El Magazín Cultural

El descubrimiento del ojo prodigioso de Leo Matiz

"¡Luz, más luz!" es la más reciente exposición en el Museo de Arte del Banco de la República. Profundiza hacia una estética prolífica de Leo Matiz como gran influencia en la historia de la fotografía en Latinoamérica, una investigación que desmitifica su obra.

Por Sandra Fernández samifernandezc@gmail.com
23 de abril de 2018 - 08:13 p. m.
Limpiando el café, de 1946, una de las imágenes de Leo Matiz que se presentan en el Banco de la República.  / Leo Matiz
Limpiando el café, de 1946, una de las imágenes de Leo Matiz que se presentan en el Banco de la República. / Leo Matiz

Leo Matiz trascendía en la fotografía como si se tratara de un elemento mágico que vislumbraba apariciones de una realidad nunca antes contada. Un voceador del arte que daría como resultado un portal abierto hacia la modernidad. En sus imágenes, la realidad criolla, retratar el paraíso colombiano y exaltar tras el detalle uno a uno los factores que conformarían una obra de arte. Su trabajo fotográfico se convierte en antesala de los fotógrafos que actualmente quieren seguir sus pasos por su precisión y carácter tras hacer única cada toma. Leo Matiz, más que un personaje afamado y alcanzado por la controversia, relacionado con la escena artística de los años cuarenta y la entonces imagen mexicana que enaltecía su nombre dentro de los círculos artísticos, es en primera instancia, un colombiano arraigado a la transformación de la imagen con plena cercanía a la estética artística. Es así que su obra con insistencia se generalizaba como figura icónica y no como imágenes que le aportan a la historia de la fotografía en Colombia. En algún momento el artista declaró tener una relación ambigua con Colombia, tierra que lo vio nacer pero que pasó por alto las incidencias fotográficas de relevancia de su trabajo.

Actualmente gran parte de su producción es desconocida y aunque nunca antes vista, poco a poco se conocen sus imágenes. “Leo Matiz era una leyenda oculta por varias cosas: porque es el segundo hijo prodigo de Macondo, de Aracataca, viviendo a la sombra de Gabriel García Márquez por haber nacido en su mismo pueblo y porque era un artista que había fijado su ojo en una biografía muy propia de lo mexicano; por lo mismo creo que era esa generación completamente censurada por Marta Traba. Esas condiciones hacían de Leo Matiz un artista importante en su momento, pero después desechado completamente”, explicaba brevemente el historiador Christian Padilla en un evento que mostraba parte del archivo oculto de Matiz perteneciente a la Revista Lámpara (1952 – 1999), en el que aparecen imágenes de tinte abstracto que no solamente reflejaban la etapa de industrialización petrolera, sino que había en ellas una representación propia de la naturaleza colombiana que surgía entre los detalles que poetizaba Matiz.

Su obra invisible, como un paso hacia lo desconocido y que deja grandes vacíos dentro de la vida de este artista, perpetrado en libros y exposiciones retrospectivas como la realizada en el Museo de Arte Moderno de Bogotá en el año 1988, en donde se recapitulan sus obras emblema es vista con otros ojos, casi hacia la luz que alumbra finalmente una vida de Matiz poco conocida y que destapa así mismo ciertos hechos contradictorios en la investigación realizada por los curadores Sigrid Castañeda y Julien Petit que desemboca en la exposición ‘¡Luz, más luz!’ presentada actualmente en el Museo de Arte Miguel Urrutia del Banco de la República.

“Nosotros trabajamos con menos de cien fotografías, pudimos hacer una exposición, pero el acervo mexicano es inmenso, lo que tienen otras colecciones en Colombia es inmenso, así que vale la pena hacer una investigación sobre esto, para derribar mitos y construir realidades”, dice Sigrid Castañeda. La muestra se distingue por tener una contextualización histórica que incluye artistas clave dentro de la construcción artística de Matiz, con obras del fotógrafo Luis B. Ramos, algunas pinturas del grupo Bachué de los años treinta, obras de Fernando Botero, de Omar Rayo y documentos como periódicos y revistas de la Biblioteca Luis Ángel Arango, que denotan la aparición fotográfica de Matiz. La primera etapa de la exposición muestra unos inicios del artista hacia la prensa que fueron originalmente fijados por su talento como caricaturista para luego establecerse como un reportero gráfico enfocado en los campesinos y personas humildes de la capital colombiana.

De allí, un salto hacia su trabajo mexicano, ese que tal vez lo acercaba hacia su cultura y a fijarse en una imagen más poética en trabajos realizados junto al muralista mexicano David Alfaro Siqueiros. Posteriormente, una obra poco conocida del artista, su trabajo en Venezuela y en publicaciones colombianas como la Revista Lámpara, donde se vislumbra sin premeditar una imagen abstracta, dejando de lado la representación humana para fijarse en elementos y la experimentación con técnicas fotográficas que en aquella época (1952 - 1974) se desconocían totalmente.

“Vemos un personaje que nos habla de esa transformación social e histórica que está viviendo Colombia; a partir de los cincuenta encontramos un movimiento modernizador y unos deseos que abogan por esa transformación social afincada como en la industrialización”, comenta Castañeda, que, junto a Julien Petit, durante su investigación encontró datos erróneos de la procedencia de las fotografías, ubicaciones contradictorias y manipulación de sus obras de manera inadecuada en catálogos de exposiciones y libros biográficos que anacrónicamente cruzaban los datos.

Durante el conversatorio previo a la inauguración, los curadores dieron ejemplos de casos puntuales como el de las imágenes encontradas en el Archivo de Bogotá del Bogotazo (1948), con autoría de Matiz y desmitificadas por estos curadores que dieron pruebas contundentes de la información dudosa. Así mismo, la exposición llevada a cabo en el 2011 titulada ‘París eterno: fuegos de la libertad’, que mostraba el registro que el artista tuvo en la liberación de Paris de la ocupación nazi en 1944, fecha en la cual Matiz se encontraba en Venezuela, justamente en la época en la que experimentaba con la fotografía abstracta, quedando de esta manera en tela de juicio su estadía en Paris y la atribución del registro de este instante memorable.

“A partir de a finales de los años ochenta, en 1988, cuando se hace la retrospectiva de Leo Matiz en el MAMBO, se empieza el proceso de mitificación que hemos evidenciado. Yo creo que hay una estrategia de posicionamiento del fotógrafo, pero un poco de manera irresponsable en el sentido de que todas las exposiciones o catálogos y monografías terminaron por alejarnos completamente”, explica Petit sobre un manejo injusto con la obra de este fotógrafo por querer aglutinarlo a los hechos mundiales que en esos momentos eran de relevancia en la historia del arte y de la fotografía, además de los eventos comerciales que obligaban a nombrar llamativamente las obras para su venta.

Esta exposición apunta a dejar a la luz muchos hechos que nunca fueron tocados por historiadores del arte. Su producción fotográfica, que pasa por momentos específicos, valorando los elementos que la conforman y las influencias posibles que construyeron sus obras, dejando de un lado aquel ambiente de “personaje famoso” para darle importancia a la experimentación fotográfica. “La historia del arte en Colombia está por construirse. Necesitamos meternos a los archivos, revisar, retomar a artistas olvidados y empezar a investigarlos a fondo. No seguir repitiendo lo que otros investigadores han hecho, sino que empecemos a dudar y a hacer una historia del arte de Colombia no solamente centrándose en los grandes nombres, sino buscando con seriedad en archivos”, comenta Sigrid Castañeda.

Por Por Sandra Fernández samifernandezc@gmail.com

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