El Magazín Cultural

Decálogo de la voz

La pérdida de la voz va más allá de guardar silencio, denota la represión por el grito. La cantidad de veces que debió levantarse la voz en protesta, denuncia o defensa. El acto de cerrar la boca denota el temor por represalias frente al señalamiento de la injustica propia o ajena. Guardamos silencio frente a la agresión, tanto física como psicológica.

Karim Quiroga
10 de diciembre de 2017 - 05:15 p. m.
Cortesía Soymimarca
Cortesía Soymimarca

Pero la voz, aunque se pierda en un hilo o se reprima, en algún punto se manifiesta para reclamar, aunque tarde, aunque en la noche, cuando todos duermen, la voz llega para pronunciarse. La ausencia de voz incompleta el debate; la osadía, la opinión, ¿alguien tiene alguna pregunta? inquiere la docente al final de la clase, y casi siempre la respuesta proviene de la misma voz. Las otras voces, regresan para activar sus celulares. La voz se pierde allí, en ese delirio.

Shakira se ha quedado sin voz, aunque, de alguna forma, ya no la tenía, y frente a su silencio físico,  se despiertan miles de interpretaciones, que van desde la falta de amor y cuidado de su pareja, hasta sus malas decisiones físicas o profesionales. No debió convertirse en rubia, no debió cantar a dúo reggaetón, no debió volverse un producto, una marca que incluye pasta dental, discos y perfumes.

Ignoro los criterios de su condición médica que serán solucionados en una clínica de Boston. Pero el tema de la pérdida de la voz, se aplica a hombres y mujeres que se dejaron vencer. Que permitieron que otros tomaran  decisiones por ellos mismos; abandonaron los argumentos y empezaron a responder monosílabos y en algún punto, se apropiaron de un lenguaje de señas.

El silencio es aciago; abrumador por situarse en un espacio vacío y lleno de limitaciones. El silencio es esa ausencia de afecto contenido. Al ingresar a una habitación llena de niños todos gritan y hablan al mismo tiempo, nadie manda a callar o a guardar silencio; las voces se escuchan en diferentes tonos pero en una habitación con adultos, algunos se tapan la boca mientras hablan de otra persona, ausente, otros llevan la voz cantante mientras los demás asienten. En un espacio lleno de adultos, el rumor y el chisme circulan en el ambiente. Hay una pérdida allí, que ha tomado años en decantarse. Para escucharse a uno mismo no se requiere un auditorio. Aunque solemos callar aquello que duele hasta la médula. El silencio, desde allí, es una causa perdida.  

¿Y la voz del amor? Al principio ingresa a hurtadillas, casi en susurros, aguda, idealizada; una melodía completamente dulce que con el tiempo se transforma y se amarga.  

 

Por Karim Quiroga

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