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El músico y su instrumento: un vínculo esencial

Abrazando su chelo con comodidad y mirando tranquilamente al becario que interpretaba un concierto de Haydn durante la clase magistral, Marcy Rosen mostraba una natural relación con su instrumento, forjada desde su infancia.

Juan Manuel Vásquez
08 de enero de 2013 - 09:00 p. m.
 / Wilfredo Amaya
/ Wilfredo Amaya

“Amo mi chelo porque lo puedo coger y se vuelve parte de mi cuerpo”, dice Rosen, quien lo coge con los dos brazos como un niño coge su juguete favorito. Con un amor por la música que es evidente en sus movimientos, Rosen ayuda a los becarios a mejorar la técnica, aconsejándoles siempre mejorar la posición de la mano derecha que sostiene el arco para dar un sonido más amplio y proyectar la música a la audiencia. “Tienes que hacer que la audiencia sienta lo que tú sientes cuando tocas”, dice Rosen, que contrasta su conocimiento musical y su desarrollada técnica con una sencilla forma de explicar y una sonrisa casi imperceptible cuando dicta su clase.

Con una extensa trayectoria en la música de cámara y con numerosos reconocimientos de la crítica, Rosen admite que la enseñanza siempre ha contribuido a mejorar su técnica: “Debes practicar lo que predicas”. Con talento, dedicación, suerte y exposición, piensa que es posible alcanzar el éxito en el competitivo mundo de la música. “Sin embargo, lo más importante es no salir a tratar de ser famoso y exitoso, sino encontrar un lugar en la música en el que te sientas cómodo, así sea dando conciertos alrededor del mundo, siendo profesor en una escuela o tocando para tus hijos”. Tan sólo con mirar la manera en que Marcy coge su instrumento es evidente que su lugar en la música ocupa estos tres espacios.

Por Juan Manuel Vásquez

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