El Magazín Cultural

Fin del Intermezzo (Relatos y reflexiones)

Presentamos un ensayo sobre lo que ha demostrado el impacto del Covid-19 en el siglo XXI, desde el pensamiento del historiador británico Eric Hobsbawm.

Oscar Hembert Moreno Leyva
12 de enero de 2021 - 08:30 p. m.
Para el autor de este artículo, la creación de la vacuna contra el Covid-19 se conviritó en una competencia de control geopolítico.
Para el autor de este artículo, la creación de la vacuna contra el Covid-19 se conviritó en una competencia de control geopolítico.
Foto: El Espectador

Según el historiador británico Eric Hobsbawm, uno de los académicos más importantes del siglo XX, los cortes de los períodos en la historia no los marcan los años, sino los procesos sociales y económicos. Por ello, el mismo Hobsbawm argumentaba que el siglo XX empezó cuando terminó la Primera Guerra Mundial, en 1917, y terminó con la caída del Muro de Berlín, en 1989. Aquel corto siglo XX dio paso a un intermezzo, otros lo llamaron el fin de la historia, pero hoy luego de 30 años de intermezzo vemos el siglo XXI ante nosotros, dando inicio con la pandemia del 2020 y con la crisis institucional del gobierno en Estados Unidos. Hoy en el 2021 vemos cómo se desmoronan los pilares que sostenían las instituciones aparentemente sagradas, gobiernos, religiones, hasta la misma ciencia.

Desde 1991 hasta el 2020 percibimos cómo se fueron consolidando nuevos discursos y procesos sociales y económicos a medida que las viejas ideas perdían fuerza con el nefasto proyecto neoliberal que cubrió el globo. En palabras de Hobsbawm: “El fracaso del modelo soviético confirmó a los partidarios del capitalismo en su convicción de que ninguna economía podía operar sin un mercado de valores. A su vez, el fracaso del modelo ultraliberal confirmó a los socialistas en la más razonable creencia de que los asuntos humanos, entre los que se incluye la economía, son demasiado importantes para dejarlos al juego del mercado”. Durante 30 años de este intermezzo, el neoliberalismo socavó los cimientos de la educación y la ciencia logrando así los atisbos que hoy apenas sospechamos. El fin de este intermezzo está marcado, a mi manera de ver, por una profunda crisis en la educación tanto escolar como universitaria y con el fin de la ciencia como la conocíamos.

Hay dos frases que resonaron en mí durante el 2020. Las escuché a lo largo de la pandemia y por la cual concluyo que hay un fin de la ciencia y de la educación. La primera la he venido escuchando desde hace unos años, y la volví a escuchar cierto día en medio de una discusión que sostenía con un amigo, sobre el tema de las vacunas: mi interlocutor expresó: “no le creo a las instituciones” y “todas las instituciones mienten”. La segunda frase la escuché de un familiar cercano cuando me mostraba uno de los tantos videos conspiracionistas que se ven en redes sociales y al cual le interpelé diciendo que eran mentiras bien elaboradas con verdades a medias. Me dijo “pues, esto es lo que quiero creer”. ¿Cómo debatir frente a estas dos posturas?

Le sugerimos leer Claudia Morales: “en muchas oportunidades me pregunté si valía la pena arriesgar tanto”

El siglo 20 puede resumirse en la frase de Nietzsche, dios ha muerto y vivíamos de sus sombras. Iniciando el siglo 21, se puede decir, la ciencia y la educación han muerto tal como la conocíamos y hoy vivimos de sus sombras. Esto se debe a tres elementos que considero deben estar en urgente debate. Primero, la ciencia está completamente tomada por la burocracia empresarial y abandonada por parte de los gobiernos (hoy la ciencia se ve como una herramienta empresarial para generar más productos de consumo como celulares y gadgets que en construir soluciones desde lo colectivo, desde lo público, a la vez que la financiación científica ha caído cada día más en manos de la industria, afectando el verdadero enfoque que la ciencia había tenido décadas atrás); segundo, la educación escolar y universitaria se entienden más como una rama de la economía neoliberal; y tercero, vemos un claro retorno de lo religioso. Esto en parte se ve con preocupación en Estados Unidos y podemos extrapolar algunos elementos aquí en Latinoamérica, si analizamos los diferentes grupos extremistas de derecha vinculados a sectas que hacen eco a posturas más cruentas basadas en desinformación y que claro, ante el evidente abandono del Estado, son estos grupos extremistas los que brindan un lugar de pertenencia y de escucha al grupo social llamado, White trash, hoy peón de este contexto social y político que se vio reflejado en la toma al capitolio el pasado 6 de enero en Washington.

Un ejemplo de cada uno de estos tres puntos. Primero, el papel que jugó la ciencia hoy en la búsqueda de una vacuna (una pandemia que develó la crisis institucional sanitaria y social de países llamados del primero mundo), lo que en realidad debía ser un esfuerzo mancomunado de todas las instituciones científicas, de todos los países y la OMS (una de las instituciones más criticadas en este año), terminó siendo una carrera de caballos, el país que realizara en tiempo récord ganaría en el mapa geopolítico. Lo segundo, una vacuna en condiciones fuera de pandemia hubiese tardado años y hoy se lograron diferentes vacunas en menos de un año, gracias a la financiación tanto estatal como privada. La educación por su parte está en crisis desde por lo menos hace 20 años. La falta de financiación real por parte de los Estados, los altos costos que vienen con la educación de calidad y sumado el desinterés provocado por malos salarios a los profesionales, ha generado cambios en los comportamientos a la hora de elegir si estudiar o no por parte de los jóvenes. Por último, el retorno de lo religioso, que es más complejo, no a manera de juicio sino de interés sociológico. La fuerza que hoy tienen algunas sectas o religiones ha hecho que la mirada de los políticos de derecha se centre (por adquirir votos) en tomar prestadas sus banderas, tal es el caso de algunos extremistas religiosos en Colombia, Brasil o Estados Unidos, donde están dentro del paquete de los conspiracionistas. Creen en la tierra plana, son antivacunas, son del movimiento Q, llevan pancartas con “Jesús te salva”, pero tienen rifles de asalto y banderas confederadas, o son antiaborto, etc. Un amigo periodista de CNN me decía que no entendía cómo eso es posible si él como cristiano tiene una visión distinta, más social y empática, enseñada por Jesús, de lo que hoy vemos con estos extremistas religiosos. Parte de ello se debe a que también hay una aguda crisis en las instituciones religiosas más antiguas.

Volviendo a Hobsbawm, “un gran número de ciudadanos abandonó la preocupación por la política, dejando los asuntos de Estado en manos de los miembros de la «clase política» (…) la mayoría de la gente resultaba más fácil experimentar un sentido de identificación colectiva con su país a través de los deportes, sus equipos nacionales y otros símbolos no políticos, que a través de las instituciones del Estado. La desorientación de los que pueden llamarse programas y políticas mixtos o intermedios, que presidieron los milagros económicos más impresionantes del siglo. (…) Las décadas de crisis habían demostrado las limitaciones de las diversas políticas de la edad de oro, pero sin generar ninguna alternativa convincente. (…) y el abismo entre los países ricos y pobres del mundo”.

En esos 30 años de intermezzo perdimos el ethos de palabras como revolución, educación, ciencia y la política, términos hoy tomados por completo por el mercado y el extremismo de la derecha. Aquella despolitización nos llevará a una crisis irreversible que no se solucionará desde lo científico o lo tecnológico sino desde lo popular y en politizarnos. Hacernos verdaderos sujetos políticos. Si planteamos un siglo 21 con el concepto de emancipación podemos llegar a tener una luz al final del túnel. Con un programa político serio que construya una educación emancipadora, con una financiación de la ciencia sin intereses empresariales y crear un modelo económico que ayude no solo a nuestras expectativas como humanos, sino que no sea destructivo con el medio ambiente. Si la humanidad ha de tener un futuro, el capitalismo de las décadas de crisis no debería tenerlo.

Por qué me atrevo a llamarlo intermezzo, palabra italiana que significa «interludio». Era una ópera cómica breve, a menudo de argumento realista y ambiente popular, que se representaba en los entreactos de una ópera seria. Y como anexo les doy mis lecturas recomendadas. Por supuesto La Era de Los Extremos, El Corto Siglo XX 1914-1991 de Eric Hobsbawm; Crónicas de la América Profunda de Joe Bageant; La cultura norteamericana contemporánea de Marvin Harris y Capitalismo, crimen perfecto o Emancipación de Jorge Alemán.

Por Oscar Hembert Moreno Leyva

Temas recomendados:

 

Jorge(9730)12 de enero de 2021 - 09:15 p. m.
Le cabe razón, se ha perdido el rumbo y ello ha hecho posible arriar banderas e invocar emociones aun populismo sectario y dogmático
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar