El Magazín Cultural

Ensamble Cepromusic, las dos caras de la moneda

Reseña sobre la presentación del Ensamble Cepromusic realizada en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango como parte de la programación de la Temporada Nacional de Conciertos 2018 del Banco de la República.

Angélica Daza Enciso*
21 de abril de 2018 - 09:40 a. m.
Durante el concierto del Ensamble Cepromusic se estrenó la obra “Aspic”, del colombiano Gustavo Parra.  / Gabriel Rojas © Banco de la República
Durante el concierto del Ensamble Cepromusic se estrenó la obra “Aspic”, del colombiano Gustavo Parra. / Gabriel Rojas © Banco de la República

México y Colombia: dos países cercanos —dos caras de la misma moneda—  se reunieron el pasado miércoles 4 de abril en la sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá. El ensamble Cepromusic llegó desde México para deleitar al público capitalino con un concierto de música contemporánea, género del que han hecho su especialidad desde la fundación del ensamble hace más de cinco años. Este es uno de los primeros eventos de los muchos que tendrán lugar este año como parte de la celebración del año Colombia-México.

El programa, constituido por obras de autores colombianos y mexicanos del siglo XXI, fue una muestra de lo que en materia de composición musical sucede en la actualidad en ambos países. El concierto se inició con una obra escrita en 1934: Planos de Silvestre Revueltas. En la entrevista abierta que se realizó un día antes del concierto, se le preguntó a José Luis Castillo, director del ensamble, acerca de esta obra. Él respondió que Revueltas es para ellos un autor emblemático y que de él “es más lo que se habla que lo que se toca”. Además agregó que le parecía muy interesante abordar con una obra ‘de alto riesgo’ con un considerable nivel de dificultad. El equilibrio entre cuerdas y vientos y la fuerza rítmica de la obra fueron contundentes. Quedó claro que estábamos ante intérpretes de muy alto nivel.

En la segunda obra, Química del agua del mexicano Víctor Ibarra, escuchamos un despliegue de sonidos que desafiaban los sentidos. El ambiente sonoro me hizo recordar el de la ciudad, con una sensación de profundidad, de sonidos lejanos y cercanos, algo metálico, ruidos, carros, alarmas, choques, lluvia. En este contexto, cualquier interpretación podría ser arbitraria. El director afirmaba que “es difícil establecer una sola alternativa interpretativa”, refiriéndose al trabajo de los músicos, pero puede aplicarse a los oyentes. ¿Cómo interpretar estos sonidos que muchas veces desafían las técnicas tradicionales de ejecución? ¿Cómo entender este lenguaje y su construcción?

Aunque no podamos entenderlo, los sonidos transmiten ideas y sensaciones, como la obra Ãtman del colombiano Luis Miguel Delgado, que transportó mi imaginación a través de texturas tímbricas superpuestas en una secuencia de imágenes sonoras. La obra Los crisantemos se incorporan etéreos tras el chubasco, del mexicano Jorge Torres, en cambio, me mostro un paisaje distinto por la modulación constante entre pausa y movimiento, que lo hizo muy interesante.

El concierto cerró  con el estreno absoluto de Aspic, obra comisionada por el Banco de la República al compositor colombiano Gustavo Parra. En la entrevista abierta que se llevó a cabo momentos antes del concierto, el autor manifestó que el nombre de la obra está inspirado en su amor por la concina (‘aspic’ es un plato en el que los ingredientes se ‘ponen’ en gelatina) y declaró que para él, los nombres solo son formas de llamar a las obras y no describen nada en específico. La pieza incorporó sonidos nuevos en la percusión muy bien equilibrados con el resto del ensamble. Un motivo melódico que fue retomado sucesivamente por distintos instrumentos, le dio cohesión a la obra, alternando sonidos ambientales en un crescendo rítmico que nos llevó a un final triunfante.

Fue la mejor manera de terminar un concierto sorprendente, de un altísimo nivel interpretativo. Este ensamble ha estrenado cerca de cien obras en cinco años, según el director, casi una obra nueva cada quince días, un ritmo de trabajo enorme que resume Castillo diciendo “El nivel de exigencia no solo está en la partitura, sino también en el compañero”. Y el resultado lo demuestra: excelente trabajo.

* Maestra en música con énfasis en música antigua.

Por Angélica Daza Enciso*

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