El Magazín Cultural

El juego de la pelota y sus códigos implícitos (I)

Se sugiere que el juego de la pelota tiene raíces en Groenlandia y, posteriormente, en Grecia existen alusiones directas. De hecho, en la Odisea se puede leer que Nausícaa jugaba con sus doncellas con una pelota fabricada con tiras de cuero. Platón jugó y escribió sobre la esferomaquia y, muchos siglos después, aparece el Harpestum en Roma, y entre los chinos había un juego que se llamaba tsu-chu en el siglo IV.

Juan Carlos Rodas
20 de marzo de 2018 - 09:01 p. m.
Imagen recreada del juego de la pelota de los aztecas.  / Cortesía
Imagen recreada del juego de la pelota de los aztecas. / Cortesía

Y el chasquido musical del cuero, como la risa de la bestia pérfida, porque ha fallado. Un gesto dominante del árbitro. Un silbato lleno de alcance. Pienso en una frase del manual: “Un extremo es un niño perdido”. Henry de Montherlant.

Entre aztecas y mayas se creó el juego de la pelota, con las caderas, y tenían que introducirla en un aro puesto en un lugar alto. Rituales de guerra, de competencia y de derrotas con sabor a sacrificio y muerte. Cuando se va a Cancún y se tiene la oportunidad de ver este espectáculo en el que jóvenes se dividen en dos equipos para revivir este ritual, uno se contagia de los goles, de la alegría y, sobre todo, de la necesidad de escoger uno de los dos bandos. Es extraña esa sensación de afiliación casi automática con un equipo. El equipo que elegí fue derrotado por dos goles, pero salí con la alegría de quien vio que su equipo hizo los goles más bonitos. Triunfos románticos y espirituales, pero triunfos. En el Popol Vuh también hay alusiones a ese juego milenario en el que se apostaba para ganar reconocimiento, alimentación o la anuencia de los dioses para tener mayores privilegios. Al margen de este recorrido por la historia del fútbol, es oportuno recordar a Felipe Arroyave cuando manifiesta la necesidad de hacer reconocimiento a los jugadores que botan el balón fuera de la raya para que un contrincante sea atendido cuando está en el piso; es decir, hay que volver a esos códigos que no están escritos en el reglamento pero que dicen de la humanidad. Compartir el agua con un contrario o botar el penalti porque hay convicción de que el árbitro se ha equivocado. Felipe me regaló dos ejemplos que les comparto porque me parecen muy literarios: “No cantar un gol contra el equipo en el que uno jugó y no hacer lujos cuando se va ganando por goleada”. Estos gestos, de carácter ético, no aparecen en el código de la guerra ni en el del fútbol, pero nos muestran como somos en un partido. El juego limpio no es un eslogan, es la vida, es una actitud frente a las grandes decisiones. En la novela Crimen y castigo, de Dostoievski, hay una discusión de este talante y es preciso leerla para comprendernos cuando se toman decisiones que están entre la ficción y la realidad. Cuando uno juega de extremo confirma que todos estamos perdidos, muy perdidos.

Por Juan Carlos Rodas

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar