El Magazín Cultural

Del arte de llorar en el cine

Llorar en el cine es el título del más reciente poemario de Beatriz Vanegas Athías, publicado en edición bilingüe por la editorial independiente Ediciones Corazón de mango.

Betsimar Sepúlveda*
10 de julio de 2018 - 09:42 p. m.
La poeta colombiana Beatriz Vanegas Athías, quien acaba de lanzar su más reciente libro de poemas, Llorar en el cine.  / Cortesía
La poeta colombiana Beatriz Vanegas Athías, quien acaba de lanzar su más reciente libro de poemas, Llorar en el cine. / Cortesía

Bajo el cielo de Majagual, un pueblo situado al sur del departamento de Sucre en la Costa Caribe de Colombia, todo es quietud salvo por los pregones de quienes van por las calles vendiendo peto, arepas de arroz, naranjas dulces y peladas como soles jugosos. Sobre la calle central estaba el Teatro Diana. en cada función proyectaban en tamaño gigante los amores imposibles entre Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, los besos impúdicos entre Clark Gable y Vivien Leigh o los besos que anunciaban traición y muerte en la mejilla del impecable Marlon Brando.

Y allí, en una esquina de la sala oscura, estaba una niña con el corazón henchido y las pupilas dilatas de asombro por causa de aquel cinemascope que podía transformar una película en un poema: frente al desamparo del abismo/la mano de garra protectora/Ante la bala certera del enemigo/el sombrero como yelmo impecable y el salto imposible( ) Ante la traición del puente colgante/la voltereta mágica/la caída en picada/ ( ) cuando mi madre me enseñaba que para Dios no había nada imposible/yo pensaba en ti/ Indi.

Beatriz, la hija de la niña Amely Athías, la taquillera del cine, esperaba a que la mujer de la antorcha o el rugido del león de la MGM anunciaran el comienzo de la historia que ella viviría como propia. Así, Telma y Louis tendrían una tercera cómplice en el auto;  o le correspondería ser la celestina silente de Francesca y Robert durante los apasionados cuatro días en los que descubrieron que la vida estaba en otra parte, en el centro del amor, allá en los Puentes de Madison: Siempre habrá un jardín/que dependa de tu amor/siempre será necesaria la paz de lo mismo/Siempre vencerá la confianza/que te obsequian esos ojos/Y esta luz que sólo ocurre/una vez en la vida/siempre será sustituible.

O acompañaría la arrogancia de Doña Bárbara que desde entonces no abandonó a María Félix. Beatriz Vanegas Athías creció como Toto o Salvatore, el personaje de Cinema Paradiso, con un amor declarado por las salas de cine. Entonces la niña que era Beatriz, al crecer no se hizo directora sino escritora, y desde la poesía pudo descubrir y explorar el sentido liberador, de subversión de la realidad; halló el umbral al mundo maravilloso del subconsciente, tal como lo dijera Buñuel.

Hoy leo y releo Llorar en el cine, el poemario que reúne los textos escritos a partir de los filmes que marcaron su vida y confieso que la mía también.

No podría dudar ni un segundo que la nostalgia, el desarraigo, el carácter apasionado y telúrico de Beatriz es una herencia innegable de la educación sentimental que recibió de la mismísima María Félix cuando a caballo se apropió para siempre de la soberbia de doña Bárbara y ni qué decir del deseo por padecer un tormentoso delirio para poder llorar como lloraba la Violetera. La pantalla se inundaba con la lágrima oceánica de los ojos más hermosos del cine mexicano.

Me conmueve su capacidad para traernos de vuelta a la sala y llorar al maestro Gregorio de La Lengua de las mariposas o sonreír junto al Doctor Zhivago y su mirada perdida de amor. Beatriz los conoce tan íntimamente que pudo hallar el lenguaje preciso para prolongar la vida de cada uno de ellos luego que desapareciera el último de los créditos en la pantalla y la sala quedara desierta.

Llorar en el cine también nos trae poemas escritos desde el silencio, no del no hablar, sino del escuchar con la piel, con los ojos, con el olfato, con la intuición. La poeta Beatriz pronto descubrió que el oído fue menguando y le fue negando el paso al canto del pájaro, a la voz de quien insistía en decirle más alto un, te extraño, o a los boleros que forjaron su corazón.

Entonces, como Indiana Jones o Leia Organa también encontró los códigos para descifrar el mundo y el lenguaje preciso para decirlo: escribió la poeta sorda/un poema con la palabra orquesta/y en seguida llevó sus manos al pecho/cerró los ojos como si entonara una oración/y los pies tomaron vuelo.

Llorar en el cine es el título de su más reciente poemario publicado en edición bilingüe por la editorial independiente Ediciones Corazón de mango.

Es uno de esos poemarios en los que uno sale como del cine, como del silencio, con ganas de volver a entrar para que toda la fuerza de lo imaginado y sentido vuelva a anidarse en el pecho, porque de vez en cuando: los ojos se cierran para habitar la eternidad por un instante.

 

*Betsimar Sepúlveda: (RUBIO-TÁCHIRA, Venezuela, 1974) Poeta, cronista y fotógrafa. Venezolana residente en Cali-Colombia desde 2007. Tiene en su haber cuatro libros publicados, parte de su obra también aparece en antologías publicadas en Colombia, Perú y España.

 

 

 

 

Por Betsimar Sepúlveda*

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar