El Magazín Cultural

Diálogo con San Martín (Cuentos de sábado en la tarde)

Voy a morir dentro de poco. Puede ser en un minuto o una hora. Nacer, crecer, vivir, desvivir, reproducirse, gozar, sufrir, aborrascarse una vez, reverberar en la siguiente, desvivir un momento, dibujarlo de nuevo.

Juliana Vargas / @Jvargasleal
15 de febrero de 2020 - 07:56 p. m.
Pintura: Ernest Descals
Pintura: Ernest Descals

Todo eso es sólo una ruleta, de esas que se giran con emoción, y al final, cualquier resultado es el mismo. Un complejo proceso incoherente que se resume, al final, en la muerte.

San Martín, no me mires así, si es que aún estás en alguna parte. Cuando fuiste soldado romano diste con la casualidad de entregarle la mitad de tu capa a un mendigo ¿Ahora me vas a hacer creer que por esa nimiedad se te apareció Jesús a agradecerte? En ese caso, se le aparecería a todos esos sarracenos que pasan por acá. Vienen cubiertos con sus finas túnicas de seda cruda y gorros adornados con piedras preciosas. En días fríos como el mismo infierno caminan sobre botas de fieltro y bajo albornoces de lana con capucha. Los herejes me lanzan pan de cebada o ese intento de carne que llaman lenteja. Saben a soberbia, a ego exaltado, a piedra negra idolatrada. Yo como y escupo, mastico y escupo. Vivo y muero, vivo y muero. Por momentos me confundo y me torno en perra. Mis manos son garras que arañan la harina en busca de resquicios de una existencia ya pasada.  Y cuando se acaba el pan, cuando se acaba el último grano de lenteja, los busco, les ruego. Me olvido de su soberbia y de su ego, de sus dioses y de su victoria. Vuelve el pan, vuelve la lenteja, y se reinicia el ciclo. Humano-animal, animal-humano…

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Confiésame, San Martín, ¿le diste media capa al mendigo por las mismas razones? No te escucho, no te escucho… Recuerda que el silencio otorga… Aun así no me contestas, debe ser la vergüenza la que no te permite responder. Claro, claro que se la diste por las mismas razones. No existió un solo soldado romano que no fuera soberbio. Que se te apareció Jesús… ¡Mira! A esa vieja que me acaba de lanzar garbanzos también se le apareció. Habría preferido sus alpargatas de suela de esparto o su velo, pero estos granos están bien, suficientes para la venida de portentos traídos del cielo. Hoy es un buen día, no me tocó ser perro sino paloma. 

Está bién, de pronto sí se te apareció Jesús, de pronto sí te convertiste por convicción y moriste santo ¿Qué más da? Nacer, crecer, vivir, desvivir, matar, revivir, enloquecer, santificarse…La ruleta gira, pudiste no haber entregado capas. La ruleta gira, pudiste morir en batalla. La ruleta gira, aun peor, pudiste morir en una pelea de borrachos. Todos los soldados se embriagan en alcohol porque no pueden hacerlo en la sangre que derraman. La ruleta gira, y aun convirtiéndote al catolicismo terminaste siendo un asesino ¿Creíste que tu vida se facilitaría si se la entregabas a un ser superior? Perseguiste a gnósticos y maniqueos y después pretendías que el Papa no los ejecutara. Eres un idiota.

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De todas formas, no importa, nada importa. Santo, asesino, borracho, mendigo…Al final del camino, la ruleta se detiene y tú también mueres. Siento pena por ti, San Martín. Tal vez es esta lluvia que se adhiere a mis piez descalzos como garrapata. Duele…duele mucho, tanto como te debió doler a ti morir. Bien lo sé yo que estuve allí. 

Fue grandioso. Tú, santo patrono de la Galia, cubrías con tu capa espiritual el campo de batalla. Al otro lado de la basílica de San Martín de Tours estaba Abderramán, toda una ironía musulmana. Piel blanca, ojos záfiro, cabello amaranto y su identidad musulmana desplegada en tintes de alheña. Primero lo vi como una mentira. Después me pareció ver un atisbo de acertijo: influencia omeya, ascendencia vasca, nacimiento sarraceno, corta estatura y majestuosidad arabesca. Al final vi una esfinge, una destrucción creativa. Las lanzas sarracenas se clavaron en nuestros caballos, haciendo de soporte para construir su futura sociedad en Tours. Sus cimitarras cortaban en vaivén, en círculo, en serpentinas. Eran bailarinas diestras en pleno espectáculo. Sí, un espectáculo negro y rojo que salpicaba ora en brazos, ora en piernas, ora en cabezas desperdigadas por el escenario, haciendo de escenografía. Detrás de bastidores permanecía Abderramán impasible, observando cómo se apilaban cadáveres francos. Uno a uno se amontonaban, queriendo vivir juntos sus últimos instantes. Clap, se incluye un nuevo cádaver; clap, se aplaude a la cimitarra. Clap, vuela una cabeza encima mío; clap, se aplaude al sarraceno. Clap, te cercenan, San Martín; clap, primero cae la torre sur, luego el campanario; clap, ahora tu piedra de mármol no es blanca, ahora es roja; clap, tu mármol ya no es liso, ahora es viscoso; clap, la tierra tiembla; clap, tu sarcófago sale despedido destruyendo el altar. Clap, clap, clap. Cae la basílica de San Martín de Tours. Se termina el espectáculo. Todos aplauden: clap, clap, clap. 

Ya los sarracenos conquistaron Galicia, Sajonia, Lombardía y ahora van a por los hunos. La Basílica de San Martín de Tours ahora es la Mezquita de Tours. Ahora me recuesto sobre ladrillo rojo en lugar de mármol blanco ¿Por eso no me escuchas? ¿Te mataron hasta el espíritu? Mejor para ti, si de verdad se te hubiera aparecido Jesús, Carlos Martel habría derrotado a los sarracenos en 732, te habría salvado. Los francos habrían evitado las antiguas vías romanas, habrían cogido desprevenidos a los sarracenos, tu basílica seguiría en pie, la ruleta seguiría girando para ti… Eres una vergüenza, seguro te prefieres muerto. Muerto como Zeus, ahora muerto como Dios…

Mira, ahí viene alguien más. No trae albornoz ni alpargatas. No trae botas de fieltro o piedras preciosas. No huele a pimienta, clavo o azafrán. Me da una capa… por fin alguien me da algo más que migajas. Tenía frío, ya no lo siento… Ya no duele… Ya no veo la ruleta girando. Nacer, crecer, perder, despotricar, morir… Verte, San Martín.

Por Juliana Vargas / @Jvargasleal

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