El Magazín Cultural
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Felipe Aljure: “El FICCI Interruptus será un acto de resistencia”

El director artístico del Festival Internacional de Cine de Cartagena habló para El Espectador sobre la versión Interruptus de este festival, que fue diseñada para estos tiempos de encierro y ansiedad por consumir cultura en los espacios habituales.

Laura Camila Arévalo Domínguez
27 de marzo de 2021 - 02:00 a. m.
Felipe Aljure es director de las películas “La gente de la universal” y “El colombian dream”, entre otras.
Felipe Aljure es director de las películas “La gente de la universal” y “El colombian dream”, entre otras.
Foto: Festival de Cine de Cartagena

Habría sido entendible si hubiesen decidido no hacer festival este año, ¿por qué insistieron?

Ese es un proceso largo. Los que trabajamos en cultura tenemos una dosis de pasión grande y siempre nos proponemos defender la existencia, libertad, inclusión, transparencia y diversidad de estos espacios. Nos parecía que este era un año particularmente difícil porque, además, estábamos viendo (de hecho seguimos viendo) cómo trasladaban las actividades de las salas públicas y de eventos colectivos a las salas de la casas: si tenías una tarjeta de crédito y un celular, estabas listo para ir a la casa y consumir. Es motivo de celebrar que exista la virtualidad, que existan otros medios. ¿Qué fue lo que hicimos durante el encierro? Consumimos cultura. Concluimos que era importante pelear el espacio colectivo alrededor del cine. Así uno esté en silencio en frente de la pantalla grande, lo que allí pasa genera tensiones energéticas y la gente lo siente. Cuando uno está en frente del computador viendo la misma película, esas conexiones no se dan: estás aislado en tu corralito consumiendo contenidos. Lo colectivo, además, deja un saldo pedagógico: cuando estás viendo una película y estás acompañado, las risas o las lágrimas de los otros, contrastados con lo que tú estás sintiendo, te dejan compararte, confirmarte o diferenciarte frente a ese grupo al que perteneces.

Hablemos sobre las películas que fueron seleccionadas para el FICCI 2020 y no pudieron proyectarse...

Claro, es que también teníamos una deuda con los creadores que habían pasado un proceso curatorial importante. A la plataforma del año pasado llegaron más de 1.500 títulos y nosotros vimos otro tanto por fuera. Es decir que las personas que pasaron un filtro de 3.000 películas y quedaron escogidas transitaron de la alegría a la frustración. Esas películas tuvieron que ser archivadas. Comenzamos a recibir llamadas de personas que nos contaban que habían tenido su estreno mundial, les preguntábamos dónde y nos respondían que en la sala de su casa. Otros nos contaban que se la habían vendido a una plataforma, etc. Así que sí, la virtualidad es una ventaja, pero las películas se hicieron para verse en escala grande de imagen, sonido y en colectivo. En este momento, llegar al sueño del festival de siempre que tenía una audiencia de 125.000 personas, 200 proyecciones, 200 títulos y 8.000 acreditados, es muy difícil.

¿Lo que harán entonces será proyectar las películas que fueron seleccionadas para la versión 60 del FICCI?

Sí, algunas de ellas. No tenemos el mismo número de pantallas. Quisiéramos tener espacio para todas, pero esta versión del festival tendrá 62 proyecciones y normalmente son 400. Claramente es un festival reducido en el que le daremos prioridad a películas que, además, parecen estar condenadas. Todo lo hicieron bien: se hizo el esfuerzo, fueron años de rodaje, invirtieron en la imagen para la escala grande, etc. Pero resulta que acabaron su vida en las pantallas de los computadores y las plataformas, entonces ahí hay un nivel de frustración. Las salas que usaremos las montaremos a pura pasión y buscando apoyo en todas partes, porque además en cada sitio en el que quieres montar hay que hacer un esfuerzo enorme: montaje de pantalla, proyector, sistema de sonido 5.1, las sillas, el distanciamiento, etc. Cada noche de luna llena (ocho en total) se armarán cinco pantallas, pero también debemos estar preparados para que ocurran cosas: tal vez no cierren o nos toque cancelar porque coincida con un pico y nos toque aplazarlo para el siguiente mes o moverlo una semana. Es un festival propio de una sociedad enclaustrada. La otra era quedarse sentado y no hacer FICCI este año, pero eso era inaceptable. También podíamos resignarnos a la virtualidad, que la estamos usando en sus aspectos ventajosos, pero también creo que hay una especie de fatiga sobre este tema.

¿Cómo llegó la idea de las noches de luna llena y el resto de planeación para esta versión? Esparcida en el tiempo, con proyecciones limitadas y salas al aire libre...

Pasamos por muchas versiones que se fueron cayendo por la volatilidad e incertidumbre. Llegamos a la conclusión de que teníamos que hacer un festival hecho de resistencia en el que, claro, lidiaríamos con las circunstancias actuales. Le quitamos la densidad de seis días continuos y nos fuimos a ocho días de luna llena. Decidimos exteriores y elegimos la noche. Tenemos la luna, que tiene unas características cinematográficas, poéticas, culturales, etc. Establecimos un calendario lunar con el que, de alguna manera, pudiésemos hacer una afirmación de que los espacios colectivos y culturales son posibles y se pueden tener sin atentar contra la salubridad ni aumentar los riesgos de contagio.

Puede ser obvio por la interrupción de la versión del año pasado, pero hablemos del origen del nombre, Interruptus...

Claro, sale de la experiencia del año pasado. Como esta no se contará como una versión normal, es decir, este no será el festival número 61 porque no es oficial y no se hará en condiciones de libertad creativa, pues será entonces el FICCI interruptus. No es un asunto de solidaridad exclusiva con los cineastas, sino también con la ciudad y las audiencias. Las personas quieren su festival, lo piden y son espacios que no te puedes permitir ceder o entregar: vaya uno a saber qué pasará cuándo nos quiten la sombrilla de la pandemia. Interruptus hace referencia a que esta es una etapa de transición en la que las realidades cinematográficas, de festivales, producción nacional y extranjera, están interrumpidas, están en un entredicho. La expectativa con la reactivación del sector es gigantesca.

Sobre la presencialidad que usted ya ha mencionado varias veces en esta entrevista, ¿por qué la considera necesaria? ¿Qué es lo que se pierde cuando, como usted dice, el cine y el grueso del sector cultural ceden espacios presenciales para acomodarse a los virtuales?

Esta pandemia va contra la naturaleza del ser humano: lo obliga al encierro cuando toda su línea evolutiva ha sido la congregación y la movilidad. Los sectores como el nuestro dependen de la agrupación, circulación e intercambio del colectivo, además de la percepción de las vibraciones más sutiles: en la virtualidad oyes voces, que son transformaciones digitales que emite tu computador, pero tu vibración energética es la vibración electrónica del computador. Cuando uno está con los seres humanos ve gestos, detalles y realidades que en la pantalla quedan limitados. Hay que resistirse a eso.

¿Cómo será entonces la logística esta vez? ¿Optarán por el modelo híbrido (virtualidad/presencialidad)? ¿Cómo pueden asistir y participar las personas?

En la academia habrá eventos virtuales, híbridos y presenciales. Hay virtuales, como la charla “El uso y el abuso: nuestro proceso de extinción”, en los que la gente se conecta a través de nuestra página o nuestro Facebook. Otros, como la proyección de la película de Leiner Palacios, “Fuegos cruzados”, permitirá que algunas personas lleguen y habrá una media hora de acceso por protocolos de seguridad, después la proyección, conversatorio con el director y al final media hora para evacuar el lugar. Las dos cosas se podrán ver virtualmente a través de una plataforma. Y hay otros eventos, como las películas de la programación, que serán exclusivamente presenciales. Este festival es para la gente de Cartagena, así que no hay acreditados. Es un acto de resistencia.

¿Cómo fue ser el director artístico de un festival como el que se iniciará hoy? ¿Cuáles son sus reflexiones, frustraciones y proyecciones?

Ha sido muy difícil. Me mueve la pasión y todo lo que hemos hecho en este país por el cine en los últimos años. Me mueve el talento, la importancia del cine en las culturas, los procesos de apertura que se han venido haciendo para las voces cinematográficas de este país que estuvieron silenciadas, pero también la solidaridad de la gente de Cartagena que quiere hacer las cosas. Nunca pasó por la agenda la opción de cancelar, a pesar de que me puedo imaginar que hemos recibido unos golpes financieros tremendos. Yo no manejo la plata, pero desde el grupo creativo sufro y entiendo el día a día de las carencias.¿Difícil? Sumamente difícil: los miedos no solamente son de los gestores culturales o los cineastas, sino que las empresas también son dueñas de sus propios miedos y se recogen. Es que quién iba a pensar que Cine Colombia fuese a estar cerrado durante un año y dos meses. Todo afecta.

Hablemos del sector audiovisual. Teniendo en cuenta las salas abiertas, las que siguen cerradas, la taquilla, los rodajes congelados o cancelados, los estrenos virtuales, etc., ¿cómo lo ve?

Desde el optimismo quiero ver que regresemos a una reactivación, pero desde el análisis frío de este momento, tienes que fijarte en que ahora Colombia tiene la mayoría de sus salas de cine cerradas. Las que están abiertas tienen unas limitaciones de aforo muy importantes, las personas tienen miedo de ir a las salas de cine, un miedo que además es legítimo. Las plataformas, en su propia búsqueda, generaron un movimiento que desplazó los títulos que iban para audiencias en sala, lo que produce que esas personas que se necesitan para la taquilla, no salgan a la calle. Esa plata tendría que ir para el fondo de Proimágenes, que es la institución que inyecta recursos para la producción nacional. Después está el tema de las producciones extranjeras, que además de conocimiento, traían trabajo y posibilidades de interactuar con otros estándares de producción. Esas películas no están viniendo. Y luego tienes el circuito de festivales, que es un poco la conversación que hemos tenido con Anafe y esta alianza en la que todos los festivales nos unimos en las noches de luna llena para decir “Estamos vivos e importamos, necesitamos existir”. Hoy, el panorama es preocupante, pero si uno mira hacia adelante, quita el elemento “pandemia” y ve la vitalidad y resistencia que ha demostrado el sector cultural, hay esperanza y optimismo de que, por ejemplo, el año entrante se reactiven las taquillas.

Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

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