El Magazín Cultural
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"El director de cine es un vampiro psicológico"

El irreverente e irónico director español proyectó anoche su más reciente producción cinematográfica, 'La chispa de la vida'.

Liliana López Sorzano / Cartagena
29 de febrero de 2012 - 11:46 p. m.

A Álex de la Iglesia lo influye lo bueno y lo malo. Desde el concurso tonto en televisión hasta Hitchcock, ese gran referente que ha tenido en su educación cinematográfica. “Es un entertainer, un showman, un tipo divertido, pero que al mismo tiempo logró crear un cosmos detrás de cada película. A partir de Vértigo surge una nueva manera de hacer cine, un nuevo lenguaje”, sentencia.

Álex de la Iglesia recibe tratamiento de estrella de rock en Cartagena. La fila que hay para asistir a su charla es más larga que la capacidad del auditorio. Muchos se quedaron por fuera. Lleva dos días en la Heroica y confiesa que esta enamoradísimo de la ciudad: “me parece una locura”.

Ayer, su película La chispa de la vida fue la encargada de clausurar el festival. El Espectador habló con el director español, vestido de guayabera blanca y pantalón negro, que afortunadamente lo protegían de los mosquitos circundantes.

¿Tenía alguna referencia del Festival de Cine de Cartagena?

Sí, colegas me habían hablado muy bien. Me decían que era muy divertido, muy interesante y que se veían cosas muy majas. Pero sobre todo, que se conocía gente que hace cine. Aquí existe un punto humano que estamos perdiendo en los festivales de Cannes, Venecia o Berlín. Aquí uno puede hablar con la gente, el productor puede venir a mí y yo a él. Existe una conexión directa. En los otros eventos todo es más quirúrgico, tienen como un punto de parálisis, de enfermedad de los huesos; algunos festivales se convierten en hospitales.

Cuando se refieren a Álex de la Iglesia como un ícono para el cine iberoamericano, ¿cómo lo toma?

Sorprendido, pero luego fascinado. Quizá hay algún tipo de tradición que se entiende mejor aquí. Mis películas en un determinado espectro funcionan bien en casi todos los lugares, pero donde veo que calan mucho es en Latinoamérica. Quizá porque aquí se convierte la demencia en algo cotidiano. Es entendible, aquí viven más. Se vive con más intensidad. Hace más calor, las mujeres son más guapas, las tragedias son mayores, la gente llora y ríe mucho más. El espectro de la vida es más interesante; algunas veces creemos que eso es la infelicidad, pero estamos equivocados.

¿Qué tipo de cine defiende como espectador en estos momentos?

Es difícil porque yo soy un perro viejo, y a mí lo que me gusta es ver películas que ya he visto. Es triste, pero es así. También me gusta ver clásicos franceses, norteamericanos, Truffaut... soy muy mayor y muy pesado a ese nivel. Me gustan las películas antiguas y pasadas de moda. Pero me gustaría seguir viendo las películas de Scorsese, de David Lynch, que hace rato no hace nada. Me gusta el cine de masas americano, todas las de superhéroes me divierten, sobre todo porque doy vueltas pensando en cómo las haría yo.

Muchos artistas esperan llegar a una gran obra...

Es muy triste. Eso pasa porque no se valoran a sí mismos. Es como estar en una relación de amor con una mujer, pensando en ese gran día que va a conseguir un orgasmo. ¡Empieza a divertirte ya!

Varios géneros han recorrido sus películas: el terror, el western, el melodrama. ¿Los reinventa o los pervierte?

Hombre, no lo sé... Fundamentalmente los uso, quizá los maltrate. Pero es mi manera de ver las cosas; cojo elementos de cosas que me gustan y los utilizo, como si estuviera cocinando. Vamos a coger un poco de cordero, pero me interesa el postre, ¿y qué pasa si esto que normalmente es dulce lo hacemos salado? Se trata de experimentar y de trabajar con los elementos que uno tiene en la cabeza, con mi visión de los géneros. No es sólo cuestión de jugar con una fotocopiadora.

¿Piensa el mundo en imágenes?

El director de cine es un vampiro psicológico; robo ideas de los demás. Además se me nota mucho, en las reuniones, los encuentros, las cenas. Se nota que escucho un montón lo que dice la gente para luego traducirlo en imágenes. No puedo evitarlo, es como estar trabajando todo el tiempo. Es constante. Ya no leo un libro sin pensar en la película que podría ser. Pienso en la puesta en escena de lo que estoy leyendo, y es terrible porque me cambia la manera de ver las cosas. A veces digo: no me gusta el libro, pero me doy cuenta de que no me gusta la película del libro. ¡Por favor! No todo tiene que ser una película! Es angustiante... con las personas y con las cosas. Es lo que le pasa a Pedro Almodóvar: vive en un mundo de películas. Pedro es como yo, tiene una batalla interior apasionante, que comparto, lo que pasa es que él maneja ejércitos. Lo entiendo como persona y es de las personas que mejor me entienden.

El cierre del Festival de Cine de Cartagena

El Festival de Cine de Cartagena de Indias contó con 204 proyecciones gratuitas, 150 invitados y 400 periodistas acreditados, pero lo más importante fue que logró que las salas se llenaran, no sólo con los invitados y participantes del festival, sino con el público local. Sin embargo, es importante llamar la atención sobre la falta de cultura que hace que la gente conteste el celular en plena función, entre con bebés y deje a los niños correr.

El festival parece cada vez más organizado. Las funciones empezaron a tiempo, la mejora tecnológica de las salas del Centro de Convenciones y el teatro Adolfo Mejía tuvieron una importante repercusión en la calidad de las proyecciones, y la convocatoria a participar en Cine Bajo las Estrellas tuvo una acogida multitudinaria. Rodrigo Santoro, Isabella Rossellini, Gael García, Álex de la Iglesia y Benito Zambrano se confesaron encantados con la ciudad y con el festival, un importante paso para generar el voz a voz que posicione al evento, de modo que un día cercano llegue a ser el más importante de Latinoamérica.

Por Liliana López Sorzano / Cartagena

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