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Dos extraños jugando a quererse

‘13 sueños (o sólo uno atravesado por un pájaro)’ es una arriesgada propuesta dirigida por Laura Villegas y con la dramaturgia de Fabio Rubiano, que se hace en 13 espacios diferentes del mismo edificio.

Lorena Machado Fiorillo
08 de agosto de 2013 - 10:00 p. m.
La obra comienza en un bar y termina con una cena que se va desvaneciendo, como en un sueño. / Fotos: Cortesía
La obra comienza en un bar y termina con una cena que se va desvaneciendo, como en un sueño. / Fotos: Cortesía

Una luz tenue, medio rojiza, envuelve el baile de dos amantes que deambulan entre el deseo y la furia de un posible abandono. Los cuerpos se acercan y se alejan en el arrebato de querer tenerse. Cuando no, ella va a una esquina del escenario a desahogar sus penas en lo que simula un baño y él va a la otra, donde queda una cabina telefónica. Los dos se llaman. Mientras tanto, el espectador ha permanecido quieto, contemplándolos, y en pocos segundos comprende que si no alza la bocina del teléfono que se encuentra a su lado no podrá escuchar la conversación que están teniendo.

Este fragmento es uno de los trece que componen Trece sueños (o sólo uno atravesado por un pájaro), el nuevo montaje presentado en el Teatro Odeón, en el que el público deja de ser una figura inmóvil y se pasea por trece lugares de los cinco pisos del edificio que antiguamente era el Teatro Popular de Bogotá (TPB) y que hoy se consolida como un espacio que apuesta a proyectos alternativos.

La obra, que tiene en su elenco a Marcela Agudelo, Anasol y Jairo Camargo, es una fusión de teatro, música, danza, artes visuales y plásticas, dispuesta en un trayecto en el que los actores son los guías y en el que las fracciones duran de cuatro a doce minutos. Si bien cada pieza se sostiene por sí sola, es un unitario, un cuento de amor que evoca la tragedia a través de elementos que aparecen en los sueños y que se vuelven una constante.

“Se podría confundir con microteatro, pero es una sola historia que el espectador debe recorrer y, a diferencia de una obra convencional, tendrá que moverse. Cada lugar tiene su sueño, lenguaje y recurso distinto, pero todas atraviesan el amor de una pareja en épocas también distintas de su relación mientras suena siempre el bolero Noche, no te vayas. Se invade el espacio con un formato que casi no se ha visto en Bogotá para sacudirlo”, señala la directora de la obra, Laura Villegas, quien concibió la idea especialmente para el Teatro Odeón, luego de que su directora, Tatiana Rais, le pidiera desarrollar algo que resurgiera las artes vivas en el lugar.

En Trece sueños (o sólo uno atravesado por un pájaro) el concepto de público se desdibuja y se transforma en una suerte de testigo que tras la inicial ignorancia va recogiendo las partes de situaciones que ocurren en un bar, un sótano, un balcón, una carretera, una cena y un bosque. Entre tanto, cuando camina, es observado por pájaros, animales que quizá no ve pero que están ahí, acechándolo, como un símbolo de que toda historia de amor es una triste historia de amor.

Por Lorena Machado Fiorillo

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