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El cine de Brillante Mendoza

Este año el Festival de Cine de Cartagena rendirá tributo al director filipino con una retrospectiva de su obra.

Camila Builes
20 de febrero de 2016 - 04:13 a. m.
Brillante Mendoza nació el 30 de julio de 1960 en Filipinas. / Cortesía Ficci
Brillante Mendoza nació el 30 de julio de 1960 en Filipinas. / Cortesía Ficci

La primera impresión que uno tiene cuando ve Masajista, de Brillante Mendoza, es estar al frente de una de esas cintas caseras que abundan en Youtube. Películas hechas con cámaras pequeñas y micrófonos (si es que usan) de baja calidad. Imágenes grises con procesos pobres de posproducción. Masajista, sin embargo, posee algo de lo que la mayoría de películas taquilleras y en carteleras de cine carecen: poder narrativo.

Se cuenta la historia de Ilíaco, un joven de unos veinte años que, aunque tiene novia, trabaja en el oficio de masajista en un local tipo sauna a donde acuden hombres homosexuales.

Al morir su padre, Ilíaco emprende un viaje hacia el lugar donde nació. La travesía se acerca a una temática ya muy abordada en el cine: la reflexión acerca del sentido de la vida. El viaje se convierte entonces en la metáfora que evoca el regreso a sí mismo.

El filme intercala dos partes: una en la que el protagonista acude al funeral de su papá y otra que es la de su trabajo como masajista de hombres.

La trama: prostitución, casas de masajes homosexuales y espiritualidad oriental, se desconecta de lo que con normalidad se ve en cine. Temas que, casi siempre y por desgracia, se ciñen a las mujeres, pero que Mendoza refuerza con diálogos cortos, espontáneos y frescos con interlocutores masculinos. La cámara, haciendo imágenes abiertas todo el tiempo, no excluye ningún detalle del contexto. La historia se vuelve violenta, descarnada, fiel.

Todos lo notan: gana en 2005 el premio Leopardo de Oro en el Festival de Cine de Locarno (Suiza). Se convierte en su inauguración cinematográfica.

Brillante Mendoza dirigió su primer largometraje cuando cumplió 45 años, antes —aunque apareció en los créditos de películas como Gabriela (1989)— era desconocido en el mundo cinematográfico, según él, porque “socialmente no tenía la menor posibilidad de penetrar en el entorno fílmico”.

El filipino, que hoy tiene 56, corrió el riesgo de encerrarse en una especie de gueto, donde sólo ciertos iniciados amantes de lo morboso disfrutaran de su talento: hizo dos largometrajes más con la homosexualidad como protagonista, Pantasya (2007) y Kinatay (2009).

Luego, como un salto al vacío, dirigió Foster Child (2007), que pinta con realismo el mundo de los huérfanos y la adopción.

En una entrevista, Mendoza asegura que su mayor referente fílmico es el francés François Truffaut, y en efecto, el filipino pinta la realidad como el cineasta francés: con asombrosa naturalidad, haciéndonos testigos discretos de los momentos íntimos de los personajes. La diferencia, al menos, estriba en que Brillante Mendoza muestra una realidad sucia sin demasiado pudor y, por eso, tal vez más verdadera.

Por Camila Builes

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