El Magazín Cultural

Diario de un consumidor

En ‘Obsessive consumption’, Kate Bingaman-Burt reflexiona desde un punto de vista personal acerca del mundo del consumo.

Santiago La Rotta
26 de diciembre de 2012 - 06:41 p. m.
Diario de un consumidor

Lo que cuentan las primeras cifras es que, con todo y la crisis, los desfalcos bursátiles, las charlas sobre el déficit fiscal en Estados Unidos, la Navidad volvió a ser un buen negocio. Tal vez no tanto como en otros días, es cierto, pero la época rescató de nuevo la fe de los comerciantes en el dios dinero y sacó el lado más consumista en casi todos los seres humanos.

Es bien sabido que el consumo es una fuerza silenciosa, pero no por eso menos importante. La callada conciencia del deseo que se revuelve calculando precios, ofertas, márgenes de ganancia, tasas de interés, plazos de pago. Una ecuación omnipresente que termina por cuantificar un anhelo social: ganas de más.

Más que un producto, un ítem, lo que se vende es un anhelo. En esa medida, consumir es, más que un acto de masas, un asunto íntimo, una declaración de identidad si se quiere.

“Lo curioso es que la gente cree que me conoce, porque ve lo que compro. Aún me resulta extraña esa idea”. Kate Bingaman-Burt ha publicado varios libros (Obsessive consumption: What did you buy today es uno de ellos), mantiene un blog, da clases de diseño gráfico y dicta conferencias. Su vida personal y profesional gira alrededor del consumo, podría decirse. Su enfoque, algo distante del análisis científico, es más una relación personal con las cosas que compra.

Sus proyectos la han llevado a dibujar desde 2005 al menos una de las cosas que compra diariamente. También ilustra sus extractos de cuentas bancarias, tarjetas de crédito, facturas de los servicios públicos, algunos recibos.

El resultado es, no tanto un recuento, como una historia muy personal que se desenvuelve con los objetos cotidianos que se dan por sentado: una crema de dientes, rieles para cortinas, huevos. Los dibujos de Bingaman-Burt suelen desvelar una belleza simple en la inacabable rutina de comprar. “Me encanta documentar lo mundano, y, a cambio, ponerle una cara personal a algo que ha sido producido en masa”.

Debajo de los colores y los trazos puede leerse también otra narrativa que habla acerca del mundo del consumo. ¿Por qué compramos lo que compramos? ¿Es necesario comprarlo? No hay textos de análisis o cifras sobre el impacto ambiental del modo cultural que habitamos. Hay, a cambio, ilustraciones de un cortaúñas, zapatos, tazones para comida de perro, estimuladores mecánicos para mano, lámparas, moldes para hornear, discos con series de televisión, revistas que fueron leídas en vez de mirar las series de televisión: el relato personal de los productos que constituyen una vida. Hay denuncia, mas no histeria. Bingaman-Burt asegura que a ella se le aproximan desde activistas hasta adolescentes fanáticas de Vogue. La historia tiene tantos fines como lectores.

“¿Por qué enfocarme en el consumismo? Las compras, los problemas con el dinero y la conexión emocional con la adquisición de productos han sido una constante en mi vida. Cuando las mujeres de mi familia nos reunimos vamos de compras. Discutimos temas importantes de nuestras vidas sobre las góndolas de los supermercados en vez del mesón de la cocina. Es así como aprendí a comunicarme”.

Por Santiago La Rotta

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