El Magazín Cultural

“El Chueco” y “El Che”: Unidos por la izquierda

La historia de Ernesto Guevara y el fútbol. Su pasión por Rosario Central y su admiración hacia Enrique "El chueco" García, uno de los punteros izquierdos más recordados de Argentina. Su paso por Colombia y su recibimiento en Cuba al equipo brasileño Madureiro.

Gonzalo Medina Pérez
19 de febrero de 2019 - 01:24 p. m.
Ernesto el Che Guevara con algunos de los jugadores del equipo brasileño Madureira, que estuvo de gira por Cuba en 1963.  / Cortesía
Ernesto el Che Guevara con algunos de los jugadores del equipo brasileño Madureira, que estuvo de gira por Cuba en 1963. / Cortesía

¿Habría sido mayor el impacto mundial de la foto de Ernesto Che Guevara, luciendo la camiseta de su equipo favorito-Rosario Central- o la celeste de su selección argentina, en lugar de aquella que tomó el reportero gráfico cubano Alberto Korda y se convirtió en referente mundial de la figura del líder guerrillero, asesinado el 8 de octubre de 1967 en una modesta escuela de La Higuera-Bolivia-, a manos de un anónimo sargento?

Pero más que adentrarnos en un análisis semiológico sobre la mayor o menor incidencia de una y otra imagen de Guevara de la Serna, queremos destacar una faceta poco conocida de El Che, como era su pasión por el fútbol; además de que se declaraba seguidor de Rosario Central, el famoso equipo “canalla”, el mismo del caricaturista y cuentista Roberto Fontanarrosa, practicó dicho deporte en su pueblo Alta Gracia, perteneciente a la provincia de Córdoba. Rosario-tercera ciudad de Argentina-, es sede también del equipo Newells Olds Boys- “Los leprosos”-. Debido al asma que padecía el Che, los médicos le recomendaron practicar algún deporte, razón por la cual jugó fútbol y luego rugby.

La pasión de El Che por Rosario Central se inspiraba, en buena medida, en la magia y calidad futbolística de Enrique “El Chueco” García, más conocido como “El poeta de la zurda”. De él se decía que cada vez que hacía un gol con su izquierda mágica, se devolvía y borraba sus pasos para que no le copiaran la jugada previa a su anotación. Cuando le masajeaban las piernas, le ordenaba al kinesiólogo que se concentrara en la izquierda y se despreocupara de la derecha, pues, para él, esta era como de palo. 

A “El Chueco” García, considerado como el mejor puntero izquierdo en la historia del fútbol argentino, lo iba a ver El Che, amigo de la belleza y la estética en la vida y en los afectos. Vale la pena señalar su amor por poetas como César Vallejo-Los Heraldos negros-, León Felipe-Vencidos-, y Pablo Neruda, entre otros, de quienes fueron hallados en su morral varios poemas el día de su captura en las montañas bolivianas, además de su célebre diario de campaña.

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El Che realizó en 1951 un viaje en motocicleta -“La Poderosa”- por varios países de Suramérica, incluyendo Colombia, acompañado de Alberto Granado, doctor en biología. Los dos amigos visitaron, además de Bogotá, a Leticia, en donde jugaron un partido de fútbol con un grupo de leprosos, época en la cual existía el prejuicio según el cual la lepra era una enfermedad contagiosa.

Cuando Ernesto Guevara De La Serna lidera, junto con los hermanos Raúl y Fidel Castro, la Revolución Cubana, y se establece en este país, vuelve a aparecer en él la fiebre futbolística, esta vez con motivo de la gira del equipo brasileño Madureira, el cual estuvo en Costa Rica, Colombia, Méjico, El Salvador y Cuba en 1963. Cuando Madureira arribó a este último país, hacía solo cuatro años que había sido derrocado el dictador Fulgencio Batista por parte del Movimiento 26 de Julio.

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Los futbolistas brasileños querían conocer a El Che, hecho que se produjo el 18 de mayo de 1963, cuando enfrentaron a una selección de jugadores de La Habana, a la que derrotaron 3-2. Antes habían disputado otros cuatro partidos, todos ganados, contra un conjunto llamado Industriales, un seleccionado de la provincia de Camagüey, otro de la Municipalidad de Morrón y un combinado de futbolistas universitarios. 

Para la posteridad quedó la foto de los jugadores de Madureira con Guevara, este último luciendo su uniforme verde olivo y en sus manos el balón de fútbol, deporte que trasciende ideologías y contextos históricos, pero sin ignorar la pasión y devoción que ese deporte ha inspirado entre escritores, como el Nobel Albert Camus, al igual que entre líderes de la política mundial, como es el caso del argentino-cubano Ernesto “El Che” Guevara, ese anónimo ciudadano que, en la tarde de un domingo de 1952, desde las gradas de El Campín, vibró con la magia de sus compatriotas Adolfo Pedernera, Julio Cozzi, Néstor Raúl Rossi y Alfredo D´Estefano, los mismos protagonistas del inolvidable Ballet Azul.

Por Gonzalo Medina Pérez

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