El Magazín Cultural

Bien imaginativo

El libro póstumo de Alfredo Molano Bravo, “Cartas a Antonia”, lanzado recientemente, relata no solo la compleja realidad de la Colombia profunda sino que abre debates aparentemente tan simples como la belleza.

Lorena Arboleda Zárate - @LorenaArboleda8
19 de agosto de 2020 - 07:00 p. m.
Alfredo Molano Bravo escribió 27 libros en los que narró y reflexionó sobre el conflicto armado en Colombia.
Alfredo Molano Bravo escribió 27 libros en los que narró y reflexionó sobre el conflicto armado en Colombia.
Foto: Nelson Sierra G

La primera vez que compartí un mismo espacio con Alfredo Molano Bravo, digo, un espacio íntimo, fue el 28 de julio de 2019. Había despertado en la casa de su hijo, mi gran amigo Alfredo Molano Jimeno, porque la noche anterior me habían preparado, él y mis amigos más cercanos de El Espectador, una despedida.

A los pocos días me iba para Inglaterra. Ese domingo, había un almuerzo familiar del que, por supuesto, yo me sentía absolutamente ajena. Antes de ese fin de semana, el mayor referente que tenía de Alfredo Molano era su entonces condición de comisionado de la verdad y, cómo no, el legado que había dejado como columnista en el periódico.

A la ciudad de Manchester me fui el 4 de agosto y llevaba conmigo, debajo del brazo, un libro que me había regalado Molano hijo: Rebusque mayor. Y tenía un muy breve mensaje que decía: “(…) que puedas entender un poco mejor de dónde vengo, el país que me duele y por el que peleo. Aquí, estos relatos de mi padre para que te acompañen en tu viaje”. Para mi vergüenza, no fue sino hasta cuando regresé a Colombia, en enero de este año y cuando ya había fallecido el gran Alfredo Molano Bravo, que decidí abrirlo, leerlo y empecé a comprender su pluma. Sabía que a los pocos meses saldría el libro póstumo que recién se lanzó este mes: Cartas a Antonia.

A los pocos días, lo sumé a mi aún muy pequeña biblioteca y me lo devoré en un par de días. Me encontré con historias absolutamente conmovedoras, desde los amores por Sonia, una perra que murió ahorcada, hasta las tragedias por las que atravesaron (y atraviesan) varios municipios del Pacífico. Aprendí un poco más de la Cuba nada libre e, incluso, viajé a Nueva York por enésima vez a través de una impecable descripción que hizo Alfredo sobre esa “ciudad que no duerme”. Pero la carta que me hizo llegar a este lugar es la que quedó plasmada en la página 66, que se titula ‘A tus diez años’ y que ya antes había publicado El Espectador el pasado 8 de agosto.

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Es una carta preciosa que habla de la belleza de su nieta y que invita a reflexionar sobre el arma que significa ser bella, particularmente en un país como Colombia: machista, desigual con las mujeres y ciego ante esa desigualdad. “No puedes gozar con lo que te dieron sino penar por lo que no eres: un ser libre del elogio”, le dice Alfredo a Antonia. Y no pude evitar pensar en las múltiples situaciones a las que nos exponemos las mujeres, por ejemplo, en los escenarios del poder que históricamente han sido asignados a los hombres: el económico y el político. Yo misma me encontré con momentos incómodos, por decir lo menos, cuando ejercía el periodismo político y, más recientemente, el judicial.

Anécdotas, muchas. Pero hay una que particularmente me llamó la atención a propósito del informe que a comienzos del mes sacó la Agencia para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID), titulado ‘Las capas del Techo de Cristal: equidad de género en la Corte Constitucional’. La conclusión evidente es que se hallaron situaciones de acoso sexual y laboral. La no tan evidente es que, hasta antes de ese informe, jamás nunca nadie se hubiese imaginado que este tipo de hechos se presentaran en una corporación como el alto tribunal. Lo dijo su presidente, Alberto Rojas Ríos: “nunca tuve conocimiento de situaciones de esta naturaleza”.

Me parece a mí que estos hechos no deben salir a la luz producto de un informe pagado a una agencia externa a nuestro país, sino por cuenta de nuestro propia reflexión frente a lo que somos como sociedad y el lugar que las mujeres ocupamos en ella. A veces, callar es un delito y hablar es un deber, una obligación, nos recordó Florence Thomas en uno de sus tantos libros. Eran las 3:54 de la madrugada cuando llegó a mi celular el siguiente mensaje: “Estoy y estaré siempre para ti. ¿Qué podría hacer por ti, bien imaginativo?”. El autor, un integrante de la Corte Constitucional. Me quedé pensando si era un mensaje inapropiado o si eran imaginaciones mías.

Por Lorena Arboleda Zárate - @LorenaArboleda8

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