El Magazín Cultural

Hablemos de Improvisación: Poética de lo Imprevisto

Llegamos al final de esta serie de improvisaciones en el jazz, en la cual invitamos a 30 músicos colombianos para que escribieran su improvisación. Un trabajo ideado y producido por Inés Elvira Lopera.

Juan Carlos Padilla Rincón
30 de septiembre de 2018 - 11:54 p. m.
Juan Carlos Padilla, bajista, compositor (orquesta sinfónica, banda sinfónica, big band, cámara, jazz, film), productor y arreglista. Como bajista de jazz ha tocado con reconocidos jazzistas de la escena internacional como Horacio el Negro Herna?ndez (Estados Unidos), Ernesto Jodos (Argentina), Mike Stern (Estados Unidos), y Enrich Alberich Artal (España).  / Archivo particular
Juan Carlos Padilla, bajista, compositor (orquesta sinfónica, banda sinfónica, big band, cámara, jazz, film), productor y arreglista. Como bajista de jazz ha tocado con reconocidos jazzistas de la escena internacional como Horacio el Negro Herna?ndez (Estados Unidos), Ernesto Jodos (Argentina), Mike Stern (Estados Unidos), y Enrich Alberich Artal (España). / Archivo particular

Si pensamos en sus raíces lingüísticas, parte considerable de nuestras vidas es improvisatio.

El encuentro repentino con lo que nos rodea; el giro existencial imprevisto; el movimiento continuo; el cambio de rumbo; la geometría fractal y su infinitud irregular; un sendero pleno de bifurcaciones; lo que no alcanza a vislumbrarse en el horizonte; la epifanía de un dios en medio de la oscuridad nocturna, que nos invade con el sentimiento de la devoción y también del vértigo o el terror -tal como era descrita por los antiguos-; la micro partícula física que suponemos se encuentra en un “lugar”, y, al observar de nuevo, está en múltiples lugares descomponiendo el ámbito del espacio y el tiempo que solemos considerar como una realidad fija e inmóvil…

Quizás todas estas situaciones puedan vivirse de alguna u otra forma en las diversas formas que existen para improvisar música, sean formales, o menos formales -libres, como suelen llamarse-. Es por eso que no puede vivirse la improvisatio cuando creemos vivir desde la verdad, las certezas inmediatas o el dogma. Incluso, convertir la improvisatio en otra especie de dogmática no haría otra cosa que destruir su carácter.

De la misma forma que los solos instrumentales han ido desapareciendo paulatinamente de las músicas populares, dando paso a la estructura editada, controlada, cuantizada, repetida y recortada (una estructura que, al igual que los falsos retoques de Instagram alrededor del mundo que nos rodea, pretende sustraer de los resultados sonoros de los discos la oscilación del pulso, los cambios rítmicos o de tempo y toda categoría “humana” de la interpretación), lo que suelen denominar jazz o músicas improvisadas también decae, o pierde algo de lugar en el mundo del sonido, quedando reducido a círculos más estrechos cada vez.

Con el mundo lineal de la producción, la planeación para el futuro, el rendimiento programado, el stock acumulativo, la vigilancia, la disciplina, las metas, los objetivos y los denominados “emprendimientos”, resulta difícil para nuestros tiempos la coexistencia de una música que contenga el componente improvisativo de forma proporcionalmente fuerte.

La biología filosófica contemporánea, alrededor de lo que antes se entendía como “evolución”, ha determinado que ésta ha sido un proceso aleatorio, sin propósito de ningún tipo, con una cuota de “improvisación” alta y que “resulta” al final -ya que no cesa-, en esto que aparentemente somos.

Así, el ámbito de la improvisación en la música quizás sirva al escucha para comprender el poco control que realmente tiene sobre su existencia, la realidad de la caducidad e impermanencia de todas las cosas, el valor del encuentro fortuito y la conversación inesperada, el gesto espontáneo de alegría y toda esa cuota de momentos que regularmente hombres y mujeres de nuestros tiempos rechazan como “intromisiones” o “pérdida de tiempo” que se interpone en su camino hacia sus fines, metas, deberes, objetivos, rendimiento, eficiencia.

Tal vez alguna música que posea los componentes de la improvisatio termine convirtiéndose en un bello narcótico, medicina, o solaz para escapar al mundo de la regularidad y la itinerancia del hombre productivo promedio, al contrario de otros géneros mecánicos que sólo potencian esos estados de pobre e irreflexiva regularidad e itinerancia.

También hay improvisación en la composición, en la construcción sonora. No se trata de esa cuestión de “escribamos algo que sea aleatorio” o “dejémonos llevar”, ideas que resultan un poco cliché. Se trata de señalar que la creación musical no es un proceso lineal, sino, por el contrario, sinuoso. Durante la escritura “planificada” de la obra aparecen de repente todas estas cosas inesperadas y vivas que tienen su propia voz y con las cuales debo entrar a dialogar para que la obra surja. En la composición o poética existencial ocurre lo mismo, y depende de la sensatez de tal o cual hombre o mujer validar la epifanía de esas voces que aparecen de repente. En el jazz se habla de improvisación individual y colectiva. Creo que toda improvisación requiere de un otro o de otra cosa que aparezca, y es siempre colectiva, solidaria. Implica ser capaz de escuchar “más allá de sí mismo” y encaminarse hacia lo abierto.

Por Juan Carlos Padilla Rincón

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