El Magazín Cultural

De las revueltas a las diversas formas de protesta social

Desde hace más de dos siglos, el término revuelta se revistió de una significación política, entendiéndola como contestación de las normas, de los valores o de los poderes ya establecidos. Desde la Revolución  Francesa “la revuelta política” fue la versión lúcida de una conciencia que quería mantenerse fiel a su lógica profunda que permitía vivenciar la experiencia del conflicto y la contradicción.

Nelly Rocio Amaya Méndez
24 de septiembre de 2018 - 07:43 p. m.
Algunas integrantes del grupo Femen, cuyos slogans suelen ser del tipo "Verdad desnuda" o “Elegimos temas calientes”.  / Cortesía
Algunas integrantes del grupo Femen, cuyos slogans suelen ser del tipo "Verdad desnuda" o “Elegimos temas calientes”. / Cortesía

Es a partir de mayo de 1968 cuando los rebeldes fueron tomando el camino de una revuelta íntima, denunciando la impostura dentro de una cultura de duda y crítica que daría sus frutos en la literatura y el arte. Pero actualmente, ésta cultura crítica ha ido perdiendo su trascendencia moral y estética, o cuando existe, se la margina y se la acepta a título decorativo, como una coartada tolerada por la sociedad del espectáculo.

Es así como actualmente las formas de protesta social han derivado en formas que le apuestan a la originalidad, conocidas como confrontación creativa, como las llamaba el coordinador de Greenpeace Argentina, Óscar Soria, en 2011, cuyos ejemplos van desde disfrazarse de merluzas para manifestarse contra la pesca indiscriminada, vaciar góndolas de un hipermercado para reclamar un etiquetado de los productos transgénicos, atar las hélices de los pesqueros con cadenas para impedir su salida.

Las modalidades pueden ir desde la acción directa hasta las menos directas. Así, en el 2011 unas 4000 personas entre estudiantes chilenos, padres, ancianos y niños mantuvieron una carrera ininterrumpida durante dos meses y medio por el perímetro del Palacio de la Moneda, para defender la educación pública. La interrupción de las sesiones parlamentarias como el movimiento portugués Que se lixe a troika (Que le den a la troika) que entonó la canción Grándola Vila Morena (composición de José Afonso que sirvió de detonante de la Revolución de Abril de 1974), símbolo de la libertad y la democracia en ese país ante el por entonces primer ministro socialdemócrata Pedro Passos Coelho (2015). Igualmente, mediante el flashmob, acción organizada colectiva realizada en un lugar público y durante un breve espacio de tiempo, que se vale de las redes sociales para lanzar un mensaje e informar el día y la hora a la que va a realizarse la acción, como cuando un grupo sevillano, Flo6x8, se coló en oficinas bancarias con castañuelas y guitarras “arrancando” por bulerías con coplas alusivas a tropelías del sector financiero. 

Y como en toda sociedad del espectáculo, las protestas tienen rating, para despertar el ojo dormido del público. Para esto, basta con que sean multitudinarias, muy ruidosas o muy originales. Una caravana de bueyes mansos que pasan por las callejas del El Boscón para protestar por el cierre de un instituto de capacitación rural; una montaña de zapatos frente a la torre Eiffel alzada contra las minas antipersonales; un partido de fútbol entre los equipos Cables Pelados y Corto Circuito en reclamo por los recortes de una empresa de energía, son parte del repertorio al que venimos acostumbrándonos.

Pero aunque la mediatización de las protestas dentro de la aldea de McLuhan, tiene mucho que ver, esto corresponde a la evolución de una sociedad que hace 40 años era menos heterogénea, con pequeños, medianos y grandes propietarios, y una masa homogénea de trabajadores por lo que los sindicatos tenían su apoyo y las huelgas tenían efectos muy duros. Hoy en día, la situación es diferente: una minoría homogénea lo controla todo mientras por abajo hay una heterogénea mayoría, lo que da como resultado luchas más desordenadas, heterogéneas y anárquicas que se desvinculan bastante de las luchas masivas. Pero si hay algo que las vincula a todas es la exclusión social.

Atrás va quedando la época del efecto dominó, es decir, que alguien empezara a hacer ruido para que el resto se anime.  Frente a la Casa Rosada argentina, ciento cincuenta personas portaron la pancarta: FMI, nos queda esto. El concepto cerraba cuando luego del chillido del silbato, hombres y mujeres dieron vuelta y desenfundaron sus nalgas. Después del silencio entonaron el himno nacional en inglés, lo cual puede resultar pintoresco o desagradable para los moralistas, desvirtuando muchas veces la seriedad de sus motivos.

Feminismo innovador

Aunque las reivindicaciones de las feministas son las mismas desde que en el pasado el “sufragismo” se tomaba las calles, los métodos actuales han variado para poner en evidencia los conflictos manifiestos o desigualdades estructurales que se encuentran en la base del movimiento como inequidad social, educación, violencia, discriminación y falta de oportunidades en diferentes contextos socio-políticos.

Ya sea en Estambul, Bruselas, Roma, Minsk o Moscú, las activistas conocidas como Femen, comenzaron a hacerse visibles haciendo topless para conseguir la atención de fotógrafos y cámaras de TV, con el fin de desplegar sus demandas. Por ejemplo, en Kiev (Rusia), en el 2012, cinco chicas desnudas escalaban el campanario de la catedral de Santa Sofía -un templo del siglo XI, sagrado para los cristianos ortodoxos de Europa del Este- que culminó con el sonido de la campana mostrando la pancarta que decía "Stop", para protestar  contra un proyecto de ley enviado al parlamento ucraniano que tuvo como objetivo prohibir los abortos. Desde aquel acto, este movimiento se expandió internacionalmente más allá de Europa: Japón, China, Brasil, Estados Unidos, Australia y África.

Así sus "ataques” y novedosos eslóganes como "Verdad desnuda" o “Elegimos temas calientes”, ganan terreno dentro de una especie de “spam” femenino en vivo. Como cuando en Francia, quince mujeres de origen musulmán hicieron topless para luchar contra la ley de la Sharia, que buscaba combatir el patriarcado en todas sus formas, cuestionar la iglesia, la política y “atacar” a dictadores como Putin o consabidos machistas, como el primer ministro Silvio Berlusconi.

Como lo define la feminista Kate Millett, se vive una etapa de “resignificación”, para desafiar el orden social y el código cultural más ancestral, y universal de una comunidad como es la ideología patriarcal y sus modos de socialización. De esta manera se pretende deslegitimizar “dentro y fuera” de las mujeres mismas, un sistema que se levanta sobre el axioma de su inferioridad y su subordinación hacia el hombre.  Esto es patente cuando las propias mujeres saudíes se rebelan al volante contra la ley que les prohíbe conducir, o los hombres se ponen un hiyab para manifestar su solidaridad con "las mujeres que viven oprimidas".

El arte y compromiso 

En esencia se habla de activismo, entre lo cual existe un amplio abanico de posibilidades.  Una frase, un dibujo sobre un muro, una canción de género entre punk, rock, reggae o rap, una poesía, un documental, sólo que hoy en día se conoce con la palabra artivismo o neologismo que se refiere a una obra que participa de ambos intereses. Así, hay un amplio espectro de proyectos artísticos alternativos con intenciones socializadoras o se utilizan espacios críticos que cuestionen distintos aspectos sociales y culturales desde una posición eminentemente artística.

Siendo un término utilizado para describir la labor de los clásicos del net art, ahora el artivismo gana un amplio espacio en las redes sociales diferenciándose entre los que se suscriben a la crítica del arte, los que amplían su campo a todo tipo de cuestiones políticas y sociales, y los que se remiten a su propio medio.

Son numerosos los casos de artistas cuyas propuestas parten de la denuncia ya sea cultural, social y/o política, con la intención de restablecer la función social del arte, lo cual deriva en proyectos colectivos que entienden el arte como relación social, intervenciones artísticas en el consumo, guerrilla de la comunicación, formas creativas de movilización y protesta, propuestas críticas cargadas de humor y desobediencia. Estas nuevas narrativas quieren alterar los códigos y signos establecidos y son imaginarios que provocan la aparición de comunidades y subjetividades inesperadas.

El consumo feroz, la producción de residuos, el elevado precio de la vivienda, la especulación, el medioambiente, el individualismo, el culto al cuerpo, entre otros, son las nuevas razones contra las que luchan. Algunos vienen de una formación artística. Otros, simplemente pertenecen a movimientos sociales que han puesto en marcha otras formas creativas de denuncia social. Y todos ellos trabajan por concientizar a la sociedad, de manera lúdica, de sus problemas sin traumas y sin violencia. Y emprendieron su carrera desde finales de los 90 vemos, con los primeros movimientos antiglobalización.  

Por ejemplo, el movimiento FACC en Argentina, se propone poner el cuerpo en acción, para con el lenguaje del arte y en el espacio público, intervenir en temas de actualidad. Los artistas ponen sus energías dentro de un cuerpo colectivo  dispuestos a transgredir y romper reglas para lograr  efectos que revelen sus ideales.  

Un grupo representativo 

Vale la pena mencionar cómo en Estados Unidos el artivismo tiene mucha fuerza y está ganando adeptos bajo el actual gobierno de Trump, con su discurso machista, racista y antimigrante. Así, grupos como La pocha nostra, organización artística transdisciplinaria fundada en California (1993), es un buen ejemplo de ello, pues además provee una base  de formación artística y es un foro activista permanente.

Actualmente incluye artistas de performance destacados como Guillermo Gómez-Peña, Violeta Luna, Michelle Ceballos (figura del ballet clásico), Roberto Sifuentes, con la presencia de curadores y más de treinta asociados en diferentes países del mundo tales como México, España, Gran Bretaña, y Australia.

En cada una de sus presentaciones, el colectivo se propone cruzar y erradicar las peligrosas fronteras que existen entre el arte y la política, la práctica y la teoría, el artista y el espectador.  Sus proyectos varían desde performance individuales, en dúo o grande escala, que incluyen instalaciones de video, fotografía, audio y ciberarte, con el fin de transgredir fronteras nacionales, raciales, generacionales y de género. Cada colaboración funciona como un acto de “diplomacia ciudadana” y como un medio para crear ‘comunidades efímeras’ de rebeldes con pensamientos paralelos, para encarnar el ideal: ‘Si aprendemos a cruzar las fronteras en escena, aprenderemos a hacerlo a grande escala en las esferas sociales’.

Este movimiento lucha por la erradicación de los mitos de pureza y por la disolución de las fronteras que rodean la cultura, la etnia, los géneros, el lenguaje y el oficio. De esta manera, se pueden ver diferentes aspectos de la protesta cultural que constituyen a nivel simbólico, un acto radical.

Así han venido trabajando desde el año 1979 en diferentes escenarios nacionales (Los Ángeles, Santa Mónica, San Francisco), e internacionales (Baltimore, Venecia, México, Zurich-Suiza, España), como en el SHVR Ground Festival en Yakarta-Indonesia, donde realizó un taller intensivo de diez días, en los que participan artistas de performance, actores, bailarines y estudiantes de diversas comunidades étnicas, generaciones y orígenes artísticos ya reconocidos internacionalmente dentro de la temática de exploración del concepto de la "ciudad en ruinas" y la política del uso del suelo urbano.  El pasado 16 de septiembre realizó un taller enfocado en el arte performance y el cuerpo humano como un sitio para la creación, la reinvención, la memoria y el activismo, que ofrece metodologías de desempeño practicadas en LA POCHA NOSTRA, siendo una combinación ecléctica de ejercicios tomados de múltiples tradiciones, incluyendo arte de performance, teatro experimental y danza, el método Suzuki, rituales performativos y juegos de rendimiento.

En suma, el espíritu de revuelta del que nos habló Julia Kristeva, sigue buscando sus vías, sus caminos dentro del mundo globalizado, así sea con métodos que se pueden asimilar a la cultura del performance, el entretenimiento o el “show” mediático; pues en la medida en que es pensado y representado como un impulso hacia la reflexión social, aporta -en mayor o menor medida-, la detención insana de la misma crítica y el cuestionamiento.

Por Nelly Rocio Amaya Méndez

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar