El Magazín Cultural

Fábula del León Jorge y de las serpientes o ratas invisibles

Antes de 1948, todos los animales de la selva bogotana vivían más o menos tranquilos —a pesar de la violencia—; la mayoría de los perros y chimpancés iban con la ropa sucia de tanto trabajar construyendo casas, embolando zapatos o manejando los tranvías.

Orlando Plata González
09 de abril de 2019 - 04:05 p. m.
Una de las imágenes de los sucesos que desencadenó el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948.  / Archivo
Una de las imágenes de los sucesos que desencadenó el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948. / Archivo

Y de los animales que iban limpios, unos llevaban corbata roja y otros lucían corbata azul, pero a todos les gustaba lo mismo: mandar, ser dueños de todo y viajar —a París, Londres y Nueva York— para comprar lociones y más corbatas.

Los animales que vivían en esta selva bogotana eran tigres, leones, hienas, chimpancés, perros y serpientes o ratas —nunca se supo muy bien qué clase de animales eran estos, pues no dejaban que nadie se les acercara y eran peligrosísimos, pero es seguro que tenían de serpiente y de rata. Y cuentan que un día, a uno de los cachorros de león le empezó a ir bien en el colegio, y cuando fue mayor se hizo abogado y luego viajó a Europa y aprendió a rugir cada vez mejor y a convencer a todos de que pensaran como él. Así hizo algunos enemigos —unos de corbata roja y otros de corbata azul—, pero también muchísimos amigos; casi todos ellos eran perros y chimpancés que iban con la ropa sucia, porque algunos embolaban los zapatos de los que estaban limpiecitos y todo. Eso era el principio de la globalización, porque el mundo comenzaba a estar más conectado.

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Por supuesto, los tigres y los leones gobernaban toda la selva de Bogotá y hasta se prestaban sus corbatas, por lo que a veces llevaban puesta la roja y en el bolsillo llevaban la azul —por si acaso. Las hienas vivían también por ahí merodeando, pero eran más bien como malucas, porque se reían de todo y eran envidiosas y mentirosas. Por ejemplo, a veces estaban con el León Jorge cuando a él le daba por rugir en la plaza de toros o en la Plaza de Bolívar y todo el mundo se paraba a escucharlo, y también decían que rugía muy bien y le daban palmaditas en el lomo para felicitarlo por haber hecho que todos esos perros marcharan tan calladitos en lo que se llamó la Marcha del Silencio, para protestar contra la ferocidad de los felinos; pero luego hablaban mal de él con los tigres y los leones, porque a ellos no les gustaba que el León Jorge rugiera mal de las águilas —que eran dizque muy amigas del país— y por eso los tigres y los leones les aceptaban que trataran a todo el mundo a picotazos, con tal de que a ellos no los picotearan tan duro.

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Tal vez una de esas hienas fue la que un día —envidiosa del éxito del León Jorge con sus elocuentes rugidos, que les gustaban a tanto a los perros y a los chimpancés, que ya no querían embolar más zapatos ni construir más casas ni manejar los tranvías— les pidió plata prestada a un tigre y a un león, que a su vez le pidieron más a un águila, para ir a las afueras de aquella selva bogotana y contratar a una de esas serpientes o ratas invisibles que vivían allí para que matara al León Jorge, que cayó muerto de tres o cuatro balazos el 9 de abril de 1948 y entonces todos los animales se enfurecieron mucho más y después de linchar a la rata o serpiente asesina y ponerle dos corbatas, una roja y otra azul, salieron a romper e incendiar todo lo que encontraban, y a robar en las tiendas. Hasta que se acabó todo y ya no hubo más silencio, pero había globalización, porque al final llegó internet y todo el mundo quedó conectado y no se pudo esconder más la verdad.

 

* * *

Moraleja:

Un León no debe confiar nunca en las hienas,

porque son sus enemigas naturales.

Por Orlando Plata González

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