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De tanto en tanto y siempre el cuento

Un corazón demasiado grande es el libro con el que la escritora vasca Eider Rodríguez entra en el radar de los lectores colombianos. El título es editado por el sello Literatura Random House. Entrevista.

Santiago Díaz Benavides
30 de noviembre de 2020 - 07:00 p. m.
"Un corazón demasiado grande" se publicó en septiembre de 2019.
"Un corazón demasiado grande" se publicó en septiembre de 2019.
Foto: Santiago Díaz Benavides

Un buen cuento suele estremecernos desde la primera línea hasta la última. Eso es indiscutible. De vez en cuando, algo a la mitad nos hace querer detenernos para que el tiempo no pase tan rápido. O puede darse el caso de que un detalle nos desencante y logre que perdamos el interés, como puede que no. Sea cual sea la situación, siempre aparecerá algo, ese algo, que termine por llevarse nuestra ovación.

Precisamente, los cuentos de Eider Rodríguez tienen un poco de todo eso. Historias cortas que terminan por encantar y desencantar en medidas casi iguales a los lectores. Narraciones en las que se evidencia un claro esfuerzo de quien escribe por capturar los detalles de lo hiper cotidiano y dejarlos ser, así sin más, procurando que esos pequeños detalles, los personajes, los espacios y hasta los olores, permitan al lector situarse allí, en medio de la nada, que lo es todo.

Asistimos, pues, al testimonio de una mujer que acepta la incómoda tarea de cuidar a su exmarido enfermo a pesar de llevar veinte años separados y se reencuentra con escenas de su vida que no creía que pudiesen seguir allí; una familia marcada por las secuelas de un incendio celebra el cumpleaños de su hija y le hacen notar a una de las invitadas que vale más el corazón que el aspecto del rostro; una mujer conserva el mioma extirpado de su útero como si fuera una reliquia y otra no logra reconocer sus manos como suyas; un abuelo recuerda con su hijo la vida que tenía antes de la guerra y añora los días con el amor de su vida; una mujer queda viuda y se refugia en la idea de que a través del recuerdo se puede mantener viva a una persona. Estos son relatos que hablan de casi todo lo que a una persona podría sucederle, sin mayor interés que retratar los momentos y exponerlos. Aquí hay historias en las que la vida política de sus protagonistas se funde con su vida privada, arrastrando heridas de un pasado turbulento, relatos sobre mujeres que no sienten apego alguno por sus hijos, sus madres o sus propias vidas, cuentos en los que la realidad, como lo señala Belén Gopegui, no es la forma desvaída en la que la recordamos, sino un brillo de belleza y dolor.

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Rodríguez, reconocida recientemente con el premio Euskadi de Literatura, tiene en su narrativa la virtud de dejar una marca sobre quien lee. No se garantiza, vale la pena aclarar, que la marca produzca un buen recuerdo, pero sí es posible asegurar que algo quedará latente, siempre. De tanto en tanto uno revivirá las imágenes, y siempre el cuento se mantendrá compacto. Nacida en el País Vasco en 1977, esta escritora ha sabido ser editora y traductora. Es licenciada en Publicidad y doctora en Literatura. Publicó su primer libro de relatos Y poco después ahora (2007) a los 26 años. A este título le siguieron Carne (2007) y Un montón de gatos (2010). Ha trabajado otros géneros como el cómic, el ensayo y el guion. Actualmente, trabaja como profesora en el área de Lengua y Literatura de la Universidad del País Vasco. Un corazón demasiado grande (2017) incluye sus últimos relatos trabajados y reúne varios de sus mejores cuentos publicados previamente. Al respecto de este libro y otros temas relacionados con su obra, conversé con la autora y confirmé que la suya es una literatura a la que habrá que ponerle atención, en medio de tanto libro bueno que se publica en español.

¿Podría hablarme sobre el germen de estas historias? Pareciera que muchas se conectan y el lector encuentra siempre un hilo conductor, por lo menos en lo que se refiere a las inquietudes de los personajes femeninos, los espacios, y las situaciones cotidianas.

Los gérmenes proceden de diversas fuentes: sueños, retazos de conversación, noticias y, sobre todo, miedos. Me atrevería a decir que todos o casi todos los gérmenes tienen un origen muy carnal, han pasado mucho tiempo en mi interior, inquietándome e interpelándome, hasta que los he dejado crecer.

¿Cómo es el proceso de armazón de los cuentos, una vez que tiene la idea y los argumentos claros? Da la sensación de que todo va como por una vía agujereada y al final, sale.

Realmente, antes de ponerme a escribir frente a la pantalla, suelo rellenar unas buenas cuartillas, a veces, pequeños cuadernos enteros, con anotaciones acerca de los personajes y de la trama. Pero, sobre todo, antes de ponerme a darle forma al texto siempre tengo una hoja de ruta detallada llena de exclamaciones que me recuerdan qué deseo contar realmente.

Al escribir cuento, ¿tiene alguna técnica en particular o simplemente deja que todo salga como debe salir y luego lo edita?

Soy muy lenta, me paso meses con cada relato. Mi técnica consiste en tomar muchas notas y así, para cuando los personajes cobran vida en mi interior, ponerme a escribir. Las primeras semanas escribo de manera lineal, pero después voy subiendo y bajando una y otra vez hasta llegar al final.

¿Qué tanta distancia hay entre la voz que ha sido traducida y la original en euskera?

Creo que no tanta, ya que yo soy bilingüe desde pequeñita y lo he traducido yo misma.

¿Cuál es el panorama de la literatura vasca hoy en día?

Está en un momento muy interesante. Creo firmemente que en la última década la literatura en euskera se ha empoderado, ha comenzado a confiar en sí misma, así como quienes leen en euskera, que a pesar de ser pocos en número son fieles… En estos momentos, en euskera puedes elegir no solamente todos los géneros, sino también muchísimos tonos y texturas literarias.

Además de escritora, es traductora y editora. ¿Cómo evalúa el panorama actual de la industria editorial, teniendo en cuenta los retos a los que nos enfrentamos con la pandemia?

Fui editora y solo me autotraduzco. Acerca de la industria, opino que tenemos que huir del algoritmo cuanto antes, creo que ese es el mayor reto que tenemos: intentar ser libres también en lo que leemos y miramos en pantalla. Estamos en un momento muy extremo en el que un puñado de oficinas diseñan la mayoría de los aromas que nos envuelven y otro puñado controla lo que vamos a desear ver. En vez de humanos somos consumidores. Es un buen momento para crear proyectos locales críticos, por ejemplo, librerías para gente que quiera hacer frente a esta guerra del BigData. Un libro es tan sofisticado en su concepción y en su diseño como una tablet.

¿Se la encontraría uno en una librería? Habría que cuidarnos de su curiosidad... ¿Qué la hizo decidirse por trabajar con las palabras en lugar de hacer cualquier otra cosa?

Claro, son mi perdición. Ayer mismo estuve en una y arrasé… Fui una niña solitaria y aburrida, no demasiado hábil en nada. Me costó un tiempo darme cuenta de cuál era mi pasión, pero en cuanto fui consciente ha funcionado como mi guía y maestra de vida.

Este libro es una oda a lo hiper cotidiano y un rezo a los pequeños detalles de nuestras vidas, a veces tan llanas. ¿Qué espera que los lectores intuyan de su narrativa con estos textos?

Me encantaría que alumbrasen lugares a los que da miedo asomarse.

¿También tiene un corazón demasiado grande?

(Risas). Tengo más dura la cabeza que grande el corazón.

Por Santiago Díaz Benavides

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