El hombre irrumpe en el apartamento —barbado, con un traje impecable y la mirada trastornada—. Otros sujetos, más serios, vestidos de azul, lo acompañan. El apartamento desbaratado, la cama está destendida. Hay una lámpara rota. Entre las sábanas, el cuerpo desnudo de una joven, cubierto de sangre y varios moretones.
Han pasado 25 años. Benjamín Espósito (Ricardo Darín), un funcionario del juzgado penal de Buenos Aires, vuelve, una y otra vez, a ese momento. El asesinato que marcó su vida y por el que ahora regresa a la ciudad. Un proceso de catarsis hecho novela a la que le faltan datos, situaciones, desenlaces. El retorno a una ciudad que lo hizo alejarse del amor porque la justicia —no sólo la de los altos tribunales, sino la humana, la del prójimo— se lo impidió.
El secreto de sus ojos, la película de Juan José Campanella (El mismo amor, la misma lluvia, 1999; El hijo de la novia, 2001), está basada en la primera novela de otro argentino, Eduardo Sacheri, quien colaboró en la escritura del guión. Fue el filme ganador del Oscar a Mejor Película Extranjera de este año y un éxito de taquilla en el país gaucho. Incluso, es la segunda producción más vista, luego de Nazareno Cruz y el lobo, de Leonardo Favio.
¿Y cuál es el secreto de la cinta? Tiene humor, del negro; se entreteje una historia de amor silenciosa entre jefe y subordinado —en la que sólo hablan los ojos—, hay tensión e impotencia. Evoca esos instantes previos a la dictadura y, sobre todo, se encarga de reflejar cómo una actitud, una decisión, puede afectar el resto de una vida.
“Traté de contar esta historia como una mezcla entre pequeños seres que deambulan en un mar de gente, en enormes estructuras, perdidos entre la muchedumbre, y sus ojos. La de aquel tipo que camina a cien metros de nosotros en la terminal de trenes, y del que nos separan quinientos cuerpos. ¿qué lograríamos saber de él si de repente, sin cortes, pudiéramos ver un primer plano de sus ojos?, ¿qué secretos nos contarían?”, dice Campanella, quien hizo a hablar a los ojos de los distintos personajes: el alcohólico, la mimada, el atormentado, el enamoradizo. Hasta el asesino se convierte en sospechoso por su forma de mirar.
El reparto del filme lo completan Soledad Villamil, Pablo Rago y Guillermo Francella, tres argentinos que le agregan credibilidad a una narración rápida y de diálogos entretenidos, en la que la música también cobra protagonismo.
“¿Cómo se hace para vivir una vida llena de nada?”, se cuestiona Benjamín Espósito, en alguna de sus disertaciones. Tal vez, resolviendo aquellos misterios del pasado, El secreto de sus ojos ahonda en las circunstancias en que el arrepentimiento y la venganza cobran fuerza, a medida que el amor se evita y la justicia se compra. Campanella atina, una vez más, como director.