El Magazín Cultural

“Decir lo indeseable”

Este espacio se creó hace seis años, a la sombra del festival de poesía de la ciudad, para darles voz a los marginados. Este año, le rinden un homenaje a Darío Lemus.

Yorley Ruiz M.
13 de julio de 2017 - 04:02 a. m.
Paty David, poeta invitada al Festival  Alternativo de Poesía. / Yorley Ruiz M.
Paty David, poeta invitada al Festival Alternativo de Poesía. / Yorley Ruiz M.

En el centro de Medellín emerge este espacio poético y cultural, que busca darles voz a poetas locales y nacionales, con recitales en teatros, cafés y bares de la ciudad, hasta el próximo 16 de julio. Esta sexta edición está dedicada a la obra del poeta nadaísta antioqueño Darío Lemus.

“Es hora de comenzar la lectura —dice Andrés Bustamante, uno de los gestores del festival—. Sólo estamos dos personas que van a leer y yo. Raúl, nervioso, dice que nadie va a venir, ni siquiera los que van a leer; postergamos quince minutos el inicio y en ese lapso nos tomamos todas las cervezas que podemos mientras repasamos lo que vamos a leer o a decir”. 

La tertulia, la bohemia, los cafés y los bares son, según Víctor Bustamante, director del Festival Alternativo de Poesía de Medellín, características de los poetas y de sus lugares. Por ello, este festival, que se hace a la sombra del Festival Internacional de Poesía de la capital antioqueña, se celebra en diferentes espacios nocturnos del centro de la ciudad, entre ellos el café-libro, Este Lugar de la Noche, cercano a la Universidad de Antioquia, donde él, sus siete amigos y quien quiera se reúnen a dar rienda suelta a la palabra. Cuenta que han llegado a reunirse hasta 20 personas, itinerantes.

La historia comenzó seis años atrás, cuando él y sus amigos escritores vieron que en la ciudad faltaba un espacio dedicado a la poesía local y nacional. “Era necesario mostrar que en Medellín había otros poetas”, explica Bustamante, quien, con recursos propios y algunos de los de sus amigos, dio paso, en 2012, a la primera edición, que conmemoró la obra del fundador del Nadaísmo, Gonzalo Arango.

Durante el transcurso de estos años ha crecido la participación de poetas de otros municipios aledaños y de distintos lugares del país, como Cali, Bogotá e, incluso, La Guajira. “Es una idea, como ocurrió en Francia, en los salones de pintura, en los que los pintores que eran rechazados hacían un salón de pintura paralelo. Entonces, es una réplica de eso y también un deseo de mostrar que en Medellín se pueden hacer muchos eventos”, dice Bustamante, un economista que abandonó los números y se encaminó hacia las letras y el cine. 

Desde comienzos de este año, él, en conjunto con Juan Jaime Gaviria, Carlos Alfonso Rodríguez y José Bedoya, comenzó a bosquejar la programación de esta edición del festival, donde muchos poetas que querían participar comenzaron a postularse y a engrosar la lista de invitados: “Nosotros hacemos una programación, hacemos una lista y van llegando poetas. Leemos algo de sus obras y los vamos incluyendo. Todos tienen su espacio. Es un proceso de poesía amplio porque muchas veces tenemos una lista ya elaborada y llegan otros poetas del país”, explica el director del festival, quien además dirige la revista Babel, que homenajea a escritores vivos de la ciudad.

“Presentamos la lectura a nosotros mismos como si fuéramos cincuenta —dice de nuevo Andrés Bustamante—. Raúl grita algo en la calle, aparece Víctor, pide un ron y saca su cámara modelo 2000. José Bedoya sigue sudando, Isabel me dice que no quiere leer. Comenzamos a llamar a los que leen, saltando de nombre en nombre, sin obtener respuesta. De pronto, después de un nombre desconocido, alguien se levanta y lee”.

La pasión  y la apertura son unos de los ingredientes que componen este festival; el voz a voz, las publicaciones por redes sociales y en algunos periódicos locales han hecho que este espacio se vaya impregnando poco a poco en la ciudad y en el imaginario de sus habitantes.

“Aparece este tipo de certámenes porque la gente quiere expresarse, la gente quiere contar, la gente quiere escribir. Esta no es solamente una ciudad que vive traumatizada por el narcotráfico, por otros problemas, sino que la gente también es muy sensible y los cafés son puntos de encuentro, son para que las personas compartan su poesía, lleguen allá y lean”, explica Bustamante.

Hacer un pare en un bar, en un café, detener la música y así, en medio de cervezas, vino o de un aguardientico, escuchar poesía, ver un grupo musical emergente y hasta disfrutar de una obra de teatro son unos de los retos a los que apunta este festival, que busca mostrar otras formas de habitar la ciudad. Sus palabras deambulan sutilmente de calle a calle.

“No solamente para que la gente esté tomando trago y escuchando música, sino que también nosotros nos metemos a hablar de poesía y a compartir con la gente que llega (…). Es un espacio abierto, donde siempre queremos que la poesía mantenga ese nivel como de disidencia; sin ataduras, sin compromisos”, señala el director de este certamen, quien además lo define como un espacio para “decir lo indeseable”.

El festival se desarrolla en lugares como la Universidad de Antioquia, la biblioteca de Comfenalco, el bar La Huerta, el café Ambrosía, el café Asterión y el Teatro Porfirio Barbajacob, donde se inauguró, el 8 de julio, y busca homenajear a Darío Lemos, un poeta de Jericó, Antioquia, que nació en 1942 y murió en 1987, y quien es considerado el más joven de los integrantes del movimiento nadaísta.

Andrés Bustamante, uno de los poetas participantes de este festival, expresa que el valor de la poesía para una sociedad radica en las diferentes posibilidades de comprensión del mundo e incluso del contexto particular: “No vale tanto la pena para el país. Ahí es donde radica su fuerza; es más una manera de ampliar la compresión del mundo acogiendo el misterio, deshaciendo los límites de la moral, el pragmatismo y el dogmatismo. El arte es, en principio, política, pues se sustenta en la aparición del otro o lo otro”.

“Van llegando lectores, invitados, músicos e incautos, hasta que el bar, sin saberse cómo, está totalmente lleno —concluye Andrés Bustamante—. Los organizadores leen los nombres de la lista, los de aquellos que no están en la lista. César el Máster, Cervantes toca su saxo y un borracho toma el micrófono y dice que esto es muy importante para...; de pronto, son las diez de la noche, mejor damos agradecimientos y apagamos el micrófono antes de que la noche sea interminable”.

Por Yorley Ruiz M.

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