El Magazín Cultural

El dulce olor de Puerto Perla (Extractos literarios)

Les presentamos el capítulo tres de la novela "El dulce olor de Puerto Perla", del escritor tumaqueño Oscar Seidel Morales.

Oscar Seidel Morales
09 de abril de 2020 - 12:59 a. m.
Oscar Seidel Morales ha escrito libros como "En el mar de sus recuerdos",“Max Seidel El Pedagogo Alemán","El dulce olor de Puerto Perla" y "¿Hasta cuándo me persigues?" / Cortesía
Oscar Seidel Morales ha escrito libros como "En el mar de sus recuerdos",“Max Seidel El Pedagogo Alemán","El dulce olor de Puerto Perla" y "¿Hasta cuándo me persigues?" / Cortesía

Cápitulo 3

 

El efecto psicológico del mal olor, influyó en la gente de Puerto Perla, y transformó el medio ambiente. Provocó cambios en los estados de ánimo de todos los habitantes, ocasionó malestares, inhibió el deseo sexual de los hombres (como le pasó al marido de Jazmín), y alteró de algún modo el olfato.
—Las autoridades no sirven en este archipiélago —dijo el anciano Fausto.

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— Ningún ente pudo combatir las pestes más temidas que azotaron al puerto: el cólera, la malaria, el pián, el sarampión y la viruela. Ahora sí que menos podrán acabar con la peste del mal olor —dijo el anciano Memo.
— Todas estas pestes han sido graves y con las cuales la gente pareciera haberse acostumbrado a convivir, y espantar de cuando en cuando —dijo el anciano Manolo.
—Por eso es que se dice, que aquí siempre se ha vivido en emergencia sanitaria, y la decretada hace un tiempo por el Gobierno no les fue extraña, pero sí duramente cuestionada por sus malos resultados —respondió Fausto.
—Hay pueblos que huelen a desgracia. Con solo poner la nariz al viento, se olfatea que Puerto Perla es uno de estos —dijo Memo.
—Aquí el viento marino ha traído sinsabores en muchas de las familias. Los huracanes y las tempestades del mar embravecido se han llevado muchas ilusiones —dijo Manolo.
— ¿Por qué habrá llegado ese mal olor? —preguntó Fausto.
—Entró como un mar impetuoso y furioso —respondió Memo.
— ¿Vieron los daños que ha hecho? —preguntó Manolo.
—Hemos observado muchas mujeres enojadas, y las casas vacías —afirmó Fausto.
—El mal olor olía a todo menos a bueno: es una mezcla de ajo y cebolla molida; vómito de borracho; mierda humana y de gato; huevos podridos; los olores corporales en todas sus expresiones: pecueca, requesón, y sobaquina; mal aliento con olor a carnada de churo para pescar; los infaltables pedos embolsados, y la basura acumulada de varios días —dijo Fausto.

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—Te faltó añadir a la mezcla, esos productos químicos que desembarcaban en toneles de aluminio, en el terminal marítimo: el mercaptano, ese compuesto sulfurado que generaba la materia en estado de descomposición; y la tiocetona, una sustancia que no era tóxica, pero por su olor era considerada una de las más asquerosas del mundo —dijo Memo.
—A dicha mezcla insoportable, no podemos identificarle completamente su hedor tan particular; nos está perturbando —dijo Manolo.
— ¿Porqué nadie en Puerto Perla sabía de dónde viene ese mal olor? —preguntó Fausto.

Por Oscar Seidel Morales

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