El Magazín Cultural

El futuro de la memoria

‘Carretera al mar’, iniciativa que lideran el Instituto alemán Goethe, y el Muiseo La tertulia, cerrando su proyecto ‘El futuro de la memoria’, con la que concluye dos años de activismo en distintas ciudades como Buenos Aires, Santiago y Río de Janeiro, entre otras, llega al Valle del Cauca y va hasta el domingo.

Rodrigo García
10 de agosto de 2018 - 08:03 p. m.
El activismo del festival El futuro de la memoria, que finaliza el domingo, en un graffiti en la ciudad de Cali.  / Cortesía
El activismo del festival El futuro de la memoria, que finaliza el domingo, en un graffiti en la ciudad de Cali. / Cortesía

El Colieso del pueblo, escenario deportivo ícono de Cali, donde han  tenido lugar grandes gestas deportivas y logros en tonos oro, plata y bronce, en distintas disciplinas, y sede de entrenamiento de las futuras glorias del deporte vallecaucano en lucha libre, taekwondo, gimnasia, esgrima, entre otras disciplinas, toma por estos días otro color: el color de la esperanza vestida ahora de diferentes matices: El amarillo, que ilumina y da luz, el verde característico símbolo de vida y renacer, el azul que enmarca el cielo bajo cuyo manto se viven las realidades diarias y un multicolor abanico de pensamientos, experiencias y acciones que desde la poética, el diálogo y el arte, quieren visualizar su cotidianidad de lucha, con nuevas tonalidades que le den un nuevo sentido. A eso apunta ‘Carretera al mar’, la iniciativa que lideran el Instituto alemán Goethe, cerrando su proyecto ‘El futuro de la memoria’, con la que concluye dos años de activismo en distintas ciudades como Buenos Aires, Santiago y Río de Janeiro, entre otras. Y a este proyecto en Buenaventura y Cali se le ha sumado el Museo La Tertulia.

Y es que el proyecto tiene arropados bajo el mismo interés a más de una veintena de artistas, activistas y pensadores de siete países, que con sus propuestas, llenan las jornadas de una amalgama de posibilidades escénicas desde la música, la danza y el canto, en un performance luminoso que integra a Latinoamérica en torno a la memoria. Independientemente de si sus protagonistas llegaron del norte, del Río de la Plata, del oriente de Cali o del Pacífico colombiano, Latinoamérica es una sola y el Coliseo del Pueblo es su escenario. Es como si se entrenara una Liga latinoamericana, ya no del deporte competitivo, sino para la lucha por la vida.

En ese sentido, colectivos como Caldo de cultivo, desde España y Colombia, plantea pensar las Luchas del pueblo  como una disciplina deportiva que requiere de un espacio para el entrenamiento, convirtiendo El Coliseo El Pueblo en un Ágora-Coliseo: un espacio donde se ejerciten habilidades deportivas y políticas, donde se discutirá la situación política actual para producir acciones colectivas urgentes para enfrentarla. Será también la liga de Luchas Populares con la intención de imaginar una práctica deportiva interdisciplinar e interseccional, creando una identidad gráfica propia y una película experimental que sirva como plataforma para el trabajo colaborativo. . Es preciso, en este contexto, que las prácticas artísticas se posicionen ante esta ofensiva y pongan al servicio de los movimientos sociales sus saberes y recursos.

El Coliseo es también espacio de panel en tono femenino, que reflexionará sobre cómo las mujeres negras, líderes y profesionales son representadas en el campo de las artes, la política, los procesos comunitarios y la academia.  Voces de reconocidas representantes como la líder medioambientalista Francia Márquez (ganadora del Premio Goldman, considerado el ‘Nobel ambiental’); la cantaora e integrante del grupo Canalón de Timbiquí, Nidia Góngora; la socióloga y directora del Centro de Estudios Afros del ICESI, Aurora Vergara; la poeta de Guapi, Cauca,  Mary Grueso, y la antropóloga Amber Henry.

Y para  esta misma cita  llegaron desde Argentina Federico y Loretto,  una colorida pareja integrante del Colectivo Etcétera,  que con la historia  de su país, sus acentos y el sabor de la pampa,  traen en su equipaje ‘El Museo del Extra Activismo’ para sumarse a este encuentro de saberes. “Lo nuestro es una conferencia-performática sobre el modelo neoextractivista y sus implicaciones para el medio ambiente, la salud social y los derechos humanos. A través de imágenes y videos proyectados, con humor y sátira, se invita al público a conocer y aportar conocimiento en torno al mecanismo extractivo y sus consecuencias”, reseñan.

Carretera al Mar es también el espacio del cuerpo.  Y por ello está invitado a este abanico de propuestas Carlos Martiel, bailarín cubano residente en Nueva York, formado en la Academia Nacional de Bellas Artes de la Habana, cuya obra centrada en el performance, ha sido expuesta y premiada en museos y bienales de Estados Unidos, América latina,  Europa y África. Obras como ‘La persistencia del cuerpo’, ‘Rastros’, ‘Segregación’ y ‘Condena’ hacen para Martiel que su cuerpo sea un instrumento de protesta. El performance sobre su propio cuerpo desnudo, con una reflexión política y social, es una de las propuestas del artista. Sobre su obra ‘Mar sin orillas’  Martiel reflexiona: “Permanezco encerrado dentro de una urna de cristal rodeado de moscas califóridas, un insecto que se alimenta exclusivamente de carne en descomposición”; esta obra “alude a las más de 4,700 personas procedentes de África y Oriente Medio, que durante el 2016, se ahogaron en el mar Mediterráneo tratando de llegar a Europa”.  "…Esta sociedad te programa para estar en contra de ti mismo. Los artistas y los intelectuales deben repensar la realidad, si no, ¿quién lo hace?.(…) “Desnudarse   es quitar filtros, jerarquías de poder, prejuicios en relación con el cuerpo propio y el de otros. En un momento inicial fue la vía para aceptar mi cuerpo en una sociedad que ha estigmatizado al afrodescendiente. Contradictoriamente también es vulnerabilidad, pero a veces uno tiene que aceptar su fragilidad". Su propuesta invita a pensar cuando el cuerpo habla.

‘Carretera al mar’: un encuentro de saberes y sentidos que reivindican desde el arte y la poética el respeto a lo individual y lo colectivo, el valor de la cotidianidad como espacio de creación de alternativas de vida y que reconstruye huellas de heridas alojadas en el alma. Una memoria que mira al futuro luchando contra el olvido.

 

Por Rodrigo García

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