Visto desde el espacio –los holandeses mismos lo dicen–, el Reino de los Países Bajos es una potencia de creatividad y talento en un territorio del tamaño de una estampilla. Pero hay algo que también se puede ver desde el espacio que habla a las claras de quiénes son los 17 millones de habitantes de esa nación de 42.679 km² de la que también forman parte Aruba, Curaçao y Saint Marteen: sus pólder; aquellas extensiones de tierra que desde hace casi 900 años vienen ganándole al mar y que han transformado para convertirlas en fronteras agrícolas y para sembrar de molinos su país con la intención de drenar las aguas y generar energía. (Ver especial de la Feria del Libro)
¿Pero qué tiene que ver eso con la literatura? Mucho. Porque en un país que se consagró al trabajo, ganó espacio para cosechar y construyó sus casas a pulso, que vive inviernos arduos en un continente que soportó el hambre y las guerras, pero cuyos antepasados también fueron piratas e implacables colonizadores, las historias están en todas partes. Y hacerlas es una vocación que nace del esfuerzo pero que requiere, por supuesto, de mucha creatividad. Tanto como hacer un país a pulso.
No es casual que cerca de un millón de holandeses se consideren “escritores”, que haya suplementos culturales en cada diario, que al año se impriman 13 mil nuevos títulos, que se comercialicen 50 millones de ejemplares por año y que existan 96 grandes editoriales y cerca de 200 editoriales independientes.
Ese reino pequeño con vocación de grandeza es el Invitado de Honor de la Filbo 2016. No solo traerá libros y cerca de 34 traducciones al español, sino una muestra con lo mejor de su arquitectura, diseño, urbanismo y bicicletas, junto con exposiciones en 3D, diseño gráfico, arte, turismo y una exposición trascendental sobre la vida de Ana Frank.
Autores consagrados como Cees Nooteboom, Tommy Wieringa y Herman Koch; noveles como Mano Bouzamour; creadores para niños como Ted Van Lieshout; figuras emblemáticas como Nanette Blitz –compañera de Ana Frank que sobrevivió al Holocausto–; diseñadores gráficos como Irma Boom y artistas de la talla de Jan Rothuizen; ilustradores como Philip Hopman y Marije Tolman; fotógrafos como Fetze Weerstra; la firma de arquitectos MVDRV; sociólogos como Abram de Swaan; pensadores sobre la diferencia como Maxim Februari; autores de las islas como Roland Colastica o Rosabelle Illes, e incluso DJ de dance para animar la “noche de los libros”, o la arpista Gwyneth Wentink, además de cine, teatro infantil y jazz, son parte de la programación nutrida de este país, que llega a la Filbo con lo mejor, dispuesto a dejar huella. Como lo ha venido haciendo desde que comenzó a ganarle el terreno al mar.
Un pabellón reutilizable
Ese dejar huella pasa también por la propuesta arquitectónica de diseño de la firma holandesa MVDRV para el pabellón del país invitado, elaborado en colaboración con la diseñadora gráfica y artista Irma Boom
Para que así suceda, el pabellón será construido con cajas de madera que podrán fácilmente desmontarse y ser ensambladas en un sinnúmero de combinaciones, de manera tal que una vez haya terminado la feria, el pabellón sea distribuido por Bogotá con el fin de proporcionarle a la ciudad espacios de lectura y esparcimiento.
“Nuestro diseño es el de un pueblo, accesible y democrático, ejecutado con el mejor espíritu holandés, y divertido”, afirma el socio fundador de MVRDV, Jacob van Rijs.
El pabellón es una muestra de todo lo que se considera holandés; el paisaje, una sociedad igualitaria que busca el consenso, el acercamiento al diseño, la sostenibilidad, la historia y la ambición. Los tulipanes acogen la llegada de los visitantes al pabellón, el cual los transportará a un pueblo holandés. En su interior se presentan obras visuales de cartografía contraponiendo Bogotá con Ámsterdam, poesía de escritores holandeses y la histórica figura de Ana Frank. El diseño se evidencia con la exposición de miniaturas de diseño y mobiliario impresas en 3D. Habrá un punto de turismo, exhibición de la literatura holandesa moderna y diseño de libros; una tribuna que conjuga un centro de negocios y una exhibición de la historia comercial que une los dos países, pero que a su vez se podrá cerrar con una cortina para aislar el espacio y crear un auditorio para presentaciones. Los visitantes recargarán energías en el bar frente al espacio central, la “Plaza de Holanda”. Para finalizar se encontrará la librería, con 900 títulos holandeses. Afuera del pabellón, los visitantes degustarán comida holandesa en un restaurante.
Desde Holanda, te presentamos algunos de nuestros invitados