escritora cubana Cristina Rebull, cuya obra más reciente se titula El príncipe de las pulgas.   / Cortesía
Imagen de la escritora cubana Cristina Rebull, cuya obra más reciente se titula El príncipe de las pulgas. / Cortesía

Graduada del Instituto Superior de Arte de La Habana y profesora de Actuación en el Teatro Prometeo, del Miami Dade College, Gabriela Rebull ha logrado aportar desde varios escenarios a la imaginación y la siembra de valores e ideas en los niños. Su trabajo requiere tacto y coraje, pues no se trata de generar discursos individuales sino de enseñar a vivir con menos prejuicios y más razones para aceptar la presencia de otros.

En el 2015, la escritora cubana obtuvo el Premio Norma de Literatura Infantil y Juvenil gracias al texto ‘Por culpa de una S’, que cuenta la historia de dos hermanos gemelos (Fanuel y Manuel) quienes celebran su cumpleaños en familia y una de sus abuelas, Amalia, se da cuenta de que en la letra S del letrero que dice “Felicidades” hay una disminución en el tamaño de la letra. A partir de ahí, se entremezcla una serie de casualidades que lleva a los hermanos y, a la familia en general, a asimilar que en medio de las semejanzas existen factores o aspectos que nos diferencian y que en ellos hay espacios para aceptar esas divergencias y convertirlas en razones para complementarse.

No solo en las letras logra plasmar con sensatez y tacto lo que somos los seres humanos, en las tablas también logra desarrollar ese don de la descripción detallada para ilustrar y, a su vez, para enseñar a vernos como iguales a todos aquellos seres que nos rodean. Su labor, más que de respeto, es de admiración, pues en personas como ella recae la responsabilidad de dejar una enseñanza o moraleja en las mentes de los niños y jóvenes, de manera que allí no solo se trata de cultivar el amor por el arte sino de inculcar valores que permitan mejorar la convivencia y erradiquen de raíz problemáticas asociadas a la intolerancia, la exclusión y la indiferencia.

Obras como Frijoles colorados (2001), Llévame a las Islas Griegas (2008) y su más reciente, El último bolero, han sido presentadas en Miami, lugar donde también hay escenarios para hablar de la nostalgia, del recuerdo y de la tragedia como nociones inherentes a nuestra esencia. Es en este espacio donde la artista cubana se dirige a un público mayor. Allí sus contenidos difieren pero su mensaje sigue siendo el mismo, pues no importa si son grandes o son chicos, lo verdaderamente significativo está en ensalzar el arte y convertirlo en el medio de enseñanza y despertar de consciencia más bello y relevante que tenemos los seres humanos.

Escribir literatura es una confrontación constante con la existencia y con un mundo en el que no nos sentimos cómodos. Dentro de esa infinitud de la literatura, habría una única excepción y ella es la que hace referencia a la literatura infantil. Adentrarse en el mundo de la literatura infantil es un reto que no cualquiera decide enfrentar. Escribir para un público lleno de imaginación y en donde todo lo que vea será, posiblemente, repetido o imitado como parte del proceso de aprendizaje, es un ejercicio que requiere de atención y de cuidado ante lo que se expone.  Así, en este tipo de literatura, se suelen plasmar problemas que dificultan la convivencia entre seres humanos, solo que la perspectiva  desde la que se trata suele dejar una moraleja que le enseñe al pequeño a ver el mundo de una manera menos prejuiciosa y más empática. 

El príncipe de las pulgas, su texto más reciente, fue lanzado al público en Popayán en el segundo semestre del año pasado. En este relato, Emilio, que es un perro abandonado, cuenta cómo conoció a Arturo (un pequeño chico que lo acoge) y cómo fueron pasando los días y las razones para establecer un vínculo afectivo bastante fuerte. En medio del devenir de ambos personajes, se hallan sentimientos de nostalgia, de amor y de empatia. Gracias a esta obra, Cristina Rebull  obtuvo el premio... Que reafirma su vocación para narrar historias y dibujar mundos más amables y menos oprobiosos a los niños de América Latina.

Por Andrés Osorio Guillot

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