El Magazín Cultural

Diario del confinamiento III: Cuidarnos y cuidar (Tintas en la crisis)

Hoy martes cumplo una semana de confinamiento en mi casa. Cuando pienso en el tiempo que ha pasado, tengo la sensación de que han sucedido muchas cosas a pesar de la poca actividad real que he tenido.

Daniela Siara
18 de marzo de 2020 - 06:25 p. m.
La vida y los pequeños detalles del día a día, parte de la historia de la crisis del coronavirus.  / Cortesía
La vida y los pequeños detalles del día a día, parte de la historia de la crisis del coronavirus. / Cortesía

Me siento como cuando estoy de viaje; muchos inputs aleatorios en todo momento, sumados a la sensación de estar viviendo una realidad prestada. En definitiva, mi día a día, que me atrevería a decir el de todos, se presenta muy extraño. Mi interacción con el exterior, que antes sostenía con unos compromisos previamente delimitados y reiterados en la semana, se han esfumado. Además, mis horarios andan completamente trastocados para poder escribir y estar presente en los cuidados de la familia.

Si está interesado en leer el segundo capítulo de esta serie, ingrese acá: Diario del confinamiento II: Miedo (Tintas en la crisis)

Nunca en mi vida había tenido tanta actividad por WhatsApp como en estos últimos días. Información a borbotones que voy descartando y otra a la que voy prestando un poco más de atención, aunque no la suficiente para que algo quede en el tintero. Tengo que reconocer que han sido interacciones de poca calidad. Mucha gente mandando información de prevención que apenas miro; explicaciones sobre qué es virus; ideas de actividades para hacer con niños en casa (las cuales recopilaré, cuando tenga un poco de tiempo) y memes, los cuales agradezco con el corazón.

Hoy he tenido que cargar la batería a mi teléfono dos veces. He estado texteándome con mis dos familias y amigos todo el tiempo. En mi ciudad, Manizales, se ha decretado toque de queda para los mayores de 60 años y para los niños. Nadie está acostumbrado a tal aluvión de medidas extraordinarias. Entonces, para sobrellevar la ansiedad, mandamos mensajes compulsivamente, expresamos nuestra indignación porque la gente se lo esta tomando con poca seriedad, o con mucha seriedad, porque las filas del supermercado son tremendas, porque la policía ha salido a las calles. Hoy ha sido el día de shock colectivo en Colombia, bueno, en realidad empezó ayer.

Si desea leer la primera entrega de este diario, ingrese acá: Diario del confinamiento (Tintas en la crisis)

Mientras mi marido organizaba el caos real, el de juguetes y libros infantiles tirados en medio de la sala, y yo doblaba la ropa seca que hace dos días estaba en un tendedero en el balcón, le dije que tenía la sensación de que el desborde de información e interacciones que me llegaba a través de mi teléfono era un reflejo del caos en el que estamos todos. Esa pequeña conversación, más el sosiego de hacer algo mecánico como descolgar y doblar ropa, me hizo caer en cuenta de cómo se puede perder el foco por las redes sociales y la información infinita que nos llega a través de internet. Más allá del descontrol, recuperé la certeza de que hay que centrarse y fijarse en lo que realmente importa: Cuidarnos y cuidar de los otros y eso pasa incluso por el acto intrascendente de tener organizado el espacio de confinamiento.

Hablando de cuidados, la medida más importante que podemos hacer ahora es quedarnos en casa, esto es lo mínimo. Pero en referencia a cuidar de los otros, la punta de la pirámide es hacerle blindaje a los mayores, que no tengan que salir de casa por necesidad. Quizás sería buena idea hacerles el favor de ir a comprar por ellos, o ir llamándolos para ver qué necesitan. Aunque parezca una contradicción, cuidarlos es no ir a visitarlos estos días, o dejarles el mercado en la puerta. Y algo muy importante, no ponerlos al cuidado de los niños, de verdad es un riesgo grande para ellos. Los niños son vectores de contagio muy poderosos.

En Barcelona hay una tradición de colaboración comunitaria muy bonita. Para esta crisis, en los diferentes barrios de la ciudad se han activado números de teléfono para que las personas mayores con necesidades de ese tipo sean ayudados por sus vecinos. Luego, también hay mucha gente donando dinero a asociaciones que atienden a inmigrantes, sin duda, los más desprotegidos de estas sociedades del primer mundo.

Se me ocurre que sería buena idea aprovechar las posibilidades de la tecnología, para brindar ayuda real a través de redes de apoyo familiar y de amigos. La creatividad y organización al poder, seguro que si queremos podemos aportar. Y los colombianos siempre hemos sido muy solidarios.

Así mismo, otra forma de cuidar a la gente que nos cuida es pedirles a las empleadas domésticas de no venir a trabajar, pero seguirles pagando o hacer arreglos favorables con ellas. También merecen estar en casa. Tengan en cuenta que si ellas se cuidan a la larga nos cuidan. En uno de mis chats colombianos justo se estaba hablando de este tema. Alguna se preguntaba cómo haría para trabajar, atender el orden, la logística de la casa y el bebé. Se barajaron opciones, como no prescindir de la ayuda de la empleada y hacerla bañar y cambiar de ropa cuando iniciará su jornada de trabajo. Me pareció una locura, no solo para las empleadas, sino para las familias que las acogían después de que ellas habían estado sometidas a altos grados de exposición en transporte público. Además, de la convivencia que muchas tienen con otras personas que no pueden trabajar desde casa, que viven del trabajo informal.

Vamos a decir las cosas por su nombre: disfrutar de la cuarentena también es un privilegio de clases medias y altas. Hay muchísimas personas que dependen del rebusque diario. Esto daría para escribir otros tres días y realmente no sé qué alternativas habrá para ellos, más allá de seguir saliendo a la calle y trabajar. Simplemente, lo quería nombrar para tenerlo presente y despertar empatía. Sin duda, los ingresos de esas personas disminuirán considerablemente y mucha gente será apartada de sus trabajos.

Cambiando de tema, en España ha sucedido un fenómeno que habla de la falta de cuidado con los semejantes. La semana pasada, cuando se decretó el cese de actividades en Colegios y Universidades, miles de familias se fueron a sus segundas residencias en la costa, pueblos en las montañas y las islas baleares. Mucha gente pensó que la cuarentena era unas vacaciones o que estarían más a salvo de contagiarse fuera de Madrid o Barcelona. No consideraron que podrían estar contagiados y llevar el virus a lugares donde no lo había. Normalmente, los lugares de veraneo son pueblos pequeños que tiene una asistencia sanitaria muy básica. Por tanto, en medio de su inconsciencia también se pusieron en riesgo a sí mismos.

Como medida, muchos pueblos de la costa decretaron el confinamiento cuando vieron tal cantidad de población de ciudad que llegaba. Cerraron las playas para evitar la sensación de vacaciones que da la cercanía al mar. Y lo último que ha pasado, es que desde el domingo han bloqueado carreteras y ahora es casi imposible moverse en transporte publico. No sé como se hará en Colombia, pero seguro que muchos estarán tentados de hacer lo mismo en medio de su egoísmo, individualismo y poco cuidado por el otro. Esperemos que se lo piensen dos veces o que los compromisos laborales no se los permita.

Por último, hoy he tomado la decisión de hacer un poco de descontaminación digital y, a partir de mañana, miraré el teléfono en dosis más racionadas. Tengo la necesidad de acotar el caos y de ponerle más estructura a las actividades que voy desarrollando con mi hijo. En otras palabras, habitar de verdad el día a día con toda la logística que implica este cambio temporal de vida. Además, hay cosas del ámbito domestico que ya no dan más espera y no puedo seguir con la atención fugada detrás de una pantalla.

Por Daniela Siara

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