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Homenaje a Ramón Illán Bacca: “Oye, el viejo ese estaba en todo, ah”

Hace pocos días, el pasado 17 de enero, falleció a los 82 años el escritor, periodista, profesor y gestor cultural Ramón Illán Bacca, quien nació un 21 de enero de 1938 en Santa Marta, pero vivió gran parte de su vida en Barranquilla. Aquí rescatamos, en homenaje a su memoria, una entrevista a Illán Bacca, realizada hace algunos años por el también escritor J. J. Junieles, y que compartimos hoy, fecha de su natalicio, para celebrar el legado de este gran maestro de la literatura colombiana.

J. J. Junieles*
20 de enero de 2021 - 08:19 p. m.
J. J. Junieles y Ramón Illán Bacca.
J. J. Junieles y Ramón Illán Bacca.
Foto: Cortesía de J. J. Junieles

Conocí a Ramón Illán Bacca una noche bogotana, en el vestíbulo del hotel donde nos hospedábamos, invitados por la Feria del Libro de esa ciudad, hacia finales del pasado siglo XX. Ramón estaba cansado del pollo que servían en el hotel, yo había llegado por primera vez a Bogotá, y mi hambre, multiplicada por el frío, encontró el restaurante con las puertas cerradas. Entonces salimos a la noche, lluviosa y glacial, en busca de comida y algún trago fuerte para calentar el cuerpo.

Me dejé guiar por Ramón. Salimos del hotel a las diez de la noche, emprendimos a pie la carrera Séptima, y regresamos en un taxi a las dos de la mañana. Me acosté con la certeza de que nunca volvería a vivir una noche tan alucinante como aquella, porque me parecía haber asistido a una versión metropolitana de la Divina Comedia.

A nuestro paso por la Séptima, vimos cientos de personajes dignos de la más loca película de Fellini: viejos guitarristas con cayos de madera en los dedos, poniendo serenatas a las estatuas de los parques; proxenetas con su nombre escrito en los dientes con letras de oro; monstruos naturales entre los que recuerdo una muchacha con los ojos más bellos del mundo, enormes como mandarinas, y un vendedor de dulces y cigarros con pequeños cuernos en su frente; quinceañeras disfrazadas de muñecas entrando a lugares sórdidos de la mano de honorables senadores; traficantes en las esquinas con cucharitas en la mano, y frente a ellos, filas de adictos comprando su veneno; profesores y estudiantes en las cafeterías discutiendo a Schopenhauer y Nietzsche, con un fervor que no necesitaba de aguardientes. En resumen: un incontable bestiario de buscavidas que, con seguridad, Ramón Virgilio Bacca Linares recuerda mejor que yo.

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Desde entonces, me debo a mí mismo esta entrevista con Illán Bacca, quien por fin me la concedió, después de forcejear con su carácter primario de hombre tímido, que muchas veces se ve obligado a ser extrovertido, para alegría de sus amigos y estudiantes.

Analistas reveladores, como Ariel Castillo Mier, dicen de su obra: “Como en una radiografía verbal, Ramón sabe mostrar en la riqueza de los poderosos, su inmensa pobreza; en la maestría de Dios, su gran chambonería; en toda supuesta victoria, un lastre de dolor. De ahí la actitud burlesca, el juego paródico, la caricatura, aptas para denunciar la impostura, la mentira, la inautenticidad, la precariedad y el caos”.

Ramón Illán, nació en Santa Marta en 1938. Estudió en el Seminario de esa ciudad y es bachiller del Liceo Celedón. Estudió Derecho en la Universidad Libre de Bogotá. Ha compaginado el ejercicio de la abogacía con la cátedra de literatura. De sus obras destacan: Marihuana para Goering (cuentos, 1981), Débora Cruel (Novela, 1990), Crónicas casi históricas (Ediciones Uninorte, 1990), Maracas en la opera (Novela, 1996), Escribir en Barranquilla (Ediciones Uninorte, 1998), El espía inglés (Universidad Eafit, cuentos, 2001), Disfrázate como quieras (Planeta, cuentos, 2002), y La mujer del defenestrado (Pijao editores, 2008)

Ha obtenido el Primer Premio del Concurso de Cuento del Instituto de Cultura del Magdalena (1979), Primer Premio Concurso de Cuento Regional Diario del Caribe (1981), Premio Nacional de Novela Cámara de Comercio de Medellín (1995, por: Maracas en la opera), Premio Simón Bolívar de Periodismo Cultural (con el artículo Voces de Barranquilla, publicado en la revista el Malpensante 2004). Y fue autor escogido para el programa “Leer el Caribe” (2003), adelantado por el Observatorio del Caribe, el Banco de la República, la Universidad de Cartagena y la Secretaría Distrital de Educación de Cartagena de Indias. En la actualidad es profesor de la Universidad del Norte.

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José Manuel Camacho Delgado, de la Universidad de Sevilla, a su vez comenta: “La literatura de Ramón Illán Bacca está sembrada de perdedores audaces. Son siempre criaturas inolvidables que viven el continuo suplicio de la contrariedad como única certeza inviolable y sostienen mediante el humor la adversidad parasitaria incrustada en sus vidas. La insólita galería de perdedores que ha sabido crear el narrador samario cuenta con ejemplos más que notables en todas las profesiones y en todas las clases sociales.”

Aquí un breve diálogo con este fabulador, cuyas historias nos reflejan, nos explican, nos inventan, descubriendo en nuestra vida hacendosa y carnavalesca, ese sentido, esa razón de ser, que para muchos resulta difícil de entender sino se vive en estos pagos del Señor.

Las ciudades sobreviven al tiempo gracias a la memoria, cuando los artistas las reinventan desde sus voces: la música, la poesía, los cuentos y novelas, les dan una identidad de alma a los lugares. La ciudad de Barranquilla, La Arenosa, o Curramba; como suelen llamarla, a veces parece un invento suyo.

He escrito cuatro novelas y tres libros de cuentos. Podría decir que Deborah Kruel se desarrolla en una Santa Marta llena de espías nazis, mujeres de largas pitilleras y sombreros cinematográficos y las otras tres: “Maracas en la ópera” “Disfrázate como quieras " y “La mujer del defenestrado” se dan en esa Barranquilla donde los años se cuentan por los reinados del carnaval. Una ciudad que oscilaba entre lo barroco y lo chévere pero que ahora, como una paradoja, la tal “Cheveridad” se la está tragando en un caos donde no hay una necesaria disciplina social. Algo de eso quiero decir en mis novelas. No sé si lo logré. Le toca decirlo a los críticos. A los escritores de ficción no nos corresponde ser buenos en la crítica ni en la teoría literaria, antes bien la ignorancia en esos temas es muy sana.

En su trabajo hay una fidelidad por temas que con el tiempo han formado una identidad estética: la cultura popular como forma de conocimiento, la Historia como baúl de asombros. ¿Podría darnos un esbozo de su arte poética, de su forma de entender la literatura y el acto creador?

Siempre se me pregunta el por qué escribo. En mi caso tengo la sensación de ser por una musa chiquita ,morochita , de pelo enredado que insiste que escriba sobre mi niñez en Santa Marta, cuando veía a las muchachas casaderas, cantar mientras caminaban por el camellón frente al mar, “Voy por la vereda tropical”. Es la misma musa que me recuerda las películas de rumberas que veía, todos los jueves de estreno, en la “Morita”. Ahora en mis últimos escritos, a mis setenta años, trato de unir este mundo que me es cada vez más extraño, a un intenso deseo de agotar hasta el fondo mi curiosidad por esa cosa maravillosa que llamamos literatura.

¿Cuáles son las lecturas que han sobrevivido al tiempo, y cuya relectura se ha convertido en una necesidad personal?

En mi larga vida he tenido presente algunas lecturas por largos períodos de tiempo que después se han desvanecido. Durante mucho tiempo adoré a Proust ahora lo tengo casi olvidado. Lo mismo me pasó con André Gide, Romain Rolland, Tomas Mann, Aldous Huxley, en su momento. Creo que sigo adorando a Homero, Balzac, Tolstoi y Borges. En poesía estoy entusiasmado releyendo a Leopardi, T.S. Elliot, Lezama Lima, José Manuel Arango, Kenneth Rexroth y Rómulo Bustos

Los lectores viven un remozado interés por las formas breves. El cuento y la novela corta parecen convertirse en un signo de nuestro tiempo. ¿Cuál es su percepción de este fenómeno ?

Durante mucho tiempo se nos dijo que la novela era la reina de los géneros literarios y al cuento se le daba un trato ancilar. Ahora los buenos cuentos son muy estimados. Los escritores latinoamericanos menores de 39 años publicaron su selección de cuentos y se les pudo tomar el pulso. Estoy que reviso los míos.

García Márquez dice que “no sería novelista sino hubiera leído tanta poesía buena y mala”. Hay un espíritu poético subyacente en todos los géneros tradicionales. ¿Cuál es su relación con lo poético?

Leo poesía desde el amanecer y estoy repasando mi griego clásico, aprendido en el seminario de Santa Marta para traducir a Simónides, Anacreonte y Safo.

Se dice que el cine y la televisión influyen a la hora de aplicar recursos narrativos. ¿Qué significado tiene para usted lo audiovisual?

Los pocos críticos y reseñistas de mi obra de ficción destacan la alusión permanente a películas viejas que siempre hago. No sé si tengo un estilo como de traveling aplicado a mis novelas. No lo creo. De todos modos si me hubiera resultado la beca para estudiar cine en Checoslovaquia, en los lejanos sesenta, otra sería mi respuesta.

Cicerón, el antiguo escritor romano, decía de su época: “Estamos en malos tiempos, los hijos no obedecen a sus padres, y todo el mundo escribe libros”. Existe una literatura entregada a fórmulas creativas condicionadas por el mercado de consumo; es justo decir que hay muchas obras valiosas que pertenecen a ese mundo. Pero hay otra literatura que explora, buscando innovar las formas de contar, y que no es muy popular ¿Cual es su visión del asunto ?

En tu pregunta está implícita la respuesta de ser mejor la literatura que aspira a no ser solo de consumo. Lo ideal es ser como García Márquez, que es muy bueno y además vende. Se supone que es mejor ser Long seller que best seller, ya que las grandes obras permanecen y los autores populares pasan a ser olvidados. Eso es una larga discusión que el otro día sostuve con Gustavo Bolívar. Terminamos brindando por los buenos libros que sí venden.

¿Cómo le gustaría ser recordado?

Me encantaría que veinte años después de muerto una parejita de novios se leyera Deborah Kruel y se dijeran: “Oye, el viejo ese estaba en todo, ah”.

*Escritor y periodista del Caribe colombiano, su más reciente libro es la novela El hombre que hablaba de Marlon Brando (Planeta 2020).

Por J. J. Junieles*

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