El Magazín Cultural

La ficción, una manera de abordar la realidad

El fotógrafo Joan Fontcuberta expone sus obras en la Luis Ángel Arango y controvierte con sus imágenes la esquematización del arte.

Sandra Fernández
18 de noviembre de 2016 - 02:00 a. m.
Joan Fontcuberta con una de sus imágenes, en la sala de exposiciones de la Luis Ángel Arango. / Sandra Fernández
Joan Fontcuberta con una de sus imágenes, en la sala de exposiciones de la Luis Ángel Arango. / Sandra Fernández

Pareidolia es una exposición fotográfica, teórica y artística que recoge algunos de los proyectos del artista español Joan Fontcuberta, un acto que en un principio puede ser documental pero que en el transcurso convierte su contenido en espejismos existenciales.

“Vivimos en un tsunami icónico. Una realidad confiscada por imágenes”, decía el fotógrafo, artista y teórico de la imagen, el español Joan Fontcuberta, presentando así la exposición antológica de sus series más reconocidas, titulada Pareidolia, en el Museo de Arte del Banco de la República en Bogotá. Es la imagen un elemento de poder que evidencia, tras hacer un arduo recorrido por vivencias, historias que se desglosarían en un trabajo fotográfico, haciendo énfasis en lo que es y no lo es, una asociación con presencias cotidianas que el artista transmite en una nueva vertiente de certeza determinada por hechos teóricos.

“El trabajo de Fontcuberta te pone a reflexionar sobre si eso que estás viendo es verdad o es mentira. Todo es una reflexión en torno al poder que puede tener la imagen y, al mismo tiempo, ese juego de verdad y de ficción que también puede tener. Nosotros, como espectadores, a pesar de estar viciados por tantas imágenes que vemos constantemente, tenemos un sentimiento de veracidad que a la vez crea duda o falsedad, una realidad ficticia y construida para jugar con el subconsciente y con la mente”, explica el curador de la muestra, el español Mira Bernabeu, quién asegura que Pareidolia, más que tratarse de una exposición fotográfica, es la realización que aglutina varias teorías del artista que se complementan con elementos encontrados en el contexto colombiano dentro de estas cinco series antológicas.

Cada una de las salas que componen la exposición está dispuesta según el tema a tratar por Fontcuberta, para crear una veracidad sin marcha atrás. En su serie Fauna (1985-1989), una imagen de museo natural se apodera del recinto, mientras piezas fotográficas y algunos animales híbridos disecados crean la ilusión de especies exóticas. Al igual que sucede en la serie Herbarium (1982-1985), un herbolario de flores que no existen en la naturaleza y que el artista ha creado a través de elementos y materiales de desecho que encontró a lo largo de su vida. El planetario o museo astronómico cobra vida con la serie Sputnik, uno de sus proyectos más controversiales, sobre la vida de un cosmonauta que durante la Guerra Fría desaparece en el espacio sin dejar huella. La serie Constelaciones (1993-2013), un espejismo del firmamento, fotografías que atribuyen a esa imagen que todos conocemos como un cielo nocturno. Y, por último, un museo de historia, esta vez en torno a la religión, con la serie Milagros (2002), imágenes alteradas que se entrecruzan con aquellas creencias que notablemente son personificadas creando una verdad absoluta.

Es la imagen la que crea esa visión de lo que es real, y esto es un ingrediente crucial dentro de esta exposición. Basta con indagar, observar y determinar qué hace parte del mundo de la ficción. Asimismo, este artista español, teniendo una gran trayectoria en medios de comunicación, se convierte en el reflejo vivencial de lo que ocurre actualmente. Lo documental puede llegar a tratarse como cualquier falsedad, al igual que historias inventadas se tornan en realidades presentes.

¿Qué es lo que más le atrae de la realidad para posteriormente crear a través del lente fotográfico?

Mi trabajo está fundamentado en mi propia vivencia. El hecho de que yo naciera en la España del franquismo, en un régimen dictatorial que imponía un sistema de censura contra la que muchos jóvenes en ese entonces nos revelábamos. Esa actitud de rebeldía, de confrontación con la falta de libertad, con la falta de información, hacía que me interesase en reflexionar críticamente sobre los procesos de transmisión de conocimiento. Fue por eso que elegí la fotografía como medio de trabajo, porque en ese momento, a principios de los años setenta, la cámara todavía ostentaba una autoridad sobre el tipo de experiencia de la imagen. Una fotografía, a diferencia de un dibujo o de una pintura, infundía la sensación de algo que realmente había ocurrido delante del objetivo. Entonces, yo entendía en el fondo que eso no era más que una ilusión o un mito, que toda imagen, hecha con la ayuda de una cámara o no, es una construcción, y por lo tanto una interpretación de la realidad. A mí me interesaba poder subvertir ese principio y mostrar esa relatividad, ese equívoco que hay en toda la experiencia humana.

Ese planteamiento es el que he intentado aplicar en muchos de mis proyectos. Entiendo que toda fotografía y toda imagen es una trampa que captura la atención y la conciencia del espectador. Entonces mi trabajo como artista consiste en agitar esa conciencia para provocar una reacción.

¿Qué llamó en usted la atención para querer explorar la fotografía en diversidad de técnicas y procesos?

Utilizo los potenciales, lo que podría ser la retórica expresiva de lo fotográfico para apropiarme de diferentes habitaciones de la imagen. Entiendo que la fotografía puede vivir en diferentes habitaciones y en cada una de ellas adopta una naturaleza distinta. No es lo mismo la fotografía que habita en el periódico (la fotografía periodística) que la fotografía que habita en el museo (la fotografía artística) o la que habita en los carteles (la fotografía publicitaria). Cada uno de estos dominios condiciona a la imagen fotográfica para un determinado cometido. La experimentación o las posibilidades de extraer de la imagen un tipo de rasgos plásticos, en el fondo, no son más que recursos para acercarse a un tipo de fotografía u otra.

Dependiendo del espacio en donde se encuentre una fotografía, ¿se observa de manera distinta?

Efectivamente. Nosotros adoptamos una especie de sintonía y de recepción cuando tomamos conciencia de cuál es ese habitáculo de la imagen. Por ejemplo, estamos mirando el televisor y somos capaces de diferenciar en un momento que el género que vemos es noticias, por lo tanto, un tratamiento documental de la imagen, o si es una película es ficción, o si es publicidad son imágenes para promocionar determinado producto. Es decir, según el tipo de formato, reconocemos un género u otro. Efectivamente, nuestro chip y nuestros modos de interpretación se acomodan en el tipo de género en el que la imagen se está concentrando.

Buena parte de mi trabajo consiste justamente en provocar una confusión de género.

¿Por qué tomar el camino de lo ficticio o de lo inventado dentro de su obra?

Picasso decía: “El arte es una mentira que nos permite decir la verdad”. La ficción no es lo contrario de lo real, sino que es un camino que estructura nuestro modelo de realidad. Por lo tanto, si desaparece la ficción, desaparece también nuestra manera de abordar la realidad.

El parecido entre la realidad y la ficción en sus obras pende en ocasiones de un hilo y no se logra distinguir. ¿Podría contarnos cuál ha sido aquella experiencia en la cual, dentro de su exposición, su obra de ficción ha sido vista como una verdad?

En ninguno de mis proyectos pretendo engañar, sino que pretendo dar la información suficiente para que el espectador descubra el engaño. Normalmente hay pequeñas claves que una visita atenta a la exposición permite descubrir. Ahora bien, si un espectador mira las imágenes sin prestarles mucha atención, o desatiende los textos, o desatiende las imágenes que develan el carácter ficticio del proyecto, es posible que salga confundido y eso a la larga produzca un enojo o una sensación de haber sido burlado. En mi intención nunca hay esa voluntad de burla. Lo que pasa es que yo también entiendo que un proyecto así puede equipararse con una semilla, plantar la semilla de la duda, y esa semilla, dependiendo del terreno en que caiga, va a germinar o no. Si alguien ha estado receptivo, es posible que la reacción se produzca inmediatamente. Otras veces se produce más tarde. En el fondo entablo diálogos con el espectador, pero siempre respetando la sintonía con la que desea dialogar. Eso puede ser un diálogo inmediato o un diálogo muy a largo plazo.

Por Sandra Fernández

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar