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“El asesinato de Lara Bonilla fue un crimen oficial”: Alberto Donadio

En su más reciente libro, el periodista vuelve a cuestionar la versión oficial de los hechos. En este caso, asegura que el crimen del ministro de Justicia estuvo mal investigado.

Ángel Castaño Guzmán
26 de enero de 2016 - 03:16 a. m.

Cada libro de Alberto Donadio, uno de los decanos del periodismo investigativo nacional, cuestiona la versión oficial de los hechos. Después de la minuciosa investigación sobre el fraude de Interbolsa –por la que obtuvo un premio de la CPB en 2013– y de contar la historia de los italianos en Cúcuta, Donadio regresa con un libro revelador sobre el asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla.

Después de investigar la vida del personaje para escribir el libro El asesinato de Rodrigo Lara Bonilla: la verdad que no se conocía (Sílaba, 2016), ¿qué impresión le quedó del inmolado ministro? ¿Qué tipo de persona fue?

Comparto la opinión que Héctor Osuna expresó hace un año sobre Rodrigo Lara Bonilla. Osuna dijo que Lara Bonilla en el Nuevo Liberalismo tenía más temple, se le veía más fuerte, más desafiante, más enérgico. Un año antes de morir, Lara Bonilla preguntó si podían estar en el Partido Liberal los que autorizaron o cohonestaron la violación sistemática de los derechos humanos, los que implantaron un modelo de desarrollo económico que permitió la más salvaje concentración de la riqueza, los que desmoralizaron la administración pública y el Congreso y toleraron que amigos y familiares se enriquecieran con los fondos públicos. Lara Bonilla fue desde joven muy directo, se hizo sentir, tenía un temperamento combativo y beligerante, llamaba al pan, pan y al vino, vino.

Aborda en el libro el asunto del cheque de un millón de pesos que según Jairo Ortega habría recibido Lara de un narcotraficante. En su opinión, ¿qué queda claro de ese embrollo? Y, ¿por qué no recibió idéntica atención mediática la declaración en la que Carlos Lehder dice haber aportado dinero a la campaña de López Michelsen?

Rodrigo Lara sí recibió el cheque, sobre eso no hay discusión, él mismo aceptó haberlo recibido. Pero el consenso que hubo en el país fue que se trató de una celada que le tendieron al ministro por sus críticas a los políticos corruptos. La respuesta fue mandarle a un narco para que le entregara el cheque del millón de pesos y hacer creer que los parlamentarios del Nuevo Liberalismo eran iguales a los demás. Esa celada la prepararon tres parlamentarios del mismo movimiento político, el Movimiento de Renovación Liberal. Eran Alberto Santofimio, Jairo Ortega y Pablo Escobar. El primer paso fue la entrega del cheque. El segundo fue armar el escándalo en el Congreso, esperaron el momento propicio: el nombramiento de Lara como ministro. Querían que renunciara, pero no lograron su objetivo. Los comentaristas de prensa apoyaron al ministro, vieron que era una celada. La denuncia de Lehder tal vez no tuvo el mismo impacto, porque no fue preparada por tres políticos como sucedió con Lara.

Una de las tesis centrales de la investigación es que la versión oficial del atentado que acabó con la vida de Lara está errada o tiene enormes vacíos. ¿Cuáles son las pruebas que lo llevan a tal conclusión?

La prueba es el dictamen del doctor Máximo Duque, ex director de Medicina Legal. Ese dictamen se publica en su integridad como anexo del libro. Dice en esencia que los hechos no sucedieron como los conoció la opinión pública en su momento. Afirma que es improbable que un tirador que viajaba en una moto a alta velocidad, el sicario Iván Darío Guisao, hubiera podido dar blanco en el ministro, que viajaba en un carro a 80 kilómetros por hora. Ningún tirador del mundo tiene esa puntería. La hipótesis del doctor Duque es que el carro del ministro estaba detenido cuando fue asesinado. Eso explica varios misterios del caso. Primero, que la lata de la puerta del lado del ministro no presentó perforaciones pese a que la versión oficial dice que el carro fue atacado por ráfagas de ametralladora desde ese lado. Quedó roto el vidrio, pero la lata de la puerta no tiene impactos de bala.

Luego está el hecho de que la ventanilla de la puerta del chofer quedó intacta. El doctor Máximo Duque señala como hipótesis que eso ocurrió porque el carro estaba detenido y la puerta del chofer estaba abierta. Eso explica además otra circunstancia: el chofer, Domingo Adonay Velásquez, salió ileso del atentado. Si hubo la balacera que se divulgó, ¿cómo es posible que el chofer no hubiera sufrido ni un rasguño? El asiento del chofer muestra impactos de bala, pero el chofer no resultó herido. ¿Qué otra explicación cabe sino que el chofer estaba fuera del carro? El escolta que iba sentado adelante del ministro solamente tuvo una leve herida que le curaron en la Clínica Shaio. ¿Cómo es posible que no hubiera quedado muerto o gravemente herido si en realidad se trató de un atentado en que una moto súbitamente empezó a disparar contra el Mercedes Benz del ministro? Por esas razones afirmó que el asesinato de Lara Bonilla fue un crimen oficial y que el ministro fue asesinado a mansalva y sobreseguro.

En este asunto quedan muy mal parados la justicia y el periodismo nacional: desde el principio dieron por ciertas las declaraciones de los escoltas, a pesar de que había en ellas discordancias. ¿Por qué cree que las pasaron por alto?

Queda mal parada la justicia, sí. No investigó a fondo los hechos fundamentales. En la necropsia hecha la misma noche en que mataron a Rodrigo Lara, quedó claro que había un tiro que entró por el lado izquierdo del cuerpo, cuando los escoltas decían que el ataque fue por la derecha del carro. Pero los jueces no le prestaron atención a ese detalle importantísimo. El juez de la causa, Tulio Manuel Castro Gil, en su afán muy meritorio de comprobar que Pablo Escobar fue el mandante del crimen, descuidó la necropsia, así como la contradicción entre los escoltas que decían que el Mercedes siguió su marcha y Luis Arturo Buitrago, un escolta, que dijo que el vehículo quedó detenido.

El periodismo nacional también queda muy mal parado. No pidió un dictamen de Medicina Legal sobre un hecho que fue la noticia del año. No entrevistó a los colegas de los escoltas en el Ministerio. Ahora vine a saber que una funcionaria del Ministerio llamada Flor Rubio que conocía a Domingo, el chofer de Lara Bonilla, comentó en su momento que era muy raro que en semejante atentado a Domingo no le hubiera pasado nada. Una intuición lógica que permaneció en el anonimato durante más de treinta años.

A Lara lo mataron por denunciar a los narcotraficantes y a los políticos corruptos. A más de treinta años de la muerte del ministro, en su opinión, ¿nuestra sociedad se ha depurado o sigue en las manos de los narcos?

La sociedad colombiana sigue dominada por los narcos y por treinta años largos de poder ejercido por la criminalidad organizada, debido a que solamente se penaliza a los traficantes, no a los consumidores. Que condenen a 20 años de cárcel sin posibilidad de libertad condicional a un solo actor de cine de Hollywood (casi todos son consumidores de cocaína o adictos de tiempo completo) y se acaba el narcotráfico. Los Estados Unidos iniciaron campañas contra el cigarrillo por justificados riesgos a la salud y lograron una sustancial caída del consumo. Ya nadie fuma, o tiene que fumar a escondidas. En cambio, siguen glorificando y tolerando una conducta más grave que es el consumo de estupefacientes, más grave porque destruye cualquier Estado de Derecho. El Chapo Guzmán no es más ni menos criminal que los consumidores que él tiene al final de la cadena en los Estados Unidos, Europa, Colombia, etc.

Por Ángel Castaño Guzmán

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