La primera vez que Horacio Benvides vio un muerto tenía cuatro años. En una colina frente a su casa vio erigirse una bandera blanca sobre el techo, era la señal de que alguien había muerto. Su madre lo llevó hasta ese lugar: una casa de bareque debajo del sol espeso del mediodía. Cuando Benavides asomó la cabeza dentro de la casa vio al muerto en el regazo de una anciana y al lado de ella una enorme olla de metal. Benvides le preguntó a su mamá: “¿Por qué lo bañan?”, y la respuesta de su madre fue: “Porque debe presentarse limpio ante el Señor”. Luego lo secaron, lo vistieron con ropa nueva, y lo acostaron en el ataúd. La anciana puso un cabo de vela a su lado, y Benvides volvió a preguntar: “¿Para qué la vela?”, y su madre dijo: “Porque tiene que pasar regiones oscuras”. Al final hicieron un atado con cintas y lo dejaron en el cajón. “¿Para qué las cintas?”, preguntó. “El muerto debe cruzar abismos”, volvió a responder ella. Después de eso, el poeta recordaría para siempre esas misteriosas palabras que describían la muerte. Lo indio y lo cristiano, la muerte como un camino, la travesía a otro lugar.
Esas palabras también marcaron la poesía de Benavides. Unas formas místicas de descubrir la vida a través de la palabra escrita, de las adivinanzas, del poema.
Horacio Benavides nació en Bolívar, Cauca. Es un referente obligado a la hora de aproximarse a la poesía colombiana. Su voz sutil y su verso breve le prestan atención al mundo que lo rodea con una precisión austera. Sus poemas se maravillan con los animales y las cosas de esta tierra y los describen como limpiándolos, mostrando sus destellos fundamentales. También se acercan al dolor y al desgarramiento que ha vivido este país de manera contenida y, con igual delicadeza, abordan el difícil y ajado tema del amor. La poesía de este autor es sencilla y está plantada en jardines silenciosos. Quizás por esa razón, está cargada de una fuerza inexplicable y sus frutos dejan sabores ciertos en la boca.
Esto escribe Nelson Romero Guzmán, otro poeta y ensayista colombiano, “Horacio Benavides es de los escasos poetas que se preocupan más por la poesía que por la elaboración mental del poema; le interesa más la esencia de un lenguaje que toca y transfigura, que construir la estructura de un cuerpo verbal sin movimiento. En su bella parábola de la escritura, el poeta la narra como una aparición a través de una araña que de repente cae al centro de la página, “enreda” al poeta en su telar y al final omite el contar. Horacio Benavidez le da la bienvenida a la ironía en este libro, la cual permite que el poema quede inacabado como parte del juego de sus significados. Lo que importa es contar el canto, como lo dejó dicho Antonio Machado. Ya el lector sabrá qué saca de esta maraña de sonido y sentido, de esos tonos juguetones y populares de la rima”.
Benavides lanza su nuevo libro con Frailejón Editores, Cuerpo de tierra. “Al leer Cuerpo de tierra, se crea la sensación de captar el eco de un mundo oculto, la imagen de una visión o la memoria de un sueño”. Este poemario está construido con frases cortas. Imágenes sencillas sobre el amor y la pérdida.
Quien es feliz no se da cuenta
mas sabe qué es dolor
cuando la ausencia atormenta
En la dicha está olvidado
quien la experimenta
en la pena el tiempo es contado
Horacio Benavidez es irónico en este libro, los poemas quedan abiertos como un juego sin fin. Lo que importa es seguir el ritmo, mantener la intensidad y como dice Guzmán: “Ya el lector sabrá qué saca de esta maraña de sonido y sentido, de esos tonos juguetones y populares de la rima”.
*Hoy es el lanzamiento de Cuerpo de tierra a las 6:00 p.m. en la librería Tornamesa en Bogotá.