El Magazín Cultural
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El aumento del Coronavirus no es culpa del colombiano irresponsable

El facilismo discursivo de los medios le concede la culpa del aumento de los casos del virus a la irresponsabilidad de ciertos ciudadanos.

Jaír Villano
15 de abril de 2021 - 11:00 p. m.
Imagen de referencia: San Victorino ha sido uno de los lugares más vigilados debido a las crecientes aglomeraciones.
Imagen de referencia: San Victorino ha sido uno de los lugares más vigilados debido a las crecientes aglomeraciones.
Foto: Gustavo Torrijos Zuluaga

Algunos telediarios acumulan tres horas de noticias: ni siquiera así hay un abordaje amplio y matizado, despojado del maniqueísmo, la moralina y la logorrea informativa. La amplitud temporal no es equivalente a profundidad periodística. El pensamiento, lugar donde reside lo profundo, necesita de pausas, silencios, intersticios, distancias, y toda una serie de virtudes de las que carece el reportero afanado por cumplir con las exigencias de su empresa. El análisis del espectador emancipado se extravía en el exceso informativo.

Dada la estridencia y la explosión verbal hoy es más prudente no consumir cierto tipo de periodismo. La noticia, que parece ser una forma honesta y propositiva de la atención colectiva, ha desvirtuado su naturaleza: una noticia, en tiempos de pandemia, señala, estigmatiza, amenaza, desasosiega.

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Pero no interpela. O no en amplio sentido. La prueba es que la culpa de la positividad de los casos de COVID es de gente irresponsable, y no de la incapacidad de un Estado cuya perduración —en sus años de existencia— ha sido el no cumplimiento de los derechos más básicos de su ciudadanía.

Hay desmesura de información. Pero no preguntas: ¿por qué el colombiano prefiere salir de casa antes que exponerse a la letalidad del virus? ¿Por qué resaltarle al ciudadano que su autonomía pasó a ser un asunto colectivo, y que su eventual contagio puede ser el de muchos, incluidos sus familiares? ¿Por qué el individuo —exonerado de las necesidades de otros— arriesga su salud —y la de muchos—saliendo a lugares donde satisface el placer? ¿Por qué los sitios clandestinos, conocidos por tantos, son protegidos por autoridades corruptas? ¿Por qué los medios no llegan ahí? ¿Por qué la autoridad de la autoridad-corrupta ignora todo esto? ¿Por qué no hay cámaras en esos centros comerciales donde desfilan por montones las clases sociales del privilegio? ¿Por qué señalar al comerciante corriente, al consumidor corriente, y no a los comerciantes del privilegio, a los otros consumidores?

El exceso de información oculta contradicciones comunes en Colombia: acaso la más importante es que en este país el poblador ha estado sometido al azar más cruel desde el día en que nace. Por lo tanto, las oportunidades, los recursos, las aspiraciones, las asistencias, dependen en gran medida de la suerte. Y no de la capacidad de un Estado que protege y trata por igual a sus compatriotas.

El mismo Estado que no ha brindado los derechos más básicos a su población es el que ahora le ordena prudencia, prevención, confinamiento. Las mismas regiones que han promovido sus espacios como jolgorio y esparcimiento, y han creado una economía y una cultura con todo aquello, son las que les exigen a sus habitantes que se abstengan de lo dado. (Pero esto no lo rescatan los medios).

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Se fanfarronea con toda la grandilocuencia que el caso merece: “Primero la vida”. Yo me pregunto: ¿Cuál vida? ¿Qué es la vida para el político oportunista, los mass media, los líderes de la demagogia? ¿Qué entienden estos sujetos por existencia?

En Colombia no importa la vida. Su trascendencia o no, es condicionada por la clase social del ciudadano. Por lo demás, no es relevante. (Las constantes masacres en zonas rojas es un atroz ejemplo). Y esto lo sabe, aunque quizá no lo entiende, el colombiano que padece las flagelaciones más humillantes a diario. El riesgo autónomo-colectivo es superado por la atención a las necesidades de las que carece.

Para una gran mayoría en Colombia, la letalidad no es la presencia del virus, sino la ausencia de una salud que nunca ha estado.

El miedo no es el contagio: el miedo ya está enquistado, se vive con él, se ha aprendido a convivir a pesar suyo, y por eso una enfermedad que aniquila vidas a nivel global no es paralizante.

Paraliza por oposición la falta de recursos, la violencia, el desempleo, la desaparición, el secuestro, las expresiones mínimas y hercúleas de la corrupción local, regional y nacional.

Todo esto es callado. Dado que no es resaltado en los medios, no existe. Se silencia algo dicho: los medios se silencian a sí mismos. Enmudecen las noticias verdaderamente importantes, o los matices que complejizan la facilidad de emitir el “hecho”. Las silencian emitiendo muchas otras news.

Así, el discurso oficial engrandece su disyuntiva histórica; los medios, en lugar de contraponer, hacen corrillo; luego, lo correcto es: “No salir de casa”. Los buenos no salen de casa.

El colombiano sale y se arriesga y se expone a sí mismo y expone a sus familiares no porque sea “irresponsable”, sino porque a lo largo de su vida ha estado expuesto a desgracias personales, desvaloradas, desdeñadas; a los otros nunca les ha importado su vida, nunca ha sido valiosa, de repente, esos demás señalan desde sus comodidades que se abstengan de salir: pues su vida sí importa.

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Al Estado le preocupa más que las UCIS colapsen, antes que la población desfallezca por otras calamidades. A la prensa se le ha olvidado recordar que antes de la pandemia en Colombia moría gente en la puerta de un hospital por no estar afiliado a una EPS, por falta del personal especializado en el tratamiento de una enfermedad. Que la salud en este país es un negocio muy bien aprovechado por quienes han estado en el poder. Y que esos mismos mercenarios han desviado los recursos que garantizaban una infraestructura hospitalaria sólida, y no el suplicio al que se enfrentan quienes asisten a las clínicas públicas.

No es que la gente esté en la calle, o que sea irresponsable, o que sea buena o mala; no es el hecho per se. Son las preguntas, las causales, las necesidades; las consecuencias imparciales: tanto de estar en casa como de no estar, tanto de cerrar los establecimientos nocturnos como de no cerrarlos, tanto de reabrir los teatros como de no reabrirlos, tanto de volver a cuarentena como de no volver.

No es este un país de privilegios, sino la nación de la que han sacado provecho unos privilegiados. El discurso es también un poder, los dueños de los medios lo ejercen, y un privilegio en la medida en que es una actividad que otro no ejecuta.

Muy a pesar nuestro, hoy lo personal involucra lo colectivo, y lo colectivo atraviesa lo personal. Hoy es necesario pensar en ese que no soy, en ese que no padezco, en ese que no conozco, en ese “irresponsable” que hace que aumenten los contagios.

Por Jaír Villano

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Alvaro(14090)17 de abril de 2021 - 08:04 p. m.
Mas claro no puede ser, de modo que la culpa es de nosotros, el pueblo que llevamos las miserias de ser oprimidos, despojados por los mismos de siempre... solo espero que la jauria uribista no caiga sobre Jair Villano.
Hugo(m2d82)17 de abril de 2021 - 05:05 p. m.
Lo felicito J. Villano.,por tan magnífico artículo toque nos habré los ojos.Lo preocupante es que la mayoría de nosotros sólo,vemos y oímos los medios tradicionales, teniendo una visión muy opaca,casi que ciega,que nos impide tener claridad ante nuestra realidad.
Eligio(27787)17 de abril de 2021 - 02:20 p. m.
LA CULPA EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS https://eligiopalacio.com/2021/04/09/la-culpa-en-los-tiempos-del-coronavirus/
RAUL(qdhjj)17 de abril de 2021 - 10:19 a. m.
Si el asunto es de pobreza entonces en los países ricos no habría contagio. Reclamar toda la falta de desarrollo social como causa de la pandemia y creer que el comportamiento humano no es la causa es exponernos a algo peor, es taparnos los ojos. Sin duda la pandemia tiene peores efectos en un escenario falto de desarrollo social, pero esa falta de desarrollo social no es la causa de la pandemia
  • Mauricio(17949)18 de abril de 2021 - 05:07 a. m.
    Parece que no comprendió
Domingo(21374)17 de abril de 2021 - 08:21 a. m.
De acuerdo con el columnista, el contagio de la pandemia no radica en la irresponsabilidad del ciudadano , si no en la extrema pobreza del colombiano, debe salir a la calle día a día a retar el virus, la negativa del gobierno de otorgar una renta básica al ciudadano para mantenerlo en casa lo obliga , El Virus se esta propagado , no por folclorismo es la paquidermia en la aplicación de vacunas
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