Este pequeño espacio halla en su habitante atención perpetua, mientras el duelo de miradas da partida a un encuentro con el mundo. El chorreador costarricense, el 'cezve' turco, el chemex alemán, pero lo más importante: nuestro café colombiano.
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Una barra, la caja registradora, el público exterior aunado a los urapanes que besan el aire del barrio la soledad; mientras que en el centro de la ciudad, el dióxido de carbono exhala buscando vida en una sonrisa, esperando insaciable el próximo golpe del agua conduciendo al coqueto rojizo del caturra bajo una extracción lenta al encuentro con el cristal.
Mi paso abordó una mañana entre discos de vinilo; una tarde entre chapulines mexicanos y nuevas variedades; una noche de grata compañía. Como si no fuera suficiente, la historia le da una definición napoleónica, al encontrar en las raíces indígenas de su nombre un bello "fuerte y superior lugar", que con el pequeño pero acogedor espacio en el cual se desarrolla, da cabida a una preciosa paradoja.
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Quipile, atrevido y sensacional representante de la provincia del Tequendama, solo queda decirte, que es una suerte que mis sentidos coincidan con tu origen.